viernes, 16 de diciembre de 2022

Yo digo que no es un día cualquiera

 ¿Qué tiene de especial cumplir años? Un buen día tu madre estaba redonda como una pelota, pesada como collar de garrafas y al otro, cansada y transpirada, te sujetaba en sus brazos. Un día te arrastrás como babosa por el piso, ensuciando tu ropita y golpeándote y al otro andás corriendo por el patio ensuciando tu ropita y golpeándote. Un día tu compañía son las amigas de tu hermana y los Piluqui que te regaló el tío Nito y al otro tu compañía son esos compañeritos de jardín y la espada esculpida en madera de cajón de manzanas. Un día lo importante es poder abrazar las rodillas de tu madre y al otro te da vergüenza que tu madre te vaya a buscar a los asaltos a las once de la noche. Un día sos inimputable y todo lo que hacés es culpa de tus padres y al otro podés comerte perpetua (aunque sigue siendo culpa de ellos...). Un día soplar las velitas es algo inocente y significativo, incluso ideal para la foto y al otro es de doble sentido y más vale que no te saquen una foto haciéndolo (o peor, que te filmen y lo suban a YouTube). En la torta, las velitas con forma de números, se van sumando impiadosamente. Un día sos peatón y al otro un conductor; un día sos veinteañero y al otro, mejor ni hablar.

Si no fuera algo importante no habría horóscopos, no existirían las cartas astrales, ni los astrólogos, no importaría que los amigos y familiares, compañeros de trabajo y lamezuelas te llamen en este día. Tampoco importaría discurrir sobre este día si no me importara. Es decir, ¿qué tiene de especial este día para que alguien piense que uno debería pedir el día libre en el trabajo?. Me acuerdo una vez que en abierto desafío a mi papá, le dije que no iría al campo con él, con la excusa de cumplir años. No sirvió de mucho, no me hizo más sabio ni nada por el estilo. No es un día cualquiera. A veces podemos decir que no queremos cumplir años, que nos revienta el paso del tiempo, que nos resistimos al inexorable devenir de la vida. Otras veces, es una excusa para brindar y ahí, pedimos muchos más. Entonces, queremos más. Y yo quiero más. Quiero cumplir otro año más. Porque levantar esa copa y brindar frente al fuego de una vela es una señal de que estoy vivo, la verdadera señal de que todavía quedan cosas por hacer.

martes, 6 de diciembre de 2022

El círculo de la vida

 Te escuchaba llorar en la habitación contigua; un llanto apagado, contenido, como que no querías que esas lágrimas te delataran débil, conmocionada; después un breve silencio espeso, como si quisieras recomponerte y un chasquido seco de una cerradura.

Abriste la puerta, entró algo de claridad en la habitación. Empezaste a hablarme, con ese tono que tan bien te conocía, mezcla de amor incondicional y bronca, dejando escapar las palabras por entre los labios tensos. Hablaste de todo lo que pasamos juntos, las cosas buenas y las cosas malas, lo que nos unió en un principio y lo que nos había llevado al abismo más tarde. Hablaste de cómo nos había envenenado las malas intenciones de ciertas personas, de cómo pudimos ser mejores personas juntos en lugar de terminar discutiendo por pequeñeces, por el placer de pelear nada más, por ver empequeñecido al otro cuando tenía que ceder.
En ese momento quise hacer todas esas cosas que te debía, envolverte con mis brazos, darte confort, darte seguridad; besarte las mejillas para demostrarte que me importabas y los labios para demostrarte que te amaba.
De pronto un nuevo silencio, una pausa. Un suspiro resignado, profundo. Entonces dijiste:
- Estoy embarazada. Es tuyo. Fue aquella vez después de que herviste esos fideos horribles. ¿Te acordás?
Quizás, si en ese momento no hubiera entrado tu hermana para avisarte que ya era hora, te habría hecho notar mi alegría, de alguna manera. Pero mi funeral estaba por comenzar, tenías que estar allí para decir algunas palabras y mi cuerpo irreconocible, dentro del cajón, presidiría la ceremonia.

viernes, 2 de diciembre de 2022

En busca del paraíso perdido

Me siento muy cansada, como si hubiera llevado a upa un elefante todo el día. Me encantaría un buen masaje y morirme hasta mañana. No, mejor unas vacaciones por una semana a algún lugar tranquilo pero ya no me quedan días. Mejor, desaparezco y digo, no sé, que se murió un pariente que me me abdujeron unos aliens exploradores y no me importa que me descuenten los días. Y el idiota del vecino que se pone a taladrar la pared a las dos de la tarde, plena siesta. 

Mejor plan es ir a lo de la Pato a ver si sabe algo del primo. ¡Es que olía tan bien esa colonia (tengo que averiguar la marca, para regalarla) que tenía puesta! Es para pasar el invierno como dicen, porque lindo, no es. Y hablando de colonia, huelo a amazona después de una batalla, me vendría bien un baño y ponerme una loción o algo relajante. Ese champú de ortiga que se olvidó el último chongo es su mejor recuerdo, huele a chicle de menta porque lo que era él, ufff, olía a guerrero cobarde, a esclavo traidor, a letrina de baño público. Bueno, algo exagero pero más o menos... 

Me tomo un taxi y enseguida se me calza la cara de culo, es ese infame olor a pinito desinfectante que tienen todos que me pone de mal humor. Claramente necesito un masaje urgente. Menos mal que el taxista no intentó darme charla porque me tiraba del coche en movimiento. Le pagué con un billete inmundo, me olí las manos y aún estaba ahí ese hedor de múltiples pasamanos y sucios bolsillos; gracias que traigo este gel antibacterial que me quedó en el fondo de la cartera, por lo del maldito covid. 

Me bajé del auto y me asaltó un tufo rancio de cloacas y desagües, maldita sea, ¡quiero un mate! Y sin embargo, esta perra no está en su casa, pero si le dije que me esperara, qué clase de amiga es, la voy a llamar e insultar un rato... No, mejor me meto en este salón de belleza, tal vez ese masaje deseado con cremas frescas y lociones exóticas me despejen la mente y el cuerpo. Ah! Qué placer, aromas suaves de jazmines y azahar inundan el aire... Me está agarrando una modorra, me duermo...

jueves, 24 de noviembre de 2022

Infinito desvarío

 En el principio no había nada, ni oscuridad, ni quietud, ni tormentas, ni movimiento. Eso se inventó después. En un lugar infinitamente infinitesimal confluía todo, desde lo noble y bello hasta lo infame y perverso y allí se formó de a poco lo que nosotros conocemos como universo. Había puesto "nuestro" pero me pareció un poco arrogante y lo borré. Con el transcurrir del tiempo, cada cosa fue adquiriendo su forma, cada elemento tomó o prestó electrones, cada ser fue moldeando sus características hasta llegar al momento en que el ser humano comenzó a pisotear esta roca. Atrás quedaron las hecatombes de polvo estelar, las explosiones masivas de nebulosas y la formación de galaxias y sistemas planetarios, grandes manifestaciones de energía que formaron las estrellas, que luego al ser vistas desde nuestra perspectiva cultural conformaron las constelaciones. 

Ahora, todo se sigue expandiendo, buscando los límites infinitamente inmensos que el universo aún en su magnificencia desconoce. Las estrellas agotan su fuego interno, los agujeros negros empiezan a absorber con su poder hasta el más mínimo rayo de luz y se disuelven los planetas agotados de tanto girar. Después de tanto tiempo, de todo lo que ha ocurrido en cada molécula y átomo y célula y partícula, después de todo eso volverá a reinar la nada, porque nada será nuestro y nada quedará comprimido en un infinito en expansión.

Y los dados volverán a rodar otra vez.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Será

 

De vos no guardé ni siquiera una foto.

Será que volver a verte, encontrar esos ojos fijos en la escalera es demasiado desafío, volver a descubrirme ahogado en tu sonrisa es batalla perdida.

O tal vez será que no es necesario un papel brillante para acercar a mi memoria esas sensaciones del pasado.

De vos no guardo más que sensaciones. Ni siquiera una remera o una carta. Bah, eso es mentira. Lo que no me atrevo es a leer tus frases otra vez, reconocer tu letra y en ella a vos y yo con vos.

Ya de por sí es difícil estar cuerdo.

viernes, 4 de noviembre de 2022

El transcurso de la existencia

 

Con el transcurso de los llanos días, los eternos meses y empinados años, con el simple hecho de acopiar en el dorso de una dolorida espalda porción de tiempo, así nos vamos convirtiendo, muy de a poco en un proceso imperceptible, en seres domesticados.
Con el abrir y cerrar de nuestros ojos sorprendidos ante el brillo enceguecedor del sol de la mañana y la honda oscuridad que decora las horas nocturnas; con el surgir inocente de nuestras facultades y su uso un tanto más prosaico entramos en un espiral de imparable caída hasta un único destino de humanos serializados.
Con la absorción lenta e inexorable de conocimientos de fundamental importancia y otros de inicua naturaleza (usted vea cuál es cuál), con la incorporación de estructuras cuadradas, de métodos rígidos, de esquemas sin salida llegamos a la encrucijada que nos define como un número más o la posibilidad de transformar nuestros cuentos en realidad.
Con el tiempo que se desliza indetenible como granos de arena entre los dedos cansados, que se derrama como líquido transparente vertido hacia el infinito que lo sorbe con fruición, así finaliza la efímera transición que abre después de hecha la elección un amplio abanico de caminos individuales.
Con la convencida opción que hacemos de acciones, selección de rotundas palabras y elevados tonos de voz, con la solidez de una roca proferimos juicios nos movemos por la existencia como dioses paganos, profanando seres con nuestro dedo señalador, aplastando deseos.
Mientras tanto, nos perdemos lo mejor de existir.

miércoles, 26 de octubre de 2022

Cada jueves un relato: Noche de ánimas

 Aunque era de noche, las luces de las marquesinas bien podían competir con el fulgor del sol. La miró de frente, sin vergüenza ni disimulo. Esperaba que, aunque sea frente a ese descaro, ella tuviera alguna reacción, alguna mueca. Sostuvo firme la mirada, incluso pretendió ser, con un gesto de galantería, un poco menos invisible. Como todas las otras veces, fue tan interesante para ella como un poste. A medio camino quedó su brazo, con un amago de saludo, patética estatua de la indiferencia.
Por más que siempre le pasara lo mismo, nunca se terminaría de acostumbrar a su carácter de traslúcido. Los fantasmas también tienen sentimientos, sería una máxima que bien podría enarbolar. Herido en su orgullo, flotó hacia la esquina y de ahí hasta la plaza que estaba cruzando la avenida. Allí podría asustar a un par de desconcertados enamorados que siempre se aprovechaban de las sombras para expresarse su amor en ruidosos húmedos besos.
Sigilosamente, se ubicó sobre el banco y de repente sacudió las ramas del abeto que se estremeció como golpeado por un rayo. Nada pasó, los tórtolos  estaban absortos cada uno en la boca del otro y ni se dieron cuenta de nada.
Abrió con desesperación los invisibles brazos que hicieron flamear la invisible ropa que lo cubría. Ni siquiera estando desnudo podría haber generado alguna reacción. Su indignación creció aún más cuando un vendedor callejero de comidas lo atravesó con su carrito y le dejó impregnado en la nariz un olor insoportable a grasa recalentada.
Frustrado, se refugió en el zaguán de la juguetería a intentar recomponer el orgullo. La existencia de los espíritus no es simple, qué se le va a hacer.

jueves, 20 de octubre de 2022

El mejor de los souvenires

En mi última noche en este paraíso tropical de playa y palmeras, decidí que no era el mejor plan pasarla en soledad. Tomé rápidamente un último sorbo del cóctel y dejé el vaso sobre la mesa; en ese momento, al levantar la vista reconocí su esbelta espalda apenas cubierta por el bolso de playa y bronceada por el sol caribeño. Regresé a la habitación, me duché y salí en su búsqueda. La había visto hacía ya unos días conversando con unos turistas canadienses al borde de la pileta y una vez más apoyada en la barra de la playa esperando su trago frutado. Me invadió la piel y los sueños, se metió en los pliegues de mis pensamientos y así fue que pude conversar con ella un par de veces, de nada en particular aunque mi mirada era explícita, le decía inequívocamente lo que quería.

Me senté junto a ella en el bar y después de saludarla acerqué mi boca a su oreja y le hablé sin mucho decoro. Ella se apartó en un rápido movimiento y me miró con sus ojos brillantes y una media sonrisa en su boca perlada. El murmullo del bar ahogó nuestras voces llevándose los detalles de lo que nos dijimos. En el último silencio, introdujo su mano por debajo de mi camisa y sus yemas quemaron mi piel mientras una mueca traviesa brotaba en su rostro.

No perdimos ni un segundo más de tiempo en las trivialidades sociales.

Llegamos a tientas hasta la puerta de su habitación de tan concentrados que estábamos en explorarnos los cuellos. Su dulce aroma caribeño me intoxicaba, sus labios me inyectaban adrenalina, sus dedos al tocarme me producían descargas eléctricas.

De allí en más nos hundimos en un tobogán infinito de placeres inagotables, de caricias que dejan marcas y besos que arden aún en sueños. Hubo éxtasis en nuestras miradas veladas por párpados incandescentes, profundas vibraciones de nuestros ansiosos cuerpos y salvaje intuición, dedos por doquier, quería que su piel me recuerde. La humedad reinante, los murmullos y gritos de placer coronaron aquella vez. 

El avión salía esa misma tarde con lejano destino, la distancia que pinta de sepia cada recuerdo.

viernes, 14 de octubre de 2022

Collage temático

 


Agradecí al payaso de nariz chistosa que me abrió la puerta de la concesionaria de autos y me introduje serenamente en el local. No quería delatar mis intenciones ni echar luz sobre lo que estaba a punto de ocurrir pero tampoco justificaba ponerse una máscara. En el fondo, había una serie de mostradores, tres o cuatro, no recuerdo bien y solo uno estaba ocupado con una chica bajita con una nariz ganchuda como de loro que hablaba por teléfono. Me acerqué a ella y fue el azar que intervino en ese momento porque otro vendedor que estaba colgando unos globos en la pared, bajó de la escalera y me preguntó si necesitaba algo. Hablamos brevemente sobre un par de modelos y me llevó a su puesto de trabajo donde desplegó como si fuera un mapa un catálogo extenso de opciones de nuevos y usados. Miré sin realmente ver lo que me mostraba, simplemente saqué el cuchillo del bolso y se lo clavé en el cuello. Luego fui hasta la chica bajita y sin darle opción a escapar, la tomé del brazo, se lo torcí hacia atrás y la obligué a darme un sobre con dinero que sabía había en ese cajón. Después, sin pensarlo, le dejé el cuchillo ensartado en el pecho, es que no me gustan las chicas bajitas. Salí del local sin prisa, me iba a subir a la moto y si no fuera por el policía que estaba en la esquina, ya estaría disfrutando del sol en alguna playa.

lunes, 10 de octubre de 2022

Invisible

Al principio luché. Me resistí con las pocas armas que tenía a mi alcance. Una frase que pretendía ser irónica; una altisonante respuesta seguida de una mueca soberbia como dando por finalizada la cuestión. Quería hacerme notar y a veces lo conseguía, más por lo papelonero de mi accionar que por las proezas logradas y ni así aún desistía, ni siquiera a pesar de ciertas sonrisas burlonas y de notar la barrera infranqueable que intuía jamás traspasaría. De a poco me fui acostumbrando al entorno mediano, al promedio, a rescatar insignificantes reconocimientos de nadie que merezca la pena. Fui reemplazando los logros pretendidos por las participaciones, porque no desistía en querer hacer algo, si no fuera por los demás, aunque sea por mi mismo. 


Lo que más me dolía eran ciertas situaciones en las que mi voz se perdía sin que nadie la escuchara. En conversaciones, en discusiones, cuando quería llamar a alguien, nunca me escuchaban. De a poco se fue transformando en un susurro, en una corriente de aire fétido que sacaba mi veneno y caía a pocos centímetros de la punta de mi pie manchando el cemento.


Conforme pasó la vida, hasta mi cuerpo empezó a cristalizarse, como si haber vivido tanto tiempo como un fantasma se hubiera hecho una costumbre. A veces la gente me miraba como queriendo asociar ese borrón con un recuerdo, con una persona que alguna vez compartió un fugaz momento; un personaje de reparto es difícil de identificar. Más tarde sólo fui un espejo en el que mirarse y la gente se sentaba frente a mi a comentar detalles de su vida, una especie de confesionario del cual no esperaban nada más que silencio; nunca les importó la ínfima posibilidad de que tenga una opinión ni si me interesaba escuchar semejante perorata.


Al final, y para que no se haga tan insoportablemente largo, me aislé. Fue natural, es decir, nadie se quiere juntar con una figura de cartón pintado, silenciosa, aburrida. De forma constante se espaciaron los llamados, las invitaciones hasta que no hubo más que silencio. Y si uno no sabe manejar el silencio, sumado a la compañía perniciosa de la soledad, es un dúo muy peligroso. Me olvidaron más fácil que olvidar los pecados de la noche anterior, o ni siquiera, ya que no era nada memorable, tal vez ni se dieron cuenta.


Ya sé que para usted, con una brillante placa y un arma en su cintura y para usted, con un título universitario colgando en su consultorio no significa nada ni justifica lo hecho, pero déjeme señalar que ya no seré invisible, que alguien, aunque sea por los motivos equivocados, me recordará.

sábado, 1 de octubre de 2022

Utopía de sentimiento

Sol, inmensidad,
quietud, sopor, soledad.
Estoy solo en este lugar,
no sé en qué pensar
me pierdo en tu rostro
cual un pequeño lobo;
fenezco en tu insondable sonrisa
luz y vida
de mi vida.

Luna, oscuridad,
frescura, inocencia, sinceridad.
Estás muy sola en aquel lugar,
no sabés si reir o llorar
te perturba mi mirada
cual alondra asustada;
sucumbís en mis brazos
refugio y amparo
de nuestro lazo.

Estrella, grandiosidad,
lejanía, brillo, soledad.
Está aislada en ese lugar,
no sabe como pensar
se siente sola
cual una suave onda,
se abstrae en su corazón,
invadido por la desazón
queriendo ser razón.

Tal vez esté enamorado el sol,
quizás la luna esté asustada,
a la estrella la agobia la soledad
pero en el corazón de cada uno
reposa la intuición, 
se agazapa la esperanza,
brilla la humildad,
y la certeza
de creer en ese sentir.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Las noticias de ayer

 El día iniciaba de la misma forma que siempre. No estaba jubilado ni tenía edad para hacerlo pero ya empezaba a cultivar las típicas rutinas de aquellos que ya no tienen la obligación de cumplir tiranos horarios. Pasaba arrastrando los pies del dormitorio al cuarto de baño, allí se afeitaba y enjuagaba los dientes y luego iba a hervir el agua para prepararse el té en hebras, costumbre heredada de cuando vivía en el campo.

Siempre a oscuras, hacía el recorrido que de tan visitado le era ya innecesaria la iluminación, volvía al cuarto a sacarse el pijama, ponerse la camisa y el resto de la indumentaria, menos los botines que se los pondría al trasponer la puerta de salida. Justo cuando la pava le anunciaba que el agua había superado la temperatura del hervor estaba agarrando el diario del buzón. 
Apartó los suplementos de economía y de espectáculos, le incomodaban para leer el resto de las noticias y, mientras cortaba el pan para hacer las tostadas, empezó con los titulares.
Las mentiras globales de los políticos, hipocresía y avaricia, doble moral presente en cada una de sus pulcras palabras, vaticinios de renuncias y amenazas de paros y juicios por injurias a mansalva. Más adelante, entre promociones, aparecían los éxitos terrenales de los deportistas de cabotaje y las proezas sobrehumanas de aquél que no parece de este mundo. Casi al final, la cartelera de shows, horarios de cines y farmacias de turno, justo antes del chiste final. 
La tostada se le cayó de la mano, por supuesto del lado de la mermelada, al piso lustroso. La mandíbula se le paralizó a mitad de camino de un mordisco y un frío le caló los huesos. A tientas buscó los lentes, se los calzó sobre el puente de la nariz, y volvió a leer con incredulidad. 
Allí, en la anteúltima página del diario destinada a obituarios y sin sombra de duda, su nombre encabezaba la lista de personas que querían ser recordados por amigos y familiares tras su paso a mejor vida.

sábado, 17 de septiembre de 2022

Te voy a extrañar!

 Hay veces que paso de largo porque voy apurado, con cosas en la cabeza, tal vez hasta llegando un poco tarde al trabajo o justo hablando por teléfono. Pero casi siempre aminoro el paso, me hago el ocupado en mis pensamientos y hasta simulo escribir un mensaje de texto en el celular solamente con el objetivo de ser un testigo oculto. Y entonces tiene lugar el acto...

La escena es siempre una recreación de sí misma. El auto pone balizas, estaciona frente a la guardería de niños, se bajan una mujer y una niña con la clara intención de ingresar al establecimiento del cual emerge otra mujer con delantal y camperita de hilo. Al principio brotan algunas pequeñas lágrimas tímidas que bañan las mejillas, los brazos siempre extendidos en toda su longitud como buscando refugio, luego empiezan los gimoteos y las palabras que apenas se entienden, ahogadas por el llanto que empieza a ser más ruidoso y por los mocos que asoman por la nariz; la señorita del establecimiento intenta con suaves palabras pero firme tono de voz convencerla de que es lo mejor, que no pasará nada, que más tarde se podrán reencontrar y jugar juntas y otros argumentos que varían de acuerdo a la imaginación y paciencia de ese día de la docente. De a poco va dejando el refugio, el hombro de la docente y ya más calmada recibe ayuda para limpiarse la nariz y secarse las lágrimas, hipando con un poco de decoro y mirando por el rabillo del ojo, agradece y se sube al auto rápidamente.

Su hija, desde su corta estatura es testigo de la escena y totalmente indiferente a la angustia y vergüenza de su madre, corre rauda y feliz al interior del jardín para encontrarse con sus amigos que la esperan para jugar.

jueves, 8 de septiembre de 2022

Silencio

 Silencio,

no hagas ruido que estoy pensando,
no me molestes con tus tonterías,
estoy perdido en un mar de dudas (y olvido).

Silencio,
dejame reflexionar en paz,
no interrumpas con chismes de pasillo,
con tus problemas inventados
dejame tranquilo que mis internas
serán el comienzo de un nuevo proceso.

No es necesario que te vayas.
Sólo te pido que hagas silencio
que disfrutes de su compañía
que lo aproveches para pensar
qué es lo que siente tu corazón
y por qué no,
para acompañarme con tu propio silencio...

martes, 9 de agosto de 2022

A quien le importa?

 A quien le importa


Tu rostro que denota tristeza

Tu andar de perdida realidad
Tus ojos extraviados en el pasado?

A quien le interesa
Saber que te duele el alma
Saber qué es lo que ahorca tu corazón
Saber que te alimentás de desengaños?

Quién quiere saber la verdad
Que tenés que contar?
Quien quiere oírte?
Si para ellos ya no existís más.

Nadie prestará atención a tus palabras
Tu historia no tiene vigencia
Ya no hay lugar para el amor
Sólo existe un vacío que llenar.

A quién le importa
Tu miserable y oscura vida
Tus brazos flacos, flácidos
Tu sonrisa hueca, muerta?

A quien le interesa
Que sangres por dentro,
Que bajes tu mirada contrita
Que llores por tiempos mejores?

Quién quiere dejar de lado
Sus ocupaciones y preocupaciones
Para prestarte su hombro
Para que no derrames tus lágrimas solo?

Nadie prestará atención a tus palabras
A nadie le importás, viejo
Dejate de soñar imposibles
A nadie le interesa compartir tu vida.

jueves, 21 de julio de 2022

Mentiras blancas (y de las otras)

 Decir mentiras para cualquier ser humano implica un proceso de aprendizaje (algunos tienen mejores condiciones, por supuesto) que generalmente dura toda la vida. Arranca con esa carita de fingida felicidad cuando el tío Rolando nos regala un vaso de plástico color verde raído cuando en realidad queríamos ese autito a fricción con un rayo pintado en el costado; continúa cuando ese florero cae al piso rompiéndose en mil pedazos por "culpa del viento", lo mismo que los aullidos del perro y los mechones de pelo castaño de nuestra hermanita menor que se caen por "causas naturales", mientras miramos con carita de pobre niño a nuestros padres que no se deciden a ponernos en penitencia. La adolescencia es terreno fértil para la mentira, ya sea para justificar el faltazo a clases, para lograr que esa niña esquiva aunque sea nos sonría o pedirle al profesor de gimnasia que nos perdone la falta. 

Todos han (hemos) mentido alguna vez, pero esto no es pergamino suficiente para considerarnos buenos mentirosos (por eso, no todos somos buenos jugadores de truco): nos transpiran las manos, millones de tics nerviosos pueblan nuestro semblante, miramos para cualquier lado, menos a los ojos de nuestro interlocutor. Además, ¿quién no duda cuando alguien empieza la frase con un: "Te lo digo honestamente..."? Por lo menos a mi me genera más dudas que certezas cuando me aseguran que me están diciendo la verdad. Podrán intentar decirme una mentira con la boca pero el cuerpo me va a estar diciendo la verdad todo el tiempo, porque hay cosas que lo van a delatar. Las emociones también juegan un papel importante a la hora de mentir ya que nos pueden traicionar: es que estamos también mintiéndonos a nosotros mismos y eso genera un sentimiento de culpa que es difícil de superar. 

Dicen las estadísticas que después de cumplidos los 30 se miente menos... ¿Será verdad? Entonces, ¿por qué hay tanto político que sigue volviendo después de que se fueran todos?

miércoles, 6 de julio de 2022

Cable a tierra

Había sido un día muy largo, reuniones con el contador para cerrar el balance, llamando a proveedores en busca de facturas perdidas y recibos fantasmas. Llamadas telefónicas eternas con el abogado que se empeña en hacerle juicio a todo el mundo y lidiar con personal que no es del todo idóneo en cuestiones de contabilidad y administración me había agotado el cuerpo pero también la cabeza, que huía de a ratos a lugares más soleados. Mientras todos terminaban sus tareas, fui a la cocina que la oficina tiene al fondo con una mesada pequeña, pileta y una mesa con dos sillas. 

Apoyé la cadera en el borde del mármol, cerré los ojos e intenté resetear el torbellino que desordenaba mis ideas, necesitaba descargar las tensiones que me había agobiado todo el día porque el día aún no había terminado. Bajé una de mis manos, desabroché el botón del jean y busqué el calor radiante de mi entrepierna; deslicé primero un dedo y después otro dentro de la tanga que apenas se mantenía seca y empecé a frotarme despacio los labios por fuera, acariciando los pliegues, subiendo la temperatura. Hice presión con ambos dedos apretando y soltando, a veces con la yema, a veces con el costado, pellizcando suave mientras tras mis párpados desfilaban algunas estrellas y mis rodillas comenzaban a doblarse. Los dedos ya mojados se fueron solos hacia adentro en orden y por turno haciendo que broten pequeños sonidos de mi garganta; la cocina me pareció que empezaba a arder, me zumbaban los oídos y apoyando una rodilla sobre la mesada con la otra mano por la espalda empecé a hacer círculos alrededor de mi culo como amagando entrar y no. Eso no hizo más que doblegarme las piernas y aterricé en el piso, rodillas separadas entregada a la autoexploración. Empezó a fluir cada vez más intenso un impulso desde mi interior que me obligaba a mover los dedos más rápido hasta que al fin una explosión de luz me hizo temblar con espasmos de indescriptible placer. Mis dedos no detuvieron su danza, despacio se frotaban contra mi piel haciendo que mis pezones duros como estacas emitan oleadas eléctricas  Un aroma picante empezó a inundar la cocina, las manos impregnadas de mis esencias, la tanga difícil de recuperar y de a poco la cabeza se me fue aclarando. 

Todavía quedaba firmar el balance e ir a cenar con los socios de la empresa y yo ya estaba en forma otra vez. 


lunes, 20 de junio de 2022

Alertas nostálgicas de precipitaciones

A todos nos suele ocurrir que cuando algo nos falta, más lo añoramos. O cuando necesitamos algo, eso nunca aparece. 
Estar en un lugar donde casi nunca llueve, donde las nubes circulan a velocidad de multa sin cumplir su función de humedecer la tierra mientras en otros se bendice la superficie con una densa cortina de agua, me provoca algo de envidia...
Siempre hubo en la lluvia algo que me llamaba la atención, que me provocaba inquietud. Cada vez que comenzaban a caer gotas del cielo, perlas que se destruyen al tocar la tierra, me provocaba mirar por la ventana cómo se formaban los charcos en el suelo, cómo corría el agua por el cordón de la vereda, arrastrando los papeles y las colillas de cigarrillos.
La luz gris penumbrosa, las nubes violentas, el frío repentino y la humedad penetrante me generan agradables imágenes, aunque jamás se me ocurrió preguntarme de donde venían ni cómo se formaban; aceptaba el hecho como algo natural y así era más fácil disfrutarlo.
Hubo una única, excepcional vez que la temperatura me permitió quedarme bajo las gotas, sentir que se te humedece la cabeza, que empiezan las gotas a correr por la nuca y la espalda. La terraza se llenó de música, era año nuevo y el abundante brindis se diluyó con cantos desafinados bajo la lluvia.
Algunas cosas sólo ocurren cuando llueve. La intimidad arrullada, el juego de cartas, tal vez un tablero, un brindis de a dos, adquieren mayor relieve bajo el golpeteo de las gotas contra el cristal de la ventana.

Ahora que las nubes sólo sombrean tímidamente el celeste y se resisten a soltar su carga, me doy cuenta cuanto extraño la lluvia...

sábado, 11 de junio de 2022

Intensa la mirada

La mirada se le perdía entre la cantidad de gente que caminaba por la costanera. No buscaba entender qué los motivaba a soportar con estoicismo el frío que venía desde el mar ni la humedad eterna que amenazaba con mudarse al interior de sus huesos. Tampoco había venido a buscar ahogarse en ese par de ojos marinos que lo buscaban desde el kiosko ni ensuciarse con el marrón terroso de su piel tostada, aunque tal vez pasara más tarde a buscar consuelo, aún no lo sabía. 
Su mirada tenía una intensidad, un fuego interno que la alimentaba y lo llevaba a apenas pestañear. Más de una vez recibió de vuelta reproches silenciosos de transeúntes incómodos; no le importaba e incluso le producía un extraño placer pero no encontraba indicio alguno de lo que quería encontrar.
Caminó despacio, el bolso del mate le colgaba bajo el brazo con una leve oscilación, llegó al extremo donde la calle se topaba con el muelle y la pequeña playa se truncaba para darle paso al hormigón. Ahí se sentó a llenar el cuenco de yerba y agua caliente y así estuvo, con la mirada perdida en el profundo horizonte azulceleste mientras sorbía mate tras mate. 
Al rato se levantó, dio media vuelta y encaró de nuevo a la gente, ahora con el sol poniente que lo cegaba y lo obligó a ponerse los lentes oscuros. Así, la búsqueda se hizo más difícil, el tornasol dificultaba detectar aquél brillo que sabía existía en alguna parte.
Recordó entonces aquél preciso momento en que se vio conmovido por esa mirada que lo sacudió. Volvía distraído de la clase de natación, pelo mojado y bolso al hombro y al levantar la vista de las escaleras que iba bajando sintió cómo una fuerza natural lo estaba cuidando, lo estaba poseyendo. Esos ojos proyectaban una especie de rayo invisible, energía en estado puro.
Volvería. No dejaría que esos ojos que lo encandilaron, se pierdan en el ingrato destino de un mediocre recuerdo y así, hacerlos revivir...

domingo, 5 de junio de 2022

Te espero

 ¡Qué angustia y desasosiego genera la espera! Te espero y te demoras. El dial del reloj se despinta con mi mirada posándose sobre él; aún así su marcha es excesivamente lenta, inexorable.

Qué impaciencia siento crecer dentro mío, mis pasos se acumulan uno tras otro pero no me acercan a ningún lado. Y es que parece todo en sintonía para que te espere. Mientras tanto, afuera nubes lentas, las ramas del sauce meciéndose lento y la quietud de la tarde hacen eterna esta espera.
El abismo de mi alma se hace aún más profundo cuando te aguardo, más poderoso. Y me aguarda también, sólo que su paciencia es infinita y su triunfo seguro.
El hueco de la soledad se alimenta de nuestras esperas, de nuestros anhelos; como siempre esperamos más, deseamos más y lo que obtenemos sólo nos deja algo conformes, el hueco sólo se hace más insondable, la soledad más oscura y más vanas nuestras esperanzas.
¡Que inquietud se apodera de mí cada vez que te espero! Salen a relucir todos mis tics inútiles, movimientos rítmicos sin motivo, mirada ansiosa perforando el aire, mis pasos errantes alrededor de las paredes prisioneras, en un circuito infinito.
El tiempo que te espero es la eternidad y el instante en que llegas, otra eternidad.

sábado, 28 de mayo de 2022

Ciudad de oscuros callejones

 En las ciudades la vida transcurre puertas adentro y en ciertas ciudades lo que allí ocurre ahí debe quedarse. 

El escritorio cubierto de una fina capa de polvo tenía una de sus esquinas decorada por un sobre blanco lleno de billetes. Marlowe miraba por sobre el humo del cigarro cómo la mosca abatida se retorcía en el piso hasta quedarse finalmente quieta. Aquel matón había llegado prepotente, con su pretendida supremacía a fuerza de gritos e imposiciones, pateando la moqueta y dejando allí su barro inmundo. Pensaba que su mujer lo engañaba, imbécil arrogante, claro que tu mujer se revuelca con otro, es imposible soportar la petulante mirada con que filtraba el mundo sin perder la cordura. No pensaba declinar el encargo aunque tampoco pretendía salir airoso. Necesitaba la referencia, necesitaba sacarse la herrumbre de las rodillas tratando de que no se rompan. 

Sacó la botella de whisky del cajón, barato como la comida que hacían en el local de abajo y deprimente como su vida a partir de las siete de la tarde. Sacó el tapón y olió profundo dejando que el alcohol sacuda sus pulmones, maldita sea, cuando sería el momento de retirarse y tomar sol en la playa de Santa Mónica sin preocuparse por ganar 25 dólares por día. Dejó esos pensamientos interrumpido por el sonido del timbre del teléfono; sonó dos, tres veces, descolgó el tubo y lo dejó sobre el secante. Dejaría que los sonidos de su ritual se escuchen del otro lado: agarró un vaso, vertió una medida y lo decoró con tres hielos para después mandar todo eso al fondo de la garganta. Luego, sin pausa, levantó el tubo del teléfono y escuchó atento. Una voz femenina capaz de derretir la totalidad de los glaciares del mundo simplemente dijo: 

- Vete al carajo, Marlowe.

Apagó la luz del velador, tomó su sombrero manchado de sudor y poniendo el sobre en el fondo del bolsillo del sobretodo, salió al pasillo en dirección a la calle. En el vestíbulo lo esperaba la humedad y el smog intenso que antecedía a su presencia y cuando abrió la puerta se arrepintió de inmediato de haber salido.

domingo, 22 de mayo de 2022

Al mismo tiempo

 

La idea de que el mundo gira y gira, que no para, que las vidas que lo usan como escenario continúan indiferentes unas de otras pero conectadas de alguna manera, que un acto desencadena otro acto aún sin saberlo, me surgió como un disparo. Pensaba que para algunos mi presencia les era indiferente y para otros mi ausencia sería una catástrofe, que estando en un lugar, el mundo tiene otros momentos y realidades, otras vidas y sentimientos que no necesitan de nuestra presencia.

 

Al mismo tiempo, mi hermana estaba tomando mate con una amiga, hablando sobre la desgracia de su esposo de tener que levantarse a las cuatro y media de la mañana para entrar a trabajar en la remisería. Pensaba que no era justo que hiciera tanto esfuerzo para ganar ese mísero sueldo y eso la rebelaba y preocupaba. Su amiga estaba de acuerdo en que era un trabajo complicado pero no dejaba de tener su mérito.

 

Entretanto, su esposo gemía y transpiraba sobre el vientre de la dueña de la remisería, acariciando su lacio pelo que mantenía ese color negro con tinturas y baños de crema excesivamente caros. Pensaba en lo fuerte que estaba y en lo firme que tenía el trasero y que esperaba no tener que trabajar tantas horas como compensación. Ella creía que era su obligación mantener contentos a sus empleados, se esmeraba mucho y no guardaba ninguna culpa en su conciencia.

 

Al mismo tiempo, el ahijado de mi hermana, de catorce años, corría en la pista de atletismo a las órdenes de Gerardo, el profesor de gimnasia. No pensaba en nada, sólo llegar a la meta lo más rápido posible: les habían prometido la posibilidad de participar en un torneo intercolegial y quería lograr formar parte del equipo. Observando el grupo que se esforzaba en la pista, el profesor soñaba con las instancias finales en Mar del Plata de los Torneos, con las medallas y el regreso triunfal, mientras gritaba dando ánimos a los chicos. 

Entretanto yo peleaba con esta idea, no podía aceptar que cuando yo no esté no se produzca ningún cambio; ¿es que no soy capaz de influir en nada? ¿Nadie sentirá un pequeño cambio, un vacío en donde solía estar mi cuerpo? Palabras que dije no serán recordadas y fotos en donde aparezco serán quemadas, me dije con rencor.

 

Al mismo tiempo mi mujer, que trabaja todo el día en el hospital, haciendo doble turno y cubriendo francos de las perezosas que tiene como compañeras, pensaba en mí, y con una sonrisa en el rostro, sacaba una muestra de sangre del brazo de un paciente. Pensaba que al regresar tendría que escuchar mis lamentos y quejas, pero eso no le importaba, yo estaría allí con ella y eso era lo único que importaba. Las otras empleadas tomaban mate en la cocina y se ponían de acuerdo para salir el fin de semana, aunque sería necesario pasar parte de enfermas y pedir que alguien cubra el turno.

 

En ese momento, mi amigo Ernesto, compañero de aventuras de adolescente, escribía concentrado en su monitor un artículo sobre la cosecha de cebollas que saldría en la edición matutina de un gran diario del sur argentino, consciente de que su esfuerzo sería olvidado en un par de días, tapado bajo la marea creciente de noticias cotidianas. En esa reflexión estaba cuando recibió mi llamado; qué haces loco, le dije, acá, laburando un poco, estoy complicado con los tiempos de entrega, y vos? me preguntó a su vez, todo normal, con ideas locas en la cabeza. Que raro vos, siempre empleando el tiempo para sacudir las neuronas, ironizó. Te dejo que tengo gente, le dije, después te llamo y armamos un partido para el sábado. Saludos y hasta dentro de un rato.

 

Al mismo tiempo, mi jefe escribía una carta donde agradecía a todos por el esfuerzo y las ganas de trabajar pero que el hilo del carretel se le había terminado, que todos sus intentos por llevar adelante la empresa habían sido vanos y se despedía con frases agónicas. Finalizó el trámite tirándose bajo el tren delantero de una F-100. 

Creo que todos tienen mucho para ofrecer a la vida y a los que los rodean. El aprendizaje diario nos deja exhaustos y puede parecer caótico. Hay mucho que hacer, no alcanzan días de veinticuatro horas para quedar satisfechos. Sin embargo, todos aprendemos de todos y aún sin querer nuestros actos dejan huella, marcas que perduran en el espíritu de los que nos aprecian. Y esos recuerdos son los que nos mantienen vivos aún después de dejar de respirar. Y es en definitiva, nuestro grano de arena que sostiene y forma parte de una gran montaña.

sábado, 2 de abril de 2022

Elementos de uso personal

 Normalmente, cuando espero en una fila a esperar ser atendido de lo que sea me ensimismo. Me cuelgo en mi interior, escucho los sonidos que mi mente aleatoria transmite. Repaso cosas que tengo que hacer, recuerdo alguna recomendación, dejo que una melodía escuchada en algún lado me nuble la conciencia aunque después me persiga durante todo el día.

Pero siempre hay algo que sucede que me agarra del tobillo y me devuelve a la realidad, a veces cosas sin trascendencia, otras mejor olvidar y otras como esta, que vale la pena inmortalizar.
En todo viaje que penetra territorio patagónico, por tierra o por aire, hay lo que se denomina la barrera fitosanitaria. En ella se decomisan todo tipo de alimentos frescos con el fin de mantener la zona libre de ciertos flagelos como la aftosa y la mosca de la fruta.
Delante mío había una señora que pasaba sus equipajes de mano y bolsas de shoppings y mercados varios por el escáner de la fundación encargada de dichos menesteres. El personal le revisó sus pertenencias hasta dar con una figura de forma extraña. Se notaba que no alcanzaban a deducir de qué se trataba, estaban entre perturbados y curiosos, y la comenzaron a interrogar sobre la naturaleza de ese objeto, largo y no tan fino. La señora traía entre sus pertenencias varios chorizos secos, según me contó después y no quería que se los sacaran. 
A la pregunta, tímidamente realizada, y aprovechando el vicio de la mente de perderse por callejones mal pensados, la señora replicó, imperturbable, que eran objetos para uso personal. Con el rostro rojo e incomodísimos, la dejaron pasar.

A mi me sacaron el paquete abierto de criollitas, nomás por bronca

lunes, 14 de marzo de 2022

Vida tomada

 Entré sin pensar demasiado en lo que quería, simplemente empujé la puerta porque no había alternativa o eso era lo que sentí en ese momento. Me equivoqué de lado y mi frente apenas se detuvo unos milímetros antes de golpear contra el vidrio laminado, cosas que pasan.

Él enseguida se acercó y me sostuvo la puerta abierta del lado correcto para que pudiera pasar y me preguntó si estaba bien, una cortesía rara avis hoy en día.
Ahí recién presté atención a sus ojos negros, una piscina de ébano absoluto, un mar de brea absorbente y pegajosa. Creo que me quedé con la boca abierta, no podría asegurarlo, hipnotizada por aquellas esferas azabaches que me miraban con genuina preocupación quizás evaluando si yo era peligrosa o no y si se justificaba llamar a la policía.
Me acompañó a su puesto, no recuerdo si era el 3 o el 5, no viene al caso, y me preguntó si quería un vaso de agua, un ratito para descansar o un profundo beso reparador. Bueno, esto último no me lo dijo, yo pensé que me lo diría es la verdad. Es que tal vez la adrenalina que me produjo el mini accidente me dejó sin reacción física pero con una hiperactividad mental que me dura hasta hoy todavía. De lo que pasó con él más vale no entrar en detalle, solo diré que activó terminales nerviosas en lugares irrisorios y desconocidos, para graficar en palabras lo bien que me hizo sentir. Pero pasado un tiempo y el encantamiento inicial, sus respuestas pretendidamente ingeniosas, sus miradas en silencio ya no me mostraban el mismo fuego, ya no me provocaban la misma devoción y pasaron a parecerme pretenciosas, una apariencia de cartón que se desarmaba ante mi cada vez más fría actitud. Se podría decir que logró lo que quería, encontró lo que buscaba y ahora ya no le era interesante.
Empecé a ver en mi cabeza más allá de lo visible y evidente. Auras profundas, palabras susurradas, sombras de movimientos aún no hechos, brisas provenientes de ningún lado, vértigos repentinos se me fueron presentando sin vergüenzas ni reparos. Yo los acepté como parte de lo que uno llama la vida, es decir, todos alguna vez tuvimos esas sensaciones de estar solos pero acompañados por alguna energía evanescente; de esas, una en particular era persistente y solía intervenir en los momentos menos oportunos haciendo que me sobresalte.
Hoy vivo sola, encerrada en mi departamento, rodeada de cosas que saltan de un mueble a otro, ropa que desfila en el pasillo y platos que estallan contra el piso para rearmarse al segundo siguiente. No me hacen nada, es verdad pero tampoco me dejan acercarme a la puerta.

domingo, 6 de marzo de 2022

Crónica de una excursión

            El viaje empezó temprano, quizás demasiado para mi gusto. No es que me cueste levantarme, es mi costumbre pensar que el día empieza más o menos cuando el sol arrima a su punto más alto. Éramos cuatro, contando a Javito, el hermano menor del Chato, el Tano Garini y yo, sentados en el banco de la estación de tren. El silencio reinaba en la madrugada de ese sábado aunque el andén no estaba vacío; era una mañana oscura, de esas que no termina el sol de decidirse a salir por entre la bruma gris. La gente que esperaba ansiosa el convoy caminaba insensible, restregándose las manos más de nervios que de frío. Se hacía desear el condenado. No nos dimos cuenta de que todavía no era la hora de llegada, mirábamos los bolsos con los ojos fijos en una expresión estática de impaciencia y somnolencia. Después de un momento, llegó estridente la locomotora, y en menos de nada estuvimos acomodados en el asiento, apretados para no sentir la humedad que penetraba por los vidrios astillados. El cuero ajado del asiento había cedido en la lucha contra el acero del resorte y la madera denunciaba en trazos limpios que allí se había sentado Ernesto y que amaba a Flopy. El vagón comenzó lentamente a mecerse de un lado a otro y a tomar velocidad corriendo detrás del motor diesel que rezongaba en el vientre de la locomotora. Este tren nunca a levantar más de cuarenta kilómetros por hora, dije cínico, mientras el Tano firmaba con mano diestra el respaldo del asiento de enfrente. Javito se levantó y recorrió de punta a punta el tren y encontró un carro que servía café y otro que vendía golosinas, posiblemente del siglo pasado. Volvió medio mareado, el carro saltaba y se movía de lado a lado sin control, rebotaba contra los rieles y nosotros lo hacíamos contra el techo. Pasaron tres estaciones sin novedad, el paisaje se deslizaba con lentitud, el Chato dormitaba abrazado a la mochila y yo le pintaba bigotes de crema de afeitar cuando, con un bufido de agotamiento, la locomotora dejó su fuerza en medio de la pampa bonaerense. El guarda, con cara de inocencia nos comunicó que deberíamos esperar tranquilos a que nos vengan a buscar, que la compañía se haría cargo del traslado. El Tano propuso averiguar dónde estábamos; a unos 4 kilómetros de Tres Picos informó un pasajero de otro vagón. Podemos caminar, dijo Javito. Tomamos por un camino que corría paralelo a la vía. A la media hora más o menos vimos pasar dos combis y algunos coches. Seguro que van a buscar gente, dije arrastrando los pies. La mañana ya se había instalado, hacía calor y buscamos sombra en un montecito cercano a un cerro para tomar algo fresco. Qué hacemos, pregunté indeciso a nadie en particular. Y nadie me contestó, sólo un gruñido perezoso bajo una campera. Me saqué la remera y caminé lentamente hacia el cerrito y ya arriba aprecié el perfil de las sierras y respiré el aire cálido y seco que venía del noroeste. De inmediato, percibí un olor acre, a lo lejos se elevaba en ángulo irregular una columna de humo. Algo se prendió fuego; la locomotora me dije con sorna y bajé lo más rápido que pude, aunque no fui cuidadoso porque unos metros antes del alambrado pisé mal, reboté con la rodilla contra una piedra y mi frente fue lo último que tocó el suelo justo arriba de un arbusto. Me levanté, tambaleante y así llegué junto a los muchachos. Me senté a descansar y revisar los daños. Nada grave acotó Javito después de que les contara mi aterrizaje y me limpiara la cara con un poco de agua del bidón. Al rato estábamos en el pueblo, buscando quién nos llevara hasta la ruta. Preguntamos primero en un bar que parecía sacado de un documental y en la estación de servicio. Un viajante tenía lugar en su camioneta, una F-100 con cúpula, dentro de la cual nos apretamos entre encomiendas y paquetes. Media hora después hacíamos dedo a Bahía con un cartel improvisado en la tapa de un cuaderno. Cuando un coche pasaba con lugar y ni siquiera disminuía la velocidad el Chato, con un original rosario de insultos, le deseaba al incauto que pasaba toneladas de males y enfermedades. Al cabo de un rato llegamos a Bahía, ya era la tardecita y nos fuimos derecho al centro a mirar las vidrieras y las chicas que paseaban. Es la mejor carne que he visto en la zona, dijo Javito emocionado que saltaba de una rubia a una morocha. El Tano embobado con una que tenía carita de ángel movía la cabeza y entornaba los ojos para darse aire interesante. El Chato y yo le decíamos guarradas a todas las que pasaban. Las chicas nos miraban, desaliñados como estábamos, con una especie de curiosidad zoológica y un airecillo superior que para nosotros era una especie de aliciente. Así se nos fue arrimando la noche. Empezamos a caminar despacio por la avenida Alem para volver al pueblo. Con su cara pícara de adolescente, el Chato me miró y me susurró con voz difónica, Che el finde que viene volvemos eh? Yo le devolví la mirada, ya sabía la respuesta y no lo tuve que pensar mucho…


miércoles, 23 de febrero de 2022

De obsesiones y decepciones

Del medio salía una columna de humo blanco que oscilaba mecida por la suave brisa. Los pájaros que habían sido espantados primero por el zumbido agudo y luego por el poderoso estampido volvían tímidos a posarse sobre los árboles e incluso algunos más curiosos se acercaron para ver qué había sucedido.

Todavía la tierra temblaba, se podía ver las puntas de los arbustos mecerse somnolientos hasta quedarse quietas y aún algún pequeño derrumbe de rocas sueltas y arenilla se dejaba sentir en el siniestro sopor de la tarde mientras el eco aún retumbaba entre las deslizantes paredes de la colina y huía hacia las nubes. 

En el centro de lo que era una mancha negra pintando un cráter del tamaño de una cancha de fútbol y todo alrededor de él se encontraban partes humeantes, objetos inidentificables que alguna vez fueron útiles. Trozos de plástico, cueros chamuscados, metales retorcidos conformaban una escena apocalíptica, desoladora. No había en esa zona ni un solo pedazo mayor que un plato familiar.

Del fuselaje se adivinaban pequeñas superficies desgarradas; no había quedado ni un asiento completo, restos de telas quemadas y herrajes, algún tramo de cables conectores y cinturones de seguridad adornaban macabros la superficie arrasada. Las dos turbinas se habían enterrado en la superficie debido a la enorme velocidad con que el aparato impactó el suelo.

Más allá, algún pantalón de vestir que había estado doblado con delicadeza dentro de una valija ahora yacía sucio y espantosamente solo. Papeles flotaban y giraban sin destino, arrastrados por el aire en movimiento.

Uno de esos papeles que se salvó de casualidad explicaba todo. En él se leían un par de líneas que echaba luz sobre todo lo sucedido. Un copiloto que había esperado infructuosamente durante más de veinte años un ascenso se coló en el cockpit, redujo a los pilotos y a toda velocidad apuntó la nariz del avión contra el piso.

lunes, 24 de enero de 2022

Diálogo acalorado

 mío, en estos momentos te quiero solo mío ataduras y gemidos transgrediendo deseos... y aunque ella te espere en su cama esta noche no será sino hasta que yo, te deje ir Sabes querido, no soy buena en eso de andar compartiendo el amor



tuyo, en ese momento fui completamente tuyo no eran necesarias las ataduras, no escaparía no quiero pensar en el momento de mi partida al cobijo de tus brazos me adormezco sabes mi vida, no soy muy bueno en esto de desear retroceder el tiempo.


necesito hacer noche en tu risa, cada noche, y andar despacio tu cuerpo con mis besos anudando cada uno de mis pudores entre los roces de tu entrepierna Te dije amor, que no soy buena en eso de andar amándote de a ratos...

quisiera que el día se pose en tus labios, siempre, y que se abran hambrientos cada vez desatando todos mis deseos contenidos sobre el calor de tu entrepierna Te murmuro palabras que en este rato son promesas de amor eterno.