domingo, 28 de julio de 2013

Con firma de puño y letra

Hoy recibí una carta con remitente conocido. 
Me generó una inmensa alegría rasgar el sobre, romper esa barrera y en el acto acceder a su felicidad, su intimidad, sus noticias, sus abrazos.

Leer su letra manuscrita algo achatada y de color azul me transportó en un segundo a su labor de estampar en una hoja de papel lo que me hubiera deseado contar con un mate de por medio.

Escuchar su voz al leer sus líneas me convence de que todos a la larga queremos estar tranquilos, que se nos cumplan los deseos y quien dice que no, tener un poco de felicidad a lo largo del día. 

Está bueno recibir noticias por mail o por mensaje de texto, o por qué no un llamadito rápido por teléfono, pero el sobre con la estampilla, con el sello postal viene con su energía, con sus vibraciones.

Navegar en sus pensamientos es una experiencia que la carta con sus garabatos me facilita. Su puño y letra me regala recuerdos además de novedades, pasado además de presente.

sábado, 20 de julio de 2013

Amigos siempre en la memoria

Alguna vez leí: "Es relativamente fácil encontrar personas dispuestas a escribir canciones sobre los amigos. En cambio es bastante difícil conseguir que esas mismas personas le presten a uno dinero". Quizás sea más complicado el proceso de pedir el dinero que la dedicatoria, sin embargo hoy cualquier pelagatos tiene dinero y no cualquiera posee los dones de la inspiración. Pero el autor se refería a otra cosa. Supongo que hablar de cualquier cosa, aún sin saber nada de ese tema es infinitamente más sencillo que arriesgarlo todo por alguien a quien es seguro que no volveremos a ver. Tal vez, pero lo importante es demostrarse a uno mismo que los amigos tienen ese lugarcito cerca de nuestro corazón (aún más cerca que la Tía Fabiana) y que no importa que Roberto Carlos tenga un millón, si lo que sirve en definitiva no es la cantidad sino la calidad.
Y aún me animan tu pelo cortado como cepillo; tus ojos oscuros y hundidos; tu humildad en la opulencia.
Y aún recuerdo tu mirada sincera; tus mates y esas facturas; tu compañía.
Y aún sueño con tu llanto luego de desaprobar ese examen; con tus sabias palabras de niña.
Y aún tengo presente tu incondicionalidad; tu humor ácido a veces, negro casi siempre, irónico todo el tiempo.
Y aún poseo porque nunca lo perdí, ese texto que inició todo.
Y aún creo firme, tozudamente, que ustedes son más hermanos todavía.

No es posible pensar que todas las personas que conocemos son nuestros amigos. Sin embargo se merecen una oportunidad. Tal vez no compartieron con nosotros el asalto a pedradas de la casa embrujada, la rateada frustrada que terminó con un profesor tomando café con nosotros o la construcción de esa choza en la terraza de tu casa, pero bien pueden ser partícipes de otros módicos episodios, puede ser compartir los nervios de un partido de cuartos de final o discutir acerca de los beneficios de hacer un crucero por las antillas. Eso lo deciden ustedes.

Cuiden a sus amigos. No es una cuestión de supervivencia, es una cuestión de principios. Yo sé lo que les digo...

jueves, 4 de julio de 2013

Nacida un cuatro de julio

De pensar que las cosas les pasaban a los demás, de creer que la vida podía simplificarse, uno pasa, sin estaciones previas ni cursos introductorios a vivir la vida.

Existir es sencillo. Nacés, te crean, te inventan, o lo que sea que te genere la venida a este mundo y listo. Sin formularios complicados ni filas eternas ante ventanillas hostiles, uno cae en la vorágine que es la vida actual sin demasiadas expectativas, más que cumplir decorosamente con lo que se espera de uno. Eso, hasta cierto momento.

Cuando te ves reflejado en una mirada nueva, cuando las pestañas más hermosas que hayas visto ondean el aire frente a vos. Cuando esa brizna de fino cabello cae hacia un costado, cuando sus manos se aferran confiadas a la tuya. Cuando escuchás esa risa que te hace saltar el alma de alegría, cuando el llanto que expresa dolor te quiebra en dos. Cuando sus lágrimas te queman, cuando sus llagas te arden y sus heridas te duelen. Cuando su voz te cura todas las penas, cuando sus primeros pasos te emocionan.

Ella provoca que ese momento se repita a cada instante.
En ese momento es cuando pasás de ser un indolente a querer ser eterno.