lunes, 23 de agosto de 2021

Lo malo del tiempo es que tiene roto el botón de "pause"

 Todos añoramos alguna vez volver a ser niños, a ser inocentes. Todos alguna vez fantaseamos con poder ser caprichosos, llorar y patalear sin complejos, torcerle la cola al gato y echarle la culpa al hermano menor o patear una puerta hasta dejarle un tremendo agujero porque tu hermana se escondió después de hacerte enojar. Y hacer una choza en el patio trasero, treparse a los frutales, tirar bombitas de agua, correr carreras de bicicletas en la plaza, jugar al fútbol en la calle con el portón del garage de arco, hacer un pijama party en la casa abandonada de la esquina, tirarse piedrazos con la banda de la otra cuadra, hacer juguetes con pedazos de madera y cartones, jugar al cuarto oscuro, destruir playmobils y duravits, cortarle el pelo a la Barbie de la hermana e imaginar que la bañera es una nave espacial sin sentir que somos unos desubicados o unos grandotes pelotudos.

Ese otro momento de la vida en que nos soñamos grandes, en que nuestros anhelos se ven lejanos y que no sabemos aprovechar sino hasta que se esfumó tras las hojas del calendario. Y atesoramos figuritas, fotos viejas, revistas destruidas, colecciones incompletas, pretendiendo robarle a la vida ese trozo llamado infancia. No lo logramos, pero por la ventana de los recuerdos nos espiamos y dejamos rodar una lágrima de felicidad.

De a poco el paso del tiempo nos va poniendo más serios y quizás más preocupados, aunque nos deja abierta una esperanza, una posibilidad de volver a ser niños otra vez, aunque sea por un ratito.

sábado, 7 de agosto de 2021

Oh, qué hay de nuevo, viejo!

 En tanto que la ciudad se empeñe en repetir

en modalidad de cinta sinfín
todos esos oscuros, pérfidos defectos
que hacen a su maltrecha naturaleza;
en tanto que ella me ignore con voluntariosa actitud
y no deje ni un mínimo espacio a mi expresión
de nada en general y de todo mi particular;
en tanto que aquellos que habitamos esta ciudad
no volemos los prejuicios, no dinamitemos los miedos,
no erradiquemos al virus del menosprecio,
en tanto nos sigamos manejando con hipocresía
a la hora de llenar el sobre con nuestra opinión,
en tanto sigamos siendo prisioneros,
seguiremos pagando deudas que no disfrutamos,
comprando comestibles que no alimentan
y votando representantes políticos que no nos representan,
que no trabajan para el pueblo.