martes, 20 de abril de 2021

De vos depende

Hay muchas cosas que pueden paralizarte, negarte ese beneficio que es el movimiento, el poder elegir entre estar en un lugar o en otro, más allá de las distancias. Paralizarte la capacidad de levantar la mano, adelantar la pierna, cruzarte de brazos o mover la cabeza. Aunque bien mirada, en la imposibilidad del movimiento, el verdadero beneficio es en sí la elección.

El movimiento te lleva a conocer algo más que la cara, la fachada, el resumen; brinda un contacto más estrecho, cercano con la existencia.

Hay muchas razones que pueden motivar el movimiento y creo que son todas valederas; es cuestión de que cada uno encuentre la que motorice y justifique el esfuerzo que se necesita para que valga la pena. 

Creo que no es fácil tomar el camino y marchar kilómetros en busca de un futuro. Fácil es callar el compromiso, cerrar el alma a los problemas y voltear la cabeza hacia un costado.

Lo cuestionable del futuro es que nunca llega. Vivimos pensándolo, incansablemente lo ideamos, lo recreamos, hasta lo soñamos. Y cuando creemos que hemos llegado, lo único que obtenemos es un efímero presente y un moroso y desconocido pasado; y un futuro de más kilómetros y sueños. Nos vemos obligados a sacudir el polvo de nuestros proyectos para ver si alguno sirve de algo.

Es inútil esperar que se presenten soluciones mágicas, sólo habrá soluciones prácticas para un problema concreto. Todas las aparentes soluciones carecen del componente mágico y de hecho son muy difíciles de conseguir; todas tienen una innegable forma terrenal. 

sábado, 10 de abril de 2021

Mateando antes del anochecer

Apenas escuché el suave murmullo del agua acercándose al punto en que ya hervida no sirve para la infusión, giré la perilla de la cocina para hacer desaparecer la llama y extinguir así su calórico poder.
Me quemé los dedos al intentar tomar la pava por la agarradera; tuve que servirme del repasador, rodear con él el mango y humedecer de esta forma la yerba en su cuenco original.
La bombilla, inmóvil en su lugar, sirve de puente y conector entre el fulminante sabor terrestre y su inevitable destino.
Miro fijamente la superficie espumosa mientras la música que suena envolvente me eleva con suavidad; el abrazo del sol y sus rayos fraternales me adormecen. Apenas se perciben los sonidos de la calle, ahogados por la altura, entumecidos por el leve fresco que de la mano del otoño se va adueñando del ambiente.
Sorbo de a ratos, el calor se transmite del mate a mi mano, de la boquilla a mis labios, del agua grumosa a mi garganta. La pava refleja brillante sobre la mesa la tranquilidad que le presta el prematuro ocaso blanquecino.
Se me turba la mirada, se me agarrota la garganta, la emoción barrunta mi espíritu. Te recuerdo tan nítida que a veces me equivoco y te cebo un mate pensando que estás en la ronda y me obligo a tomarlo, triste.
Miré de nuevo hacia la habitación, revisé el balcón y también debajo de la mesa; casi se me cae la yerba inclinado de rodillas al lado de la cama. Lo que no pude evitar que caigan fueron mis lágrimas al recordar tus mates dulces de edulcorante en la mañana, verdadero veneno para el estómago como tu amor para mi corazón.
Aparté de un manotazo esos recuerdos, tiré la yerba a la basura y salí del departamento dando un portazo.

miércoles, 7 de abril de 2021

Razones para escribir

 A veces escribo porque me brotan las palabras sin control, rabiosas, apuradas. Hay algo que dispara un pensamiento, un hecho que me provoca, me hace reflexionar. Y de ese pensar surgen frases hirientes, máximas absolutas, reflexiones que pretenden ser profundas y resultan superficiales y casi siempre textos tediosos, pretenciosos párrafos con ínfulas editoriales. Siempre dije que escribir me parecía más útil que ir a hacer análisis y bastante más barato. 

Otras veces porque un sentimiento que aflora en mi me genera algo que decir. Es difícil la traducción de sentimientos a palabras y para eso uso muchas metáforas y el diccionario. Casi nunca digo con exactitud lo que siento, no encuentro palabras para hacerlo. Muchas veces termino diciendo lo diametralmente opuesto, lo cual debo reconocer que no me frustra, digamos que cumple la función de exorcisar el sentimiento no importa cómo.

Pero la mayoría de las veces escribo porque es muy sencillo combinar las palabras en una frase sin tener que pensar que es un trabajo. Este espacio logra de por sí inspirar, la plantilla en blanco no es un desafío, es una invitación. Las palabras se suceden, se acomodan unas junto a la otra, se saludan y crean en conjunto un efecto de gran impacto. Escribo porque me gusta pensar que alguien lo leerá y de algún modo crecerá. Aunque eso nunca ocurra.