Avanzamos.
La marea humana nos impulsa, nos lleva hacia delante y aunque el cansancio nos obligue a bajar la mirada o las esperanzas nos lleven la vista al cielo, la meta está allí enfrente.Miramos el camino que transitamos y nos resulta borroso, fuera de foco. El espacio vacío que nos separa del inicio es desesperadamente igual al que nos falta aún recorrer. Se puede incluso entrever que nos costará aún más, que nos hará sufrir y nos demostrará de cualquier manera que esos metros son los más importantes de todos.
Me siento al borde del sendero y tomo mi cabeza entre mis manos; la siento a punto de hervir, de reventar. Parar la pelota, serenarse es una necesidad vital, pero a pesar de eso no logro clarificarme. La respiración no me acompaña, sigue a un ritmo feroz. La información que consideraba vital ya no ocupa lugar en mis pensamientos; ahora solamente cuido mi historia.
Sigo mi ruta, poniendo un paso a continuación del otro. Nunca pierdo de vista de dónde vengo y tengo aún mucho más claro cuál es mi meta.
Y así, avanzo.