lunes, 29 de agosto de 2011

Control

Es que sabía lo que iba a ocurrir, por eso me dejó hablar. Pensaba que nunca se cansaría de decirle lo que tenía que hacer. Era una costumbre de los primeros años en la universidad en donde lo que decía nunca era tenido en cuenta para nada y se terminaba haciendo lo que yo quería. Era un poco su culpa también, ya que terminaba dándome la razón, pero esa vez fue diferente. Martín miraba por la ventana y pensaba en que en ese momento su mamá estaría dándole una inyección a algún anciano en el hospital municipal, en que su amigo daría otra cabina y que pase el que sigue y que Sabina terminaría exhausta su jornada de atención psicológica y que todo eso no era justo. Y más ahora en fechas festivas, diciembre lo ponía nervioso. Dio media vuelta y sin escuchar lo que le estaba diciendo, interrumpió, indeciso. Acaso fue la primer muestra de rebeldía en su apacible vida, pero le sentó bien, le gustó. Supo también que sería la última vez que lo haría y que no lo extrañará nunca. No se puede pretender como propio algo que nunca nos perteneció, aunque por un momento sintió que no habría nada ni nadie en el mundo capaz de igualarlo si se decidiera.
Lo miré enojado porque nunca me escuchaba cuando le hablaba y además ahora tenía que soportar que me interrumpiera. Le dije que todo era para mejorar, que cualquier cosa que hiciera, tenía que estar en control. Esa era la base de todo, tomar las propias decisiones. No podía ser, no era justo que su supervisor infringiera una y otra vez las reglas del juego y siempre a costa de él. Lo dejé reflexionando; me fui, ofendido y disgustado porque siempre hace lo que le parece, lo que me hace pensar que es inútil expresarle mis opiniones.Siempre era lo mismo cada vez que nos veíamos, se ponía a revisar su correo, cosa que no me molestaba porque en definitiva él no disponía de otro momento para hacerlo y yo no pretendía modificarle su vida o se embarcaba en una descripción frenética de lo acontecido en el último tiempo, que bien podían ser dos días o dos meses. Y a uno siempre se le ocurrían miles de comentarios que él metódicamente ignoraba una y otra vez. Tal vez no quería perder el hilo del relato, o no le parecían pertinentes. No le modificaban el punto de vista final, que solía ser apocalíptico. Al otro día se fue como siempre en forma más que puntual a su empleo que lo irritaba sobremanera, marcó el horario de entrada en su tarjeta en el reloj que estaba frente a la puerta de salida de emergencia, fue al camarín a cambiarse de ropa, ponerse la faja de seguridad y los botines punta de acero y se internó en el depósito de mercaderías pensando que ese día sería diferente. Control, control, se repetía una vez tras otra dentro de su cabeza, la palabra que era frase, que se hacía idea. Caminó unos metros hacia el fondo del depósito, era un galpón enorme con deficiente iluminación y atiborrado de mercancías y se ocultó con el firme propósito de empezar a controlar su vida, no sabía cómo pero lo haría. Y estaba en esos rumbos del pensamiento cuando se cruzó inesperadamente con su supervisor, Qué hace acá González, inquirió descortés el hombre a cargo, Nada, recién acabo de entrar y estoy revisando las tareas que hay que hacer, Pues entonces apúrese porque han llegado dos camiones, uno de artículos de limpieza y el otro de gaseosas que hay que descargar, dijo el encargado en forma desagradable. Martín deseó en ese instante tener el valor de tomarlo del cuello, apretarlo lenta pero firme, con las dos manos hechas puños, ver las sucesivas transformaciones que le deformaban el rostro en horribles muecas, los cambios de color y los sentimientos que variaban conforme el aire abandonaba los pulmones, sofocar los gemidos desesperados y mitigar los sonidos que rebotaban y se hacían eco al golpear los botines en el suelo de cemento alisado. Vio cómo la luz se apagaba de los ojos ya inexpresivos, aquellos ojos que lo habían hostigado por tanto tiempo ya no lo molestarían más. Esta recreación lo dejó agotado, le dolían las manos y los hombros e incluso le sangró la nariz, pero se sentía desahogado, liviano, con un confort que nacía en ese lugar que no se puede ubicar dentro del cuerpo y se expandía hacia todos lados, se le notaba en la forma de caminar, iba como flotando, no le costaba ningún esfuerzo trasladarse. Fue al baño a limpiarse, luego se aproximó al portón de acceso de la mercadería y con ayuda de la zorra, ese carro con accionar hidráulico que hay en todos los depósitos, comenzó a bajar pallets de los camiones y así estuvo todo el día, sin que nadie se metiera con él. Se sorprendió a sí mismo entusiasmado, eufórico, independiente; sí, era eso, se sentía libre, sin ataduras, sin compromisos. Se creía capaz de todo, y así lo siguió creyendo de camino a su casa. Desde atrás de las cajas de sidra y pan dulce que se colocarían la semana entrante, los párpados rígidos, abiertos del encargado confirmaban esa idea.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Derrotado

Cuando no llega, por más esfuerzos que uno realice, la victoria tan ansiada, es con honor y dignidad que hay que enfrentar la parada.
El reconocer en primer lugar los méritos obtenidos por el rival para después criticar la propia actuación es propio de respetables derrotados.
Es a veces el azar factor importante de numerosos resultados, aunque no siempre responsable de nuestras fallas; que la moral no decaiga, dicen quienes arengan a la tropa, porque seremos nosotros los beneficiados en la próxima contienda.
Mirar hacia adelante, recordando los éxitos y aprendiendo de las caídas, no dejarse vencer por los golpes del adversario, sabiendo que siempre para demostrar la valía y el coraje, la vida ofrece una revancha.

Sé que parece que me fue mal en las primarias; sin embargo es más un recordatorio para aquellos contendientes que pretenden usurpar el sillón vitalicio de este Intendente que no se casa con ninguna colectora ni con ningún proyecto imperial.

Desde la comodidad del despacho intendencial, los saludo ciudadanos!!
Int. Etienne

miércoles, 17 de agosto de 2011

Literatura, ficción y más ciudades [22]

Parte I

Afuera, el mundo parecía frío, aun visto a través de los cristales de la ventana. En la calle, tenues torbellinos de viento agitaban en el aire nubecillas de polvo y trozos de papel formando espirales, y aunque brillaba el sol en todo su esplendor y azul estaba el cielo, no se advertía en el ambiente sensación alguna de colorido, como no fueran aquellos cartelones exhibidos con irritante profusión. Sobre la pared de la casa de enfrente asomaba el bigotudo rostro escudriñando con su mirada a los transeúntes. EL HERMANO GRANDE OS VIGILA advertía la inscripción, en tanto aquellos negros ojos se reflejaban profundos en los de Winston. Al nivel de la acera había otro cartelón similar, desgarrado por el viento en uno de sus ángulos, cuyo fragmento inferior, al ser abatido por la ventolera, cubría y descubría una sola palabra: Insoc. A la distancia, un helicóptero volaba sobre los techos de las casa y luego de permanecer inmóvil un instante cual si fuera un moscardón, volvía a remontarse lentamente trazando una curva en el espacio. Era la patrulla policial, atisbando a través de las ventanas de los vecinos. Pero esas patrullas no eran de mayor cuidado. Lo único que de verdad contaba era la Policía del Pensamiento.

1984 - George Orwell

viernes, 12 de agosto de 2011

Cib-org

De a poco y con contundencia voy recuperando mi forma original.
Pero deberé asumir y reconocer que ya nunca volveré a ser el mismo que antes. Ahora luciré, como un trofeo, una cicatriz en línea recta de casi cinco centímetros que adorna la parte inferior de la rodilla. Ahora, las reuniones comenzarán con el exhaustivo escrutinio de la cicatrización de la herida, si me picó cuando crecieron los pelitos que me afeitaron, si todavía me duele o tira o se hincha o palpita.
Ni hablar de la anécdota previa a la entrada al quirófano, la cual se esparció por toda la Ciudad en cuestión de horas, tanto que al recuperar la conciencia en la habitación ya había jocosos que se vieron en la obligación de jugarme un chascarrillo; a ellos les caerá un aumento de ABL, se los puedo asegurar...


Como un organismo cibernético, ya no soy enteramente biodegradable sino que tengo partes que subsistirán el inclemente paso del tiempo. No llego a ser como Robocop, aunque no hubiera estado mal un implante de una arma corta de gran calibre. No, no voy a aclarar eso.
También podría haber incluido una vista de rayos x o inmunidad diplomática pero con el tema que me desm... digo que me hizo efecto inmediato la anestesia, no pude reclamarla. Quedará para la próxima intervención.
De esta experiencia a la cual he sobrevivido, rescato el descanso del que mi mente ha disfrutado. no tengo ningún apuro en volver a ocupar el sillón de intendente, aunque ahora recuerdo que no dejé encargado a nadie...
Silvia! Hay algo para firmar?

martes, 9 de agosto de 2011

Compañeros son los... amigos?

Reconozco que he tenido bastante tiempo libre pero no quiere decir que lo haya podido utilizar para la reflexión. Los días han estado poblados de idas al matasanos para vigilar la evolución de la intervención, sumar ejercicios, restar las muletas, multiplicar visitas a la obra social y aprovechando para descansar la mente de las preocupaciones laborales...
Laboral. Ese es un ámbito diferente, plagado de competencias, comparaciones, intrigas, secretos y confesiones; un ámbito en el cual se pueden cosechar leales amigos, indiferencias crónicas o eternos odios. Uno, y con uno me refiero a mi experiencia, tiene la siguiente receta: no fingir, no simular, ser auténtico hasta en los enojos, siempre respetuoso con los límites y con las reglas. Pero esa es mi visión, que suele no ser compartida.
Se comprueba que hay que ser vacuo, falso. Mi receta me ha llevado a pasar la tarde durmiendo la siesta, cosa de la que no reniego, sin peligro de sobresaltarme por un timbre inesperado. Tal vez demasiada sinceridad...
Te empujan al chusmerío, te obligan a inmiscuirte, te fuerzan a comportamientos réprobos, te condenan a ser falso. Siendo así, tus cumpleaños estarán llenos de gente que simulará compartir tu alegría, que se alegrará de tu natalicio; tus tardes se poblarán de compañeros que parecen encantados con tu nuevo departamento y sus mates serán casi tan ricos como los de los amigos.
En serio, ni un mate.

jueves, 4 de agosto de 2011

Transcurso del tiempo

Con el transcurso de los llanos días, los quejumbrosos meses y empinados años, con el simple hecho de acopiar en el dorso de una dolorida espalda porciones de tiempo, así nos vamos convirtiendo, muy de a poco en un proceso imperceptible, en seres domesticados.
Con el abrir y cerrar de nuestros ojos sorprendidos ante el brillo enceguecedor del sol de la mañana y la honda oscuridad que decora las horas nocturnas; con el surgir inocente de nuestras facultades y su uso un tanto más prosaico entramos en un espiral de imparable caída hasta un único destino de humanos serializados.
Con la absorción lenta e inexorable de conocimientos de fundamental importancia y otros de inicua naturaleza (usted vea cuál es cuál), con la incorporación de estructuras cuadradas, de métodos rígidos, de esquemas sin salida llegamos a la encrucijada que nos define como un número más o la posibilidad de transformar nuestros cuentos en realidad.
Con el tiempo que se desliza como granos de arena entre los dedos cansados, que se derrama como líquido transparente vertido hacia el infinito que lo sorbe con fruición, así finaliza la efímera transición que abre después de hecha la elección un amplio abanico de caminos individuales.

lunes, 1 de agosto de 2011

Desquite

Iba con los ojos entornados, castigados suavemente por la claridad del sol de media tarde que entraba por la ventanilla del auto, y pensaba que no había casualidad en nada de lo que le pasa a las personas, que de todo se saca una enseñanza y está en uno aprovechar ese conocimiento extra que la vida se digna proveerte, y me dije que no estaba mal hacer lo que nos hace sentir bien y tratar de olvidar aquello que pesa en la conciencia y que enturbia los sueños.
El Renault 12 aceleró en un espasmo de energía y la sonrisa irónica de Leonardo me devolvió a la realidad, En qué estabas pensando marmota? inquirió en forma poco sutil, En nada contesté con una mentira que luego aclararía, Lo que pasa es que si te cuento te vas a cabrear. Me miró como quien conociendo más de lo recomendable a una persona, penetra en forma casi instantánea en sus pensamientos y me dijo muy serio, Gordo, ni se te ocurra siquiera pensarlo. Al hablarme, giró su cabeza para enfrentarme y hacer ese gesto de pretender intimidar con la mirada que utilizaba en todas las discusiones en que el culpable era el de enfrente. Yo desvié mi atención hacia la rotonda de acceso a Puan que se aproximaba y dije Ya llegamos y empecé a hablar de un amigo y compañero del secundario que vivía por estos pagos. Pasamos el centro desierto y nos dirigimos directamente al balneario, bajamos todo lo necesario y algo más, encendimos el viejo Johnson 25 y salimos, pensando navegar unos treinta minutos, lo necesario para llegar a la parte más alejada de la laguna, atrás de la isla, es decir el mejor lugar para asegurarnos una buena pesca. Tiramos el ancla para evitar el gareteo de la embarcación y armamos en silencio las cañas. Pensaba que había evitado el enfrentamiento hasta que lo vi encender con parsimonia un Marlboro y mirando la punta de la línea de pesca me dijo Contámelo todo. Ante el pedido casi imperativo me resigné a entrar en detalles, Ok te acordás hace como tres meses más o menos que nos juntamos a comer un asado, creo que en la casa del Chato, Si era porque inauguraba la parrillera, Bueno la cosa es que me pasó la dirección de un tipo que buscaba un chofer para repartir encomiendas y paquetes y lo fui a ver, necesitaba el laburo y enganché para los fines de semana. Entonces, al tercer viaje tuve que ir a Saavedra a una farmacia a buscar unos bultos, iba a ser un trámite normal pero se complicó porque pinché una cubierta, Eso no es una complicación acotó muy firme, No pará, es que el celular no tenía señal y estaba en el camino viejo y se trataba de llegar a eso de las nueve de la noche para enviar el paquete a La Plata. La cuestión es que no llegué a tiempo... La caña de Leonardo tembló y el reel anunció la presencia de una buena pieza, un pejerrey que lo entretuvo por casi diez minutos, resistiendo con sabiduría la seguridad del pescador. Al terminar, me miró y me espetó casi enojado, Ahorrate los detalles ya se para dónde vas, yo hablé con el que debía recibir ese paquete, estaba realmente muy enojado, era muy valioso el cargamento que llevabas, Si ya sé, lo interrumpí, pero no hubo nada que yo pudiera haber hecho, incluso intenté caminar pero estaba lejos, de todos modos no iba a llegar a la hora que habíamos quedado, recordé en voz baja.El sol poco a poco caía hacia poniente y mermaba la potencia de su luz y el abrigo de sus rayos y la tranquilidad que había sentido arriba del auto desaparecía y era reemplazada por una inacabada inquietud que me turbaba, que no esperaba de mi amigo. Me empezaba a sentir amenazado, en peligro aunque nada concreto lo hacía palpable. No estaba asustado, me deprimía el hecho de no poder identificar ese malestar, no había nadie alrededor. Un total de veintiocho pescados engrosaron la bolsa de tela húmeda que habíamos llevado. Era una buena pesca considerando lo tardío de la temporada, hacía calor y no pensé que pudiéramos superar las quince piezas. Calculé eran las ocho y media de la tarde cuando lentamente Leonardo empezó a sacar el ancla del fondo, Lo que pasa Gordo, me dijo, es que arruinaste un muy rentable negocio y ahora se necesita una compensación de tu parte, al mismo tiempo que enredaba el cabo alrededor de mi cuello y me empujaba hacia atrás, Y tiene que ser así, dijo sin dudar aunque con una mueca de nostalgia en el rostro. Yo caí al agua de espaldas y sentí que el ancla volvía a buscar el lodo del lecho de la laguna, arrastrándome sin remedio. Miré para el interior del bote y vi a mi amigo con los ojos fijos en mi palma abierta, no me pareció que sintiera culpa alguna. No hubo lucha ni resentimiento, sino una insoportable sensación de que no valía la pena todo lo que me preocupaba, darle de comer a la tortuga, pagar el alquiler, llevarle flores a la tumba de mi hermano, maldecir al presidente de turno, hacer el amor tres veces por semana, todo eran ahora circunstancias pasajeras, banales, superficiales, nada me haría el favor de desquitarme de esta vida vacía que llevé y que nunca podré rehacer. Aspiré con fuerza el agua oleosa y oscura de la laguna y dejé que me llenara los pulmones.