lunes, 26 de octubre de 2020

Momentos de suma importancia

Hace algo de fresco y la noche está agradable; los aislados ruidos pandémicos en la oscuridad parecen ser más nítidos, más puros y por eso mismo más intimidantes. Y mirando por la ventana tengo tiempo de pensar, poner la cabeza en foco y dejarla fluir sin restricciones de cuarentena.

Es que uno, sumido en la velocidad cotidiana, en los compromisos urgentes, en las nimiedades y detalles superfluos, no se hace una pausa para reflexionar. No hace falta mucho tiempo, solo unos momentos serán suficientes -me dije y puse ese CD que me empuja el alma hacia ese camino sinuoso que es la introspección- tiempo invertido para que el sueño no se haga pesadilla.
De pronto mi mirada se desvía hacia el televisor, prendido en mute, y miro que están dando "Hechizo del tiempo" y así un poco es la vida, repetimos conscientemente un día tras otro, tal vez con mínimas variaciones, pero si no nos damos cuenta de atesorar lo que nos ocurre y aprender de lo acontecido, no habrá valido la pena, y el "Tú estás aquí y yo estoy aquí" adquiere otra dimensión, otro valor. Ni hablar el contraste que la realidad virósica nos arroja en el rostro, haciendo hincapié en la frágil existencia humana, en que lo que nos desvela suele ser una nimiedad.
Vuelvo al balcón a ver cómo el tiempo se desliza bajo las escasas luces de los autos errantes, sospecho un apuro en un caminante arrastrado por su mascota, intuyo el ánimo erótico exaltado de dos jóvenes y pienso que ese tiempo ya pasó para mi y para mucha gente y habrá de ocurrir para otros muchos. Y no. Pasamos nosotros, nos sumergimos en el calendario cada vez más hondo, más profundo, mientras el tiempo simplemente es.
Las heridas encuentran su fin cuando las hojas del almanaque se acumulan de a decenas, desaparecen las marcas y queda la enseñanza. Las heridas nos dicen que crecimos, que somos capaces de superarnos, de avanzar. Y en esa dimensión, el tiempo es otro ingrediente, un plano que hasta no hace mucho era ignorado.
Los objetivos que ayer nos deslumbraron hoy tienen una capa de óxido que los recubren y los envejecen; ni hablar los montones de cosas que pensamos nos darían nivel social que hoy regalamos por no encontrarles mejor destino. 
Momento de silencio. Tiempo, pido gancho. Si pidiéramos recuperar todos esos minutos perdidos, todos ese tiempo desperdiciado en inútiles peleas, en agravios gratuitos, en lapsus voluntarios, en declaraciones pomposas, en filas infinitas, supongo que encontraríamos otras formas más elegantes de gastarlo. Es el destino final del tiempo, escurrirse intangible por entre los dedos como arena marina.
Tiempo de finalizar este desvarío ha llegado, dijo el Maestro Yoda, no sin antes entornar levemente sus párpados y menear graciosamente sus orejas.

viernes, 16 de octubre de 2020

El ejercicio de imaginar

 Imaginar que vivimos en otro, diferente lugar, que nos rigen otras diferentes leyes, que nos contiene otro diferente cuerpo. Imaginar que viajamos rápida, solitariamente por otros paisajes y vemos árboles con forma de aves, insectos con forma de agua, rocas con forma de polvo. Pensar que el mundo no es esférico y que presenta forma de cuerpo amorfo (valga la paradoja) y varía cada tanto sólo para despistar, sólo por costumbre. Imaginar que las palabras que decimos salen sólidas de nuestra boca (con forma de dedo pulgar, por ejemplo) y se van volando por entre las nubes mientras las miradas se entrecruzan formando nudos complicados, queriendo entender vaya uno a saber que cosa. Pensar que nuestra realidad es de otros, y vivir viajando por nuestra imaginación, creando nuevos mundos, nuevos individuos, nuevas palabras; pensar que es real todo lo que nos rodea pero con otros nombres, otros efectos y otros olores. Imaginar un viaje con la imaginación donde lo increíble no lo sea tan solo para el que imagine que es posible porque de ilusiones vivimos rodeados, ilusiones que creamos con nuestras mentes, nuestras manos, nuestros prejuicios y que nos limitan hasta el extremo de no dejarnos mover con libertad, verdadera y concreta libertad de seres humanos con gran inventiva para crear obstáculos, para dificultar nuestra vida. Imaginar que el bien es tangible y verdadero, que el afecto no está en extinción, que el amor crece y se reproduce, es volverlos reales, visibles a todas las imaginaciones de los hombres y fáciles de sentir en toda la piel de animal que nos cubre. Crear con la mente lo que nos falta y volverlo corpóreo, completar ese casillero tan esquivo; desear que los recuerdos no se borren y la única imaginación poderosa nos lleve sin pausa al rincón más añorado del calendario. Imaginar, qué agradable sensación nos recorre el cerebro cada vez que viaja descontrolada nuestra imaginación.