miércoles, 19 de abril de 2023

En su compañía

Yo creo que nos ocurre a todos que cuando algo nos falta, más lo añoramos. Como quien dice, nos damos cuenta de lo que teníamos cuando lo perdemos. Y estar en un lugar donde casi nunca llueve, mientras en otros se bendice la tierra con una densa cortina de agua, me provoca algo de envidia...

Siempre hubo en la lluvia algo que me llamaba la atención, que me provocaba inquietud. Cada vez que comenzaban a caer gotas del cielo, perlas que se destruyen al tocar la tierra, me ponía a mirar por la ventana, hipnotizado, como se formaban los charcos en el suelo, como corría el agua por el cordón de la vereda, arrastrando los papeles y las colillas de cigarrillos.
La luz gris penumbrosa, las nubes violentas, el frío repentino y darte cuenta como cambiaba el ambiente, la humedad penetrante me generan agradables imágenes, aunque jamás se me ocurrió preguntarme de donde venían ni cómo se formaban; aceptaba el hecho como algo natural y así era más fácil disfrutarlo.
Hubo una sola vez que la temperatura me permitió quedarme bajo las gotas, sentir que se te humedece la cabeza, que empiezan las gotas a correr por la nuca y la espalda. La terraza se llenó de música, era año nuevo y el abundante brindis se diluyó con cantos desafinados bajo la lluvia.
Algunas cosas sólo ocurren cuando llueve. La intimidad arrullada, el juego de cartas, tal vez un tablero, un brindis de a dos frente a un fogón, adquieren mayor relieve bajo el golpeteo de las gotas contra el cristal de la ventana. 
Un abrazo apretado, un cruce de miradas reteniendo impulsos, una despedida que pretendía ser un hasta luego, cosas que se recuerdan diferente si ocurren bajo una cortina de agua.
Ahora que las nubes sólo sombrean tímidamente el celeste y se resisten a soltar su carga, me doy cuenta cuanto extraño la lluvia, por ella y por todo lo que ocurre en su compañía.

martes, 11 de abril de 2023

Al final del final

Entre tanto ruido, un momento de silencio como una pausa al hablar, no viene nada mal. Es una forma de despedida el no decir nada, alargar el silencio y dejar que la distancia, más de deseos que física, se vuelva aún más grande.
Capaz que eso fue, solamente una pausa.
Lo miró de frente con el sol apenas rozándole la frente y aún así la respuesta no cambió. Mordisqueó nerviosa la patilla de sus lentes y bajó la vista, sabiendo que le tenía que mentir.
- No, no estoy con nadie -la respuesta salió dubitativa y poco creíble.
Como un punto final al que no le caben secuelas ni capítulos homenaje, por lo menos por ahora, él entendió que ese silencio por venir sería más que una pausa, un vacío eterno.
Aún en la discordancia de deseos, él amándola más allá de su propio confort y ella también pero con el futuro en otra dirección, estuvieron de acuerdo en que un café siempre los reunirá para contarse las novedades.
Luego el atronador silencio a veces interrumpido por algún espejismo, por alguna simulación y después ahí, como quien no lo espera, llega el final.
La puerta del bar se cerró con suavidad, el brazo neumático amortiguó el golpe. Él esperó a que ella se suba al taxi y allí en plena vereda céntrica, a modo de despedida, derramó una última lágrima.
Cuesta cerrar, cuesta soltar y apagar. A veces se insiste demasiado y lo arruina todo, otras veces no lo suficiente.

viernes, 7 de abril de 2023

Sueños realizados

Imaginé que podía elevarme incorpóreo sobre las nubes, sobre el mar y recorrer la superficie de la tierra y después de un tiempo de admirar la vista bajar para ver donde había descendido.
Soñé que los hombres que habitaban esas tierras hablaban otro idioma o tal vez el mismo que el mío, sus orígenes o su evolución.
Pensé que vería palacios reales, obras monumentales, ferias artesanales; pensé que pisaría avenidas históricas, que traspasaría puertas inmensas y me bañaría en la fuente bautismal.
Vi con claridad que mis pasos me llevaban por museos, plazas y callejas, después de perderme en conexiones de trenes y subterráneos.
Creí que era un sueño concretado llenarme las pupilas de ese colorido arte, de esas curvas góticas, de ese parque genial, de ese pueblo nacido para desaparecer y resurgido de sus escombros.
Consideré que pisar la arena casi incolora, mojar mis pies en agua turquesa y yacer con los ojos cerrados bajo la sombre de una escuálida palmera no sería gran cosa.

Lo bueno de imaginar cosas es que no deja de ser eso, una recreación mental de algo deseado, soñado, tal vez merecido pero nunca concretado. Cuando alguien dice que ha sido un sueño hecho realidad, se refiere a que lo que ha conseguido bien podía merecerlo otro, o su variante personal, que si no lo recibía tampoco se iba a quejar, porque en definitiva no consideraba eso posible en su vida.
Y después, tarde, te cae la ficha.

sábado, 1 de abril de 2023

Suplente hasta en la vida

Seguro que lo han visto más de una vez, acarreando los bolsos, tal vez el equipo de mate o las botellas de bebidas para el post partido. Es aquel que camina mirando esperanzado hacia el frente, aquel que por más empeño le ponga, nunca integrará la nómina que incluye a los jugadores iniciales, aquellos privilegiados que por talento o perseverancia, por entrenamiento o acomodo son los elegidos para jugar la mayoría de los minutos.

La lisa verdad era que nada de lo que hiciera suplía su carencia total de destreza para el deporte que quería practicar. 
Qué ingrato es para aquel que ama el deporte que practica, no llegar a cumplir siquiera un minuto, pisar el césped, arrastrar el botín por el piso enredando los tapones por entre la gramilla castigada por la helada pensando e imaginando las grandiosas jugadas que lo harían merecedor de la admiración de todos.
Sus ojos estaban muy abiertos. Miraban y retenían cada una de las jugadas que sus compañeros, y también sus rivales, ejecutaban en el campo de juego. Aplaudía con fervor y hasta alguna que otra vez, gritaba alentando o reprendiendo alternativamente a quienes transpiraban la camiseta. Alguna vez llegó a hacer ejercicios de calentamiento al borde de la cancha, como si eso lo acercara a la posibilidad de ingresar y jugar aunque más no fuera unos segundos.
El sonido del silbato final le era esquivo y lo será hasta el último momento, porque las mieles de la gloria les está vedada a aquellos simples mortales que juegan la liga amateur de la vida; para ellos, los trofeos y medallas son ajenos a sus vitrinas.