miércoles, 26 de octubre de 2022

Cada jueves un relato: Noche de ánimas

 Aunque era de noche, las luces de las marquesinas bien podían competir con el fulgor del sol. La miró de frente, sin vergüenza ni disimulo. Esperaba que, aunque sea frente a ese descaro, ella tuviera alguna reacción, alguna mueca. Sostuvo firme la mirada, incluso pretendió ser, con un gesto de galantería, un poco menos invisible. Como todas las otras veces, fue tan interesante para ella como un poste. A medio camino quedó su brazo, con un amago de saludo, patética estatua de la indiferencia.
Por más que siempre le pasara lo mismo, nunca se terminaría de acostumbrar a su carácter de traslúcido. Los fantasmas también tienen sentimientos, sería una máxima que bien podría enarbolar. Herido en su orgullo, flotó hacia la esquina y de ahí hasta la plaza que estaba cruzando la avenida. Allí podría asustar a un par de desconcertados enamorados que siempre se aprovechaban de las sombras para expresarse su amor en ruidosos húmedos besos.
Sigilosamente, se ubicó sobre el banco y de repente sacudió las ramas del abeto que se estremeció como golpeado por un rayo. Nada pasó, los tórtolos  estaban absortos cada uno en la boca del otro y ni se dieron cuenta de nada.
Abrió con desesperación los invisibles brazos que hicieron flamear la invisible ropa que lo cubría. Ni siquiera estando desnudo podría haber generado alguna reacción. Su indignación creció aún más cuando un vendedor callejero de comidas lo atravesó con su carrito y le dejó impregnado en la nariz un olor insoportable a grasa recalentada.
Frustrado, se refugió en el zaguán de la juguetería a intentar recomponer el orgullo. La existencia de los espíritus no es simple, qué se le va a hacer.

jueves, 20 de octubre de 2022

El mejor de los souvenires

En mi última noche en este paraíso tropical de playa y palmeras, decidí que no era el mejor plan pasarla en soledad. Tomé rápidamente un último sorbo del cóctel y dejé el vaso sobre la mesa; en ese momento, al levantar la vista reconocí su esbelta espalda apenas cubierta por el bolso de playa y bronceada por el sol caribeño. Regresé a la habitación, me duché y salí en su búsqueda. La había visto hacía ya unos días conversando con unos turistas canadienses al borde de la pileta y una vez más apoyada en la barra de la playa esperando su trago frutado. Me invadió la piel y los sueños, se metió en los pliegues de mis pensamientos y así fue que pude conversar con ella un par de veces, de nada en particular aunque mi mirada era explícita, le decía inequívocamente lo que quería.

Me senté junto a ella en el bar y después de saludarla acerqué mi boca a su oreja y le hablé sin mucho decoro. Ella se apartó en un rápido movimiento y me miró con sus ojos brillantes y una media sonrisa en su boca perlada. El murmullo del bar ahogó nuestras voces llevándose los detalles de lo que nos dijimos. En el último silencio, introdujo su mano por debajo de mi camisa y sus yemas quemaron mi piel mientras una mueca traviesa brotaba en su rostro.

No perdimos ni un segundo más de tiempo en las trivialidades sociales.

Llegamos a tientas hasta la puerta de su habitación de tan concentrados que estábamos en explorarnos los cuellos. Su dulce aroma caribeño me intoxicaba, sus labios me inyectaban adrenalina, sus dedos al tocarme me producían descargas eléctricas.

De allí en más nos hundimos en un tobogán infinito de placeres inagotables, de caricias que dejan marcas y besos que arden aún en sueños. Hubo éxtasis en nuestras miradas veladas por párpados incandescentes, profundas vibraciones de nuestros ansiosos cuerpos y salvaje intuición, dedos por doquier, quería que su piel me recuerde. La humedad reinante, los murmullos y gritos de placer coronaron aquella vez. 

El avión salía esa misma tarde con lejano destino, la distancia que pinta de sepia cada recuerdo.

viernes, 14 de octubre de 2022

Collage temático

 


Agradecí al payaso de nariz chistosa que me abrió la puerta de la concesionaria de autos y me introduje serenamente en el local. No quería delatar mis intenciones ni echar luz sobre lo que estaba a punto de ocurrir pero tampoco justificaba ponerse una máscara. En el fondo, había una serie de mostradores, tres o cuatro, no recuerdo bien y solo uno estaba ocupado con una chica bajita con una nariz ganchuda como de loro que hablaba por teléfono. Me acerqué a ella y fue el azar que intervino en ese momento porque otro vendedor que estaba colgando unos globos en la pared, bajó de la escalera y me preguntó si necesitaba algo. Hablamos brevemente sobre un par de modelos y me llevó a su puesto de trabajo donde desplegó como si fuera un mapa un catálogo extenso de opciones de nuevos y usados. Miré sin realmente ver lo que me mostraba, simplemente saqué el cuchillo del bolso y se lo clavé en el cuello. Luego fui hasta la chica bajita y sin darle opción a escapar, la tomé del brazo, se lo torcí hacia atrás y la obligué a darme un sobre con dinero que sabía había en ese cajón. Después, sin pensarlo, le dejé el cuchillo ensartado en el pecho, es que no me gustan las chicas bajitas. Salí del local sin prisa, me iba a subir a la moto y si no fuera por el policía que estaba en la esquina, ya estaría disfrutando del sol en alguna playa.

lunes, 10 de octubre de 2022

Invisible

Al principio luché. Me resistí con las pocas armas que tenía a mi alcance. Una frase que pretendía ser irónica; una altisonante respuesta seguida de una mueca soberbia como dando por finalizada la cuestión. Quería hacerme notar y a veces lo conseguía, más por lo papelonero de mi accionar que por las proezas logradas y ni así aún desistía, ni siquiera a pesar de ciertas sonrisas burlonas y de notar la barrera infranqueable que intuía jamás traspasaría. De a poco me fui acostumbrando al entorno mediano, al promedio, a rescatar insignificantes reconocimientos de nadie que merezca la pena. Fui reemplazando los logros pretendidos por las participaciones, porque no desistía en querer hacer algo, si no fuera por los demás, aunque sea por mi mismo. 


Lo que más me dolía eran ciertas situaciones en las que mi voz se perdía sin que nadie la escuchara. En conversaciones, en discusiones, cuando quería llamar a alguien, nunca me escuchaban. De a poco se fue transformando en un susurro, en una corriente de aire fétido que sacaba mi veneno y caía a pocos centímetros de la punta de mi pie manchando el cemento.


Conforme pasó la vida, hasta mi cuerpo empezó a cristalizarse, como si haber vivido tanto tiempo como un fantasma se hubiera hecho una costumbre. A veces la gente me miraba como queriendo asociar ese borrón con un recuerdo, con una persona que alguna vez compartió un fugaz momento; un personaje de reparto es difícil de identificar. Más tarde sólo fui un espejo en el que mirarse y la gente se sentaba frente a mi a comentar detalles de su vida, una especie de confesionario del cual no esperaban nada más que silencio; nunca les importó la ínfima posibilidad de que tenga una opinión ni si me interesaba escuchar semejante perorata.


Al final, y para que no se haga tan insoportablemente largo, me aislé. Fue natural, es decir, nadie se quiere juntar con una figura de cartón pintado, silenciosa, aburrida. De forma constante se espaciaron los llamados, las invitaciones hasta que no hubo más que silencio. Y si uno no sabe manejar el silencio, sumado a la compañía perniciosa de la soledad, es un dúo muy peligroso. Me olvidaron más fácil que olvidar los pecados de la noche anterior, o ni siquiera, ya que no era nada memorable, tal vez ni se dieron cuenta.


Ya sé que para usted, con una brillante placa y un arma en su cintura y para usted, con un título universitario colgando en su consultorio no significa nada ni justifica lo hecho, pero déjeme señalar que ya no seré invisible, que alguien, aunque sea por los motivos equivocados, me recordará.

sábado, 1 de octubre de 2022

Utopía de sentimiento

Sol, inmensidad,
quietud, sopor, soledad.
Estoy solo en este lugar,
no sé en qué pensar
me pierdo en tu rostro
cual un pequeño lobo;
fenezco en tu insondable sonrisa
luz y vida
de mi vida.

Luna, oscuridad,
frescura, inocencia, sinceridad.
Estás muy sola en aquel lugar,
no sabés si reir o llorar
te perturba mi mirada
cual alondra asustada;
sucumbís en mis brazos
refugio y amparo
de nuestro lazo.

Estrella, grandiosidad,
lejanía, brillo, soledad.
Está aislada en ese lugar,
no sabe como pensar
se siente sola
cual una suave onda,
se abstrae en su corazón,
invadido por la desazón
queriendo ser razón.

Tal vez esté enamorado el sol,
quizás la luna esté asustada,
a la estrella la agobia la soledad
pero en el corazón de cada uno
reposa la intuición, 
se agazapa la esperanza,
brilla la humildad,
y la certeza
de creer en ese sentir.