viernes, 25 de diciembre de 2015

Tiempo en edición

Hace un infernal calor que aplasta; los ruidos en la claridad de la tarde parecieran ser más nítidos aunque diría que el silencio es aún más ensordecedor, más puro y por eso mismo más plácido. Y mirando por la ventana tengo tiempo de pensar, poner la cabeza en foco y dejarla fluir sin restricciones.
Es que uno, sumido en la velocidad cotidiana, en los compromisos urgentes, en las nimiedades y detalles superfluos, no se hace una pausa para reflexionar. No hace falta mucho tiempo, solo unos momentos serán suficientes -me dije y puse el tipo de música que me empuja el alma hacia ese camino sinuoso que es la introspección- tiempo invertido para que el sueño no se haga pesadilla.
De pronto mi mirada se desvía hacia el televisor, prendido en mute, y miro que están dando "Hechizo del tiempo" y así un poco es la vida, repetimos conscientemente un día tras otro, tal vez con mínimas variaciones, pero si no nos damos cuenta de atesorar lo que nos ocurre y aprender de lo acontecido, no habrá valido la pena, y el "Tú estás aquí y yo estoy aquí" adquiere otra dimensión, otro valor.
Vuelvo al balcón a ver cómo el tiempo se desliza bajo la luz inclemente del sol furibundo, sospecho un apuro en un caminante arrastrado por su mascota, intuyo el ánimo exaltado de dos jóvenes y pienso que ese tiempo ya pasó para mi y para mucha gente y habrá de ocurrir para otros muchos. Y no. Pasamos nosotros, nos sumergimos en el calendario cada vez más hondo, más profundo, mientras el tiempo simplemente es.
Las heridas encuentran su fin cuando las hojas del almanaque se acumulan de a decenas, desaparecen las marcas y queda la enseñanza. Las heridas nos dicen que crecimos, que somos capaces de superarnos, de avanzar. Y en esa dimensión, el tiempo es otro ingrediente, un plano que hasta no hace mucho era ignorado. Y es ahora que me doy cuenta que no hay nada que hacer, solo vivir.
Momento de silencio. Tiempo, pido gancho. Si pidiéramos recuperar todos esos minutos/horas perdidos, todo ese tiempo desperdiciado en inútiles peleas, en agravios gratuitos, en declaraciones pomposas, en filas infinitas, supongo que encontraríamos otras formas más elegantes de gastarlo. Es el destino final del tiempo, escurrirse intangible por entre los dedos como arena marina como lo hace por el ínfimo cuello del reloj de arena. 
No importa lo que te aqueje, lo que te haya pasado, lo que te atormente. Todo eso y todo lo demás encontrará resolución con el tiempo.

Tiempo de finalizar este desvarío ha llegado, dijo el Maestro Yoda, no sin antes entornar levemente sus párpados y menear graciosamente sus orejas.

viernes, 18 de diciembre de 2015

La memoria y su universo paralelo


Viste como es la memoria, que reconstruye sus recuerdos en forma caprichosa, y ya uno no sabe qué tanto de cierto y qué tanto de imaginación hay en ella, por lo tanto no sé si esta historia es real. Lo que yo guardo desde ese momento sí lo es.
Lo que sí es cierto es que era de tarde, que era una casa blanca de mitad de cuadra, un living pequeño y unos sillones de cuerina con un detalle en madera que los hacían únicos en su tipo. Y en él había unas cuatro o cinco personas, unos adolescentes perdidos y una niña llorosa, hipando sin consuelo.
La llamada de la mamá había sido una sorpresa. Es que uno no se da cuenta de cómo impacta en las personas (por lo menos hasta que no te cachetean a vos) y ciertas entronizaciones infantiles causan eso, sorpresa. Yo no sabía qué era lo que hacía ahí. Esa niñita pertenecía a nuestro grupo, pensé que tal vez necesitaba ayuda en alguna materia en el colegio o estaba haciendo un proyecto en el que la fuerza masculina era menester.
La niña seguía llorando, ahora con un poco de vergüenza. Se notaba el orgullo herido de aquella que está acostumbrada al triunfo, confiada en sus facultades y segura del esfuerzo realizado. Ante cada palabra de consuelo, reaccionaba como si le clavaran un puñal pues le recordaban el fracaso reciente, para ella una cosa improbable.
La tarde fue pasando, entre el mate y alguna cosa para comer que la mamá ponía sobre la mesa. El murmullo reemplazó al silencio, el llanto de a poco desapareció y creo que algún adolescente también. No recuerdo ninguna palabra que pueda yo haber dicho para aportar a la solución del problema aunque dicen que mi aporte fue importante. Al final del día, eso no creo que sea relevante. Lo que sí estoy seguro es que no hubo ningún otro momento como éste que pudiera denominarse fundacional, que le iguale en tensión y emoción, que marque tan nítidamente a (por lo menos) una persona.
La memoria es una traicionera amiga que te hace creer que a vos te sucedieron esas cosas, cosas que pasan en mejores vidas y a mejores personas. Aunque estoy casi seguro que esta vez me paso a mi. 

sábado, 5 de diciembre de 2015

¿Quién creen que soy?

¿Quien creen que soy? Si les hablo, es porque les hablo. Si me quedo callado, estoy con mala onda. Apenas levanto la mirada, ya se les ocurren miles de excusas y respuestas hirientes. No se puede expresar una opinión sin que genere una catarata de miradas hoscas y réplicas en sentido opuesto. La aceptación de un pensamiento diferente, lejos de estar presente, siendo que cuando ellos los expresan reciben aplausos aprobatorios o meneos afirmativos de cabeza.
¿Quién soy? Digamos que hay dos tipos que conviven en uno solo: aquel que piensa que es un buen individuo con margen para hacer las cosas bien y aquel que es la expresión perversa, degenerada de las buenas intenciones que la generan. Esto no hace más que demostrar que querer es poder, aunque lo que se logre no tenga nada que ver con el deseo original.
Esto hace que sea algo extraño, algo bizarro. En realidad, todos somos bizarros, lo que pasa es que algunos lo ocultan mejor que otros. Y ahora, en estos tiempos que corren, ser bizarro comienza a ser interesante, aunque no deja de ser peligroso. La imagen se enrarece, se vuelve incomprensible. Lo que antes era marginal, ahora es tendencia de moda; lo que antes era evidentemente hostil, ahora puede ser de uso femenil.
Si naciste para ser algo, lo único que te queda por hacer es cumplir ese designio. Si te empeñas en contradecirlo, serás aquél que destaca por pretender ser algo que nunca logrará ser.
Eso pretendo ser. La mejor versión de mi. Aquella que con sus defectos se vuelve aún más perfecta.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Batallas de verdad

En esa ciudad hay una avenida de esas con un bulevar en medio. Algunas cuadras tienen un diseño elaborado de especies autóctonas, otras simplemente un estacionamiento. Las que a mi me gustan tienen gramilla y árboles de tilo a los costados.
Nosotros éramos cuatro amigos que vivíamos en la misma manzana. Yo era el mayor, por quince días. Nos pasábamos la tarde imaginando escenarios épicos, aventuras que resultaban verdaderas puestas en escena, con villanos y fortalezas inexpugnables. A veces en la terraza de la casa de Diego, a veces en el patio generoso de la casa de la abuela de Ricardo, muchas veces en la calle y en la plaza. Allí las batallas eran sobre dos ruedas, enfrentando un circuito fantástico, extremadamente complicado y con caminantes ajenos a nuestros deseos de ganar.
Nos unían las veredas en común y también el colegio. Diego fue conmigo desde primer grado hasta cuarto o quinto; ahí repitió pero lo pusieron con mi hermano y seguimos en contacto de esa manera. Incluso en la juventud compartimos la ciudad universitaria, aunque ya no éramos los mismos y nos mirábamos con extrañeza.
El primer tilo empezando desde el extremo oeste de la rambla tiene una forma particular: se parece a una nave espacial. Si te subís, previa apertura de la puerta deslizante, te vas a encontrar con el sillón del capitán, la cabina del piloto y la del artillero y un par de ramas más arriba están las cuchetas y la cocina. Ahí subidos conquistamos muchos mundos y ganamos innumerables batallas.
El tiempo pasó raudo, los caminos de nuestras vidas se bifurcaron, porque así suele ser la existencia. Cada uno tomó sus propias decisiones, soportó las complicaciones de ser vivo, de estar en el sistema. Y él, un día en que nadie se lo esperaba, tomó un cinto, se lo enroscó alrededor del cuello y cerró los ojos al abismo.
Si alguna vez alcanzás a ver a un adulto trepado a un árbol, enfrascado en una batalla interestelar contra una raza brutal, hacele la venia y pedile permiso para abordar que seguro está necesitando con urgencia un ingeniero para reparar el escudo protector.

martes, 20 de octubre de 2015

Literatura, ficción y más ciudades [30]

El denso tráfico avanzaba lentamente por la carretera de Ashford hasta el aeropuerto. El sol caía a plomo sobre la chapa recalentada. A nuestro alrededor, los conductores fatigados se apoyaban en las ventanillas abiertas y escuchaban los interminables noticiarios de la radio. Encerrados dentro de los autobuses de las aerolineas, los aspirantes a pasajeros observaban los reactores que se elevaban de las pistas lejanas. Al norte de los edificios de las terminales pude ver la calzada del paso elevado que llevaba al túnel de acceso al aeropuerto, obstruido por un atasco de tráfico que parecía una dramatización a cámara lenta de nuestro accidente.
Helen Rémington sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo del impermeable. Buscó el encendedor del salpicadero, moviendo la mano derecha sobre mis rodillas como un pájaro nervioso.
- ¿Quiere un cigarrillo? - Los dedos firmes desgarraron el celofán-. He empezado a fumar en Ashford... algo bastante estúpido de mi parte.
- Mire este tráfico... Necesito cualquier sedante que tenga a mano.
- Ahora es mucho peor... Se ha dado cuenta, no? El día en que salí del hospital tuve la extraña impresión de que todos estos coches se estaban uniendo por alguna razón especial que yo no entendía. Parece haber diez veces más tráfico que antes.
- ¿Lo estaremos imaginando?
Ella señaló el interior del coche con el cigarrillo.
- Ha comprado exactamente el mismo coche otra vez. Del mismo modelo y color.
Volvió la cara hacia mi, sin tratar de ocultar la cicatriz de la mejilla. Sentí claramente la corriente oculta de hostilidad que se movía hacia mí.

Crash - James Graham Ballard

lunes, 28 de septiembre de 2015

Despedida

Te fuiste. Fiel a tu espíritu de innegociable libertad, desplegaste tus enormes alas de ángel redentor, abandonaste tu marchito cuerpo que no te hacía feliz y subiste raudo hacia la celeste gloria.
Dejaste listas las cañas, la caja con las líneas de flote y algún que otro anzuelo por cualquier cosa, el permiso vigente y el carnet de timonel. Dejaste la carabina con balas, la carpa y las estacas en perfecto estado, la parrilla limpia y la bolsita de los recuerdos. Dejaste el proyector sobre la mesa, los magazines de diapositivas con tus viajes, tus recuerdos. Dejaste un montón de cosas en el museo, etiquetadas para su mejor identificación.
Y también dejaste en nosotros el recuerdo imborrable de tu paso por nuestras vidas. Las enseñanzas, los retos, las anécdotas, el amor de padre, la ironía y la verdad revelada siempre lista para ser desplegada.
Nos dejaste sin tu presencia, seguirás viviendo a través nuestro. Quedan miles de recuerdos, infinitos momentos en que sentiremos que estás ahí. Nos haces falta, mucha falta; tu ausencia se hace notoria y tu mirada se percibe en cada momento.
Te fuiste antes de tiempo, aunque hiciste de tu vida un himno a la libertad. Sin horarios, sin compromisos asumidos, fuiste capaz de hacer todo lo que te propusiste, lo que quisiste, lo que deseaste. Y cuando el cuerpo ya no te acompañaba, recorrías el mundo con la memoria, con las historias mil veces contadas y mil veces disfrutadas.
Las palabras nunca alcanzarán, nunca harán que lo que uno siente por su padre se transmita tal cual surge del corazón. Decir "te extraño", "me haces falta", "te amo", son meras herramientas del idioma para transmitir lo irreemplazable que sos para nosotros.
Gracias Viejo! Buen viaje!

martes, 8 de septiembre de 2015

En el transcurso

A través del tiempo, compartiendo veladas, pasando juntos momentos varios incluyendo tragos amargos e inmensas alegrías, uno se va dando cuenta de muchas cosas, uno va encontrando las respuestas para esas preguntas acumuladas que torturan por las noches, que persiguen durante el día.

A través de la experiencia que da la existencia misma aprendemos a resolver intrincados enigmas, convivimos con cuestionamientos, a veces intrascendentes, lo que nos convierte en esmerados seres humanos, sociables, aptos para interactuar con otras personas, manteniendo a la vista el factor de lo imprevisto, inherente al caracter de ser vivo.

A través del transcurso de nuestras vidas vamos sumando anécdotas, hechos, encuentros, sucesos, que en conjunto nos brindan una escueta visión de lo que en realidad es el mundo, pero que nos informan con intachable veracidad el lugar que ocupamos en él y en la vida de los demás, cómo nos afectan y cómo los afectamos.

Todo tiene razón de ser, su correspondiente resolución, su motivo para ser, para suceder aquí, ahora y no antes ni después.

sábado, 1 de agosto de 2015

Desespero esperando

¡Qué angustia y desasosiego genera la espera! 
Te espero y te demoras. Veo el dial del reloj despintarse con mi mirada posándose sobre él; aún así su marcha es excesivamente lenta, inexorable.
Qué impaciencia siento crecer dentro mío, mis pasos se acumulan uno tras otro pero no me acercan a ningún lado. Y es que parece todo en sintonía para que te espere. Mientras tanto, afuera nubes lentas, las ramas del sauce meciéndose lento y la quietud de la tarde hacen eterna esta espera.
El abismo de mi alma se hace aún más profundo cuando te aguardo, más poderoso. Y me aguarda también, sólo que su paciencia es infinita y su triunfo seguro.
El hueco de la soledad se alimenta de nuestras esperas, de nuestros anhelos; como siempre esperamos más, deseamos más y lo que obtenemos sólo nos deja algo conformes, el hueco sólo se hace más insondable, la soledad más oscura y más vanas nuestras esperanzas.
¡Que inquietud se apodera de mí cada vez que te espero! Salen a relucir todos mis tics inútiles, movimientos rítmicos sin motivo, mirada ansiosa perforando el aire, mis pasos errantes alrededor de las paredes prisioneras, en un circuito infinito.
De pronto y sin más dilación, el tiempo que te espero fue la eternidad y el instante en que llegas, la felicidad.

domingo, 12 de julio de 2015

Eterno suplente

Seguro que lo han visto alguna vez, acarreando los bolsos, tal vez el equipo de mate o las botellas de bebidas para el post partido. Es aquel que camina mirando esperanzado hacia el frente, aquel que por más empeño le ponga, nunca integrará la nómina que incluye a los once jugadores iniciales, aquellos privilegiados que por talento o perseverancia son los elegidos para jugar la mayoría de los minutos.
La lisa verdad era que nada de lo que hiciera suplía su carencia total de destreza para el deporte que quería practicar. 
Qué ingrato es para aquel que ama el deporte que practica, no llegar a cumplir siquiera un minuto, pisar el césped, arrastrar el botín por el piso enredando los tapones por entre la gramilla castigada por la helada pensando e imaginando las grandiosas jugadas que lo harían merecedor de la admiración de todos.
Sus ojos estaban muy abiertos. Miraban y retenían cada una de las jugadas que sus compañeros, y también sus rivales, ejecutaban en el campo de juego. Aplaudía con fervor y hasta alguna que otra vez, gritaba alentando o reprendiendo alternativamente a quienes transpiraban la camiseta. Alguna vez llegó a hacer ejercicios de calentamiento al borde de la cancha, como si eso lo acercara a la posibilidad de ingresar y jugar aunque más no fuera unos segundos.
El sonido del silbato final le era esquivo y lo será hasta el último momento, porque las mieles de la gloria les está vedada a aquellos simples mortales que juegan la liga amateur de la vida; para ellos, los trofeos y medallas son ajenos a sus vitrinas.

sábado, 27 de junio de 2015

Mateando a la tardecita

Apenas escuché el suave murmullo del agua acercándose al punto en que ya hervida no sirve para la infusión, giré la perilla para hacer desaparecer la llama y extinguir así su calórico poder.
Me quemé los dedos al intentar tomar la pava por el asa; tuve que servirme del repasador, rodear con él el mango y humedecer de esta forma la yerba en su cuenco original.
La bombilla, inmóvil en su lugar, sirve de puente y conector entre el fulminante sabor terrestre y su inevitable destino.
Miro fijamente la superficie espumosa mientras la música me eleva con suavidad; el abrazo del sol y sus rayos fraternales me adormecen. Apenas se perciben los sonidos de la calle, ahogados por la altura, entumecidos de frío.
Sorbo de a ratos, el calor se transmite del mate a mi mano, de la boquilla a mis labios, del agua grumosa a mi garganta. La pava refleja brillante sobre la mesa la tranquilidad que le presta el prematuro ocaso blanquecino.
Se me turba la mirada, se me agarrota la garganta, la emoción barrunta mi espíritu. Te recuerdo tan nítida que a veces me equivoco y te cebo un mate pensando que estás en la ronda y me obligo a tomarlo, triste.
Miré de nuevo hacia la habitación, revisé el balcón y también debajo de la mesa; casi se me cae la yerba inclinado de rodillas al lado de la cama. Lo que no pude evitar que caigan fueron mis lágrimas al recordar tus mates dulces de edulcorante en la mañana, verdadero veneno para el estómago como tu amor para mi corazón.
Aparté de un manotazo esos recuerdos, tiré la yerba a la basura y salí del departamento dando un portazo.

domingo, 7 de junio de 2015

De esas cosas en que nadie piensa

La miró de frente, sin vergüenza ni disimulo. Esperaba que, aunque sea frente a ese descaro, ella tuviera alguna reacción, alguna mueca. Sostuvo firme la mirada, incluso pretendió ser, con un gesto de galantería, un poco menos invisible. Como todas las otras veces, fue tan interesante para ella como un poste. A medio camino quedó su brazo, con un amago de saludo, patética estatua de la indiferencia.
Por más que siempre le pasara lo mismo, nunca se terminaría de acostumbrar a su carácter de traslúcido. Los fantasmas también tienen sentimientos, sería una máxima que bien podría enarbolar. Herido en su orgullo, flotó hacia la esquina y de ahí hasta la plaza que estaba cruzando la avenida. Allí podría asustar a un par de desconcertados enamorados que siempre se aprovechaban de las sombras para expresarse su amor en ruidosos besos.
Sigilosamente, se ubicó sobre el banco y de repente sacudió las ramas del abeto que se estremeció como golpeado por un rayo. Nada pasó, los tórtolos  estaban absortos cada uno en la boca del otro y ni se dieron cuenta de nada.
Frustrado, se refugió en el zaguán de la juguetería a intentar recomponer el orgullo. La existencia de los espíritus no es simple, qué se le va a hacer.

sábado, 23 de mayo de 2015

Domingo y una loca teoría

El domingo es un día muy extraño. Yo sé que está destinado a mi descanso, a que libere mis ideas de hacer reventar este mundo desde ya condenado, a que mi cuerpo recupere esas energías encapsuladas en las moléculas de ATP que son tan necesarias para que haga bien mi trabajo, a que comparta tiempo de calidad con mi familia y todo eso que la sociedad hace los días domingos.
El fin de semana es un par de días muy extraño. Aunque debería ser cobijo de los días más relajados, informales, tranquilos, en lugar de eso lo encuentro rutinario, repetitivo. Siempre lo mismo, no hay variación y eso no hace más que agotarme, hace que prefiera estar en otra parte, en otro momento.
Un domingo cualquiera decidí que no caería en el círculo vicioso de siempre, me levanté temprano, inflé las cubiertas de la bicicleta y salí rumbo a ningún lado. Guardaba la esperanza de que algo fuera de lo normal ocurriera. A las dos cuadras la goma delantera dejó su vida útil con un estallido seco y definitivo. Volví a casa, dejé los restos ciclistas tirados en el patio y pensé en buscar un cómplice. El teléfono sonó en siete casas diferentes y las respuestas que obtuve (tres que se dignaron levantar el tubo) fueron horripilantemente similares.
Extraño día el domingo. Hace como dos años, un día de esos (un domingo, claro) se nos ocurrió hacer un mini paseo a la laguna, hacer un bife al disco y descansar con un grupo de amigos. El proyecto, obvio, no pasó de una idea. El carnicero no nos pudo cortar dos miserables kilos de bife de paleta y el motor de la lancha se sumó al clima de descanso dominguero y no arrancó. Terminamos cediendo a la monotonía de lo de siempre, dormir la siesta y sumarse al circuito del parque al centro y vuelta otra vez al parque.
En un momento se me había ocurrido que tal vez estábamos encerrados como Truman en Sea Heaven, pero días como un lunes o un jueves nos permiten viajar hasta Espartillar o Buenos Aires. Pareciera que el campo de fuerza influye sólo esos días, es más una limitación de actitud que física.
Ni siquiera se podía trabajar, para hacer algo fuera de agenda. Sabido es que cuando se empieza cualquier tarea, siempre falta algo y los negocios que lo venden, los domingos cierran todo el día.
Los demás días de la semana no tienen nada de particular. Cada día se diferencia de los demás días comunes por lo que generan en la gente: lunes, cansancio, desprecio; martes, rabia, fatiga; miércoles, esperanza; jueves, agotamiento, ilusión; viernes, alegría, alivio. Adquieren características distintivas cuando se los relaciona con algún evento, nacimientos y cumpleaños, obtención de algún logro académico y cosas similares pero que seguro sucedieron en otro día. Yo nací un viernes y festejo mi cumpleaños cada vez que puedo (aunque nunca lo hice un domingo)
En el fin de semana ocurren cosas inesperadas. Ese domingo me encontré con un viejo, tendría más de setenta años (y se le notaba); me preguntó una tontería para entablar conversación y luego, sin transición, se despachó con un monólogo sobre lo pésima que era la vida, lo mal que le había ido, que lo habían traicionado, maltratado, etcétera. Al otro día, pobre abuelo, se enteró que se había sacado la lotería, se embarcó en un crucero al caribe, se pasó de caipirinhas y lo terminaron enterrando en Bombinhas (todo ocurrió en sucesivos domingos).
También un domingo te conocí y un domingo confirmamos que éramos el uno para el otro, aunque yo insisto en que fue sábado, nada más que para salir del molde, para no encerrarme en este irritante esquema que no es mío.
Hoy es sábado y por eso puedo pensar estas ideas. Si hubiera sido fin de semana, creo que la computadora habría explotado, no encendido o yo no habría escrito más que pelotudeces. ¿Hoy es sábado?

sábado, 9 de mayo de 2015

Ausencia VI

Miro al horizonte
y solo veo bruma uniforme
miro a mi alrededor
soledad interminable.
Arden las llagas
que tu ausencia provoca,
queman las lágrimas
que por mis mejillas caen.
Suspiro por tus ojos
que hoy no me miran
suspiro por tus besos 
perdidos entre mis recuerdos.
Callo solo un momento
intentando oir el eco de tu voz
callo y el silencio
se adueña de mis sentidos.
Estiro mi brazo buscando tu piel
que es fuente de mi energía
abro mi palma buscando tu cabello
refugio de mis miedos.
Sueño que te fuiste
llevándote mi alegría
despierto y caigo en la cuenta
que en efecto eso has hecho.

martes, 5 de mayo de 2015

Lo que encontré

Encontré que dentro de cada hombre, de cada amigo, de cada uno de nosotros hay una profunda oscura e indómita soledad.
Encontré en ese fondo del alma una negrura intimidante, un espacio sin fin, con un aire helado y una atmósfera que propician el acelerar del corazón.
Alcancé a vislumbrar por entre esa penumbra endiablada aquellos miedos inconfesables guardados bajo mil llaves incorruptibles, demonios que acusan, ángeles que cuidan.
Encontré que dentro de cada individuo hay un amontonamiento sin discreción de palabras perdidas, de sentimientos encontrados, de coraje sin sentido que aprovechan con intención las sombras de los sueños para asomar a la vida real y personificar con delirio y sin razón aquello que se lee en la mirada perdida de los perdidos espíritus que pululan tras las ventanas de las casas que orillan el sendero tortuoso de la vida.
Y entonces me hallé encontrando en mí mismo esa oscuridad, esos miedos aterradores, esos fantasmas dominadores, esos ángeles y demonios [?] que desde el interior tienen el timón de nuestros sueños.

sábado, 14 de marzo de 2015

Diálogos con el monitor (a falta de espejo)

Levanté la vista y me estaba mirando fijamente, sin motivo alguno más que lo que le rondaba en la cabeza.
- Ya no puedo más.
- Siempre decís lo mismo, si alguna vez hicieras algo al respecto...
- Podría hacerlo, pero al segundo me arrepentiría. No le veo salida.
- Opciones hay, todas tienen riesgos y también oportunidades de ser una mejor persona.
- Vos lo decís porque no te importa nada, como dice ese graffitti en la pared.
- Dependo de vos, depende de cómo lo veas, tengo mucho que perder.
- ¿Me estás diciendo inestable? Yo no soy una persona impulsiva, menos...
- Bla, bla, bla! - en tono burlón.
- Me harté, no se puede hablar con vos.

Al volver a la cocina, ya estaba de mejor humor. No porque le gustara estar ahí ni hacer lo que se suele hacer ahí, sino porque el sol le había entibiado el hombro y los huesos ya no le molestaban tanto.
- Podría hacer algo, tal vez sentarme a tomar un vaso de cerveza.
- Eso apenas puede considerarse hacer algo.
- Siempre hay una observación a todo, no? No podés aceptar la cosa tal cual viene, siempre hay que tratar de corregirla.
- Pero tengo razón, no? Para mi, hacer algo implica al menos transpirar un poco. Mover los músculos, esa clase de "hacer cosas".
- Ya de oirte decirlo me acalambré. Aunque lo que me molesta no es que tengas razón, sino la forma de decirlo, con esa soberbia arrogante, con ese desdén sabelotodo.
- Alguien tiene que decirte las cosas, nunca hacés caso.
- Gracias.
- Por qué me agradecés?
- Por salvarme. O intentar hacerlo...

jueves, 5 de marzo de 2015

Nada

Nada.
Al final de todo, no hay nada. Lo que existió se consumió, se transformó en otra cosa o simplemente se hizo recuerdo.
Tanto afán para llegar, tanto apuro para encontrarme con un desierto. Sopla el viento, silba entre los ramajes desnudos de algunos flacos árboles que no son sino sombras. Pobre metáfora de un futuro que nunca existió sino en mis deseos; berreta figura de una promesa que nunca se cumplirá.
Nada.
Ni siquiera odio ni rencor; ni frustración ni reproches; ni bronca ni desprecio.
Lo que pudo haberse sentido en algún momento, ahora ya no es más que historia. Dejó lugar, si cabe la expresión, a un vacío etéreo, a una nada potente.

Ahora miro hacia adelante. Atrás no hay nada que me interese. Adelante tampoco, pero no hay opción.

sábado, 21 de febrero de 2015

Liberación en velocidad

De pronto, el viento que golpeaba su rostro le hizo sentir una inesperada, desconocida sensación de liberación de esas trampas que lo atenazaban todo el tiempo. Ya los gritos de su hermana pidiéndole plata, los ruegos de su madre para que se consiga un mejor trabajo y crezca y los desplantes de Laura no le parecieron tan insuperables. De ahora en más, los problemas los tendrían que solucionar ellos.
La velocidad en el rostro le despejó aún más sus pensamientos; ahora estaba claro que huía de esa vida que había construido a costa de sus propios sacrificios y modelada y diseñada por extraños que decían interesarse por él. El pelo largo que tantos reproches le había valido por parte de su padre, alimentando sus infinitos prejuicios y sus hirientes comentarios, se tensaba tras su cabeza tironeado por la fuerza del viento.
Imprevistamente, un grito le brotó por la garganta, se fue agrandando a medida que avanzaba hacia afuera y se potenció en su paso sobre la lengua. Desde afuera parecía un grito de terror pero bien sabía él que era un grito de libertad, la contraseña que todos saben y que nadie usa. Se sintió poderoso, capaz de todo y se sumergió aún más en la velocidad.
Allí encontró que lo que siempre había sospechado, lo que nunca había podido ver con claridad, ahora se le presentaba sencillo, incluso hasta obvio. Desdeñó lo trivial y frunció el ceño menos de un segundo por algo que le pareció importante: ¿quién le daría de comer a Chester, su gatito?.
Pero incluso esta cuestión dejó de tener importancia en el momento en que su frente se estrelló contra la vereda.

viernes, 2 de enero de 2015

Hombres simples

A los hombres de vida sencilla, de acontecer cotidiano, de costumbres locales y de alma pequeña e irresoluta les está vedado el mundo de vida social mundana.

A los hombres de vida sencilla se les niega el acceso como a un night-club super exclusivo esa vida de avatares varios y ajetreos llamados comunes.

A los hombres de vida sencilla no se los acepta por ser considerados ignorantes de la verdadera vida, no conocedores de algún vulgar secreto social, político, vivencial.

Sin embargo, ¿alguien le preguntó a los hombres de vida sencilla si deseaban entrar a esa vida más compleja?
Desde mi perspectiva de hombre sencillo le cuento a quien quiera escuchar que podemos parecer ignorantes, toscos e incluso algo idiotas, pero les aseguro que no estamos disgustados con nuestra simple y llana vida, escasa en complicaciones, vencimientos, culpas o tarjetas sin fondos.

A pesar de todo tenemos un buen talante dispuesto a albergar sollozos y penas de quien quiera confiar en estas almas vagabundas, simples pero a su manera, complejas