martes, 31 de agosto de 2010

Percibiendo la ciudad con los sentidos [5]

OLFATO

-Estoy muy cansada. Quisiera hoy un buen masaje y morirme hasta mañana. No, mejor por una semana. O vacaciones, pero me van a descontar los días. Mejor, desaparezco y digo, no sé, que se murió un pariente o que me abdujeron unos aliens exploradores. Y este idiota del 2º que se empeña en hacer bifes a la plancha a las 4 de la tarde... Mejor me voy a lo de la Pato a ver si sabe algo del primo. ¡Es que olía tan bien esa colonia (tengo que averiguar la marca, para regalarla) que tenía puesta! No es que fuera tan lindo, pero bueno, hay que pasar el invierno, dicen. Un buen baño me vendría bien, ponerme una loción fresca, algo relajante. Ese champú de ortigas que olvidó el último incauto es su mejor recuerdo, huele a verde, a pradera, porque lo que era él, ufff, olía a guerrero cobarde, a esclavo traidor, a letrina de baño público. Bueno, exagero, pero más o menos... Me tomo un taxi, todos huelen igual, a ese olor de desodorante de auto mezcla con desinfectante, algunos de limón, otros de pino, da igual, todos me ponen de mal humor. ¿Será que en verdad necesito un masaje? Menos mal que el taxista no intentó darme charla porque me tiraba del coche; le pagué con un billete sucio, me olí las manos y aún estaba ahí ese hedor de múltiples manos e inmundos bolsillos, gracias que traigo este gel antibacterial, que me quedó en el fondo de la cartera del invierno pasado, por lo de la gripe A. Me bajé y me asaltó un tufo rancio de cloacas y desagües, maldita sea, ¡quiero un mate! Y sin embargo, esta perra no está en la casa. Le dije que me esperara, qué clase de amiga es, la voy a llamar... No, mejor me meto en este salón de belleza, tal vez ese masaje deseado con cremas frescas y aromas suaves me despejen la mente y el cuerpo. Ah! Jazmines, arándanos, azahares… Me está agarrando una modorra, me duermo... ¡Qué placer!

viernes, 27 de agosto de 2010

La tabla del inodoro en el ojo de la tormenta

Acá se va a armar revuelo. O más bien, eso espero, así resolvemos de una vez este entredicho.
Lo que no me gustaría es perder los votos del grupo femenino que tan fielmente me viene renovando su confianza elección tras elección. Los masculinos me siguen por compromiso, ya lo sé, y espero con esto captar su atención.
Comenzamos la sesión, pónganse cómodos, que empieza la argumentación (y pinta para largo).

Todo comenzó el año pasado, con una discusión tras haber usado el baño antes que una mujer (en la Municipalidad de la Ciudad Visible, los baños del personal son unisex, como en Ally Mc Beal) y ella me recriminó el no haber bajado la tabla del inodoro. Soy un caballero y decidí inclinar la cabeza y dejar pasar el hecho.
Esta semana volvió a repetirse el altercado, y ya embebido en un clima de confianza con dicha señorita, sumado a mi carácter espontáneo, comenzó el debate.
El conocido argumento de las mujeres es que nosotros debemos levantar la tabla al hacer uso y luego bajarla tal como estaba. Bien, eso está bueno, se puede hacer. ¿Pero por qué tanto escándalo cuando la tabla queda arriba? La respuesta, bien conocida también, es que les da asco tocar la tabla, además de ser un foco de infecciones y demás.
Ahora, acá va mi argumento y mi posición al respecto: cuando ingreso a un baño, mi actitud es, si la tabla está arriba utilizo el inodoro tal cual, y si está abajo, la levanto, uso y luego la subo. No disfruto tocar la tabla, que quede claro y lo hago porque estoy acostumbrado a hacerlo. Pero si la encuentran abajo, se quejan, sin pensar que tal vez ellas mismas la dejaron ahí.
Y otra: ¿por qué ellas no pueden tocar la tabla y nosotros sí, siendo que ellas apoyan sus preciosas nalgas allí, dejando vaya a saber qué adherido a la superficie?
Es decir, si alguien tiene que agarrarse flor de infección, mejor que seamos los hombres.
Ellas dicen que está mojada porque nosotros la regamos: si el hombre levanta la tabla no hay posibilidad que se moje, tal vez un par de gotitas en la parte inferior de la misma, que cuando se baja, no queda en contacto con la piel, suponiendo que el caballero en cuestión tiene mal pulso. No me puse a inspeccionar cuando las señoritas lo utilizan (repito, soy un caballero) pero cabe la posibilidad que alguna gotita salpique igualmente el aposento.

Declaro todo esto y no es con la intención de poner en pie de guerra a las féminas, si no todo lo contrario, para establecer un pie de igualdad entre los géneros y que no haya reclamos ni cuestionamientos originados por este tema.

Por supuesto, hasta que no se haya acallado la última voz, no se dictará la ordenanza.
Los escucho ciudadanos.
Int. Etienne

martes, 24 de agosto de 2010

Percibiendo la ciudad con los sentidos [4]

GUSTO

¿Cómo nos verán los antropólogos de acá a mil años? ¿Qué pensarán de nosotros cuando desentierren un celular, un posavasos, una tijera? Espero que cuando encuentren mi traje a rayas, no piensen que era un preso de verdad...
Si hoy quedara enterrada, por ejemplo, mi heladera, van a pensar que yo era un alcohólico: media botella de Gancia, una de vodka, dos latas de Speed, un fondito de fernet, dos botellas de cerveza y una de gaseosa. Van a pensar que no comía en mi casa nada sólido, más que un danette, un par de limones y un trozo viejo de queso de rallar.
Quizás, en su evolucionada mente crean, al encontrar el folleto de una pizzería con todo el listado de variedades, que el gobierno supremo nos obligaba a comer alternativamente una fugazzeta, luego una tres quesos, al otro día una de anchoas y para el fin de semana, una calabresa y una de jamón crudo y rúcula. Y para los feriados quedan las especiales (harán ellos sus presunciones), la de palmitos y una combinación de panceta, brócoli y espárragos. Y para los que no pagaran los impuestos al día, una mini ración de empanadas; si estaban en la moratoria, y eran vecinos de nombre, a lo sumo un calzone relleno o un plato de patitas de pollo rebozadas.
Y mejor que no abran el freezer, van a pensar cualquier cosa. Comida congelada, para hacer en el momento en el microondas; les parecerá una aberración, una especie de condena domiciliaria como castigo a mi intento de gobernar una ciudad virtual.
Hummm, me dio hambre. ¡Me voy a hacer unas hamburguesas con queso!

viernes, 20 de agosto de 2010

Propiedad exclusiva

¡Ay nena! ¿Cómo se te ocurre que alguna vez te vaya a olvidar?
El olvido es propiedad exclusiva de ladrones, estafadores, asesinos y despistados que necesitan purgar sus penas y enjuagar sus almas.

Además de no poder olvidarte, jamás voy a poder dejar de recordarte porque a pesar que no sos mi propiedad exclusiva (ni yo tampoco),
eso no cambia el sentimiento que existió, que vivió, que invadió nuestras vidas, que se convirtió en la propiedad exclusiva de los dos.

martes, 17 de agosto de 2010

Percibiendo la ciudad con los sentidos [3]

OIDO

Subiendo la cuesta de la avenida, sintió frío. Se abrazó a las solapas del sacón con las manos enguantadas pensando que aunque apurara el paso ya estaba llegando tarde a la oficina. De repente, una melodía apenas audible la sacudió. En realidad sacudió sus recuerdos. Aquel tema...
Se vio jovencísima, en un boliche con las paredes espejadas, una barra larga y generosa en tragos, un puente sobre la pista y unos mullidos y tentadores reservados al fondo del pasillo. Estaba bailando aferrada a la cintura de quien esa noche le haría conocer el amor, ese placer mezclado con dolor, ese cautiverio que te hace sentir libre.
Siguió caminando a pasos veloces, mirando atentamente la ventana por la cual había salido esa música. Al llegar a la esquina, se detuvo en el cordón de la vereda, esperando el rojo que detenga la marea motor y desata la marea humana. Frenó a su lado un taxi para finalizar el viaje de su pasajero; del estéreo salían unos ritmos conocidos...
Con los ojos abiertos, soñó con su abuelo, de chaleco raído, bigote amarillo por la nicotina y ojos entornados, abandonado al ritmo de una surera melancólica. Ella lo miraba desde la mesa del comedor, pensando en lo misterioso que parecía con la pipa en la boca.
Llegó agotada a la puerta de la oficina. Pero se sintió bien, reconfortada. Traspuso el umbral, fichó en el reloj con la tarjeta magnética y escuchó con una mueca en su rostro la música ambiental apenas distinguible del murmullo humano...

sábado, 14 de agosto de 2010

Espera

Al comenzar el alba asoma a mi espíritu,
la luz penetra mis párpados y comienzo a esperarte.
Mi ansia es intensa
camino desde la ventana hasta la cocina, sorbo la verde infusión
me froto la cabeza salvajemente
y presiento tu pronta llegada.
El momento del almuerzo transcurre tenso, en extremo alerta
buscando encontrar algún mínimo indicio
de tu presencia poderosa.
No soporto más el encierro
y salgo a patear las calles individuales de esta ciudad egoísta
no te hallo en el exterior y yo tampoco me siento cómodo allí,
vuelvo a encontrarme escuchando melodías
mirando al vacío,
nublados los ojos,
turbado el semblante.
Atardece y te aguardo, oscurece y ya te anhelo, anochece y desespero;
tu tardanza se me antoja inusual
me golpea en el corazón, me hace dudar,
golpeo la inocente pared y caigo ciego sobre el colchón,
hasta que por fin, un ínfimo movimiento
del espeso y frío aire te delata expectante.
Abro la boca y no emito sonido,
me recuesto sobre mi espalda, ya llegaste, mi espera terminó.

Finalmente y sin dolor,
escapa de entre mis labios un último suspiro.

jueves, 12 de agosto de 2010

Literatura, ficción y más ciudades [16]

Historias de cronopios - Vialidad

Un pobre cronopio va en su automóvil y al llegar a una esquina le fallan los frenos y choca contra otro auto. Un vigilante se acerca terriblemente y saca una libreta con tapas azules.
-¿No sabe manejar, usted?-grita el vigilante.
El cronopio lo mira un momento, y luego pregunta:
-¿Usted quién es?
El vigilante se queda duro, echa una ojeada a su uniforme como para convencerse de que no hay error.
-¿Cómo que quién soy? ¿No ve quién soy?
-Yo veo un uniforme de vigilante-explica el cronopio muy afligido-. Usted está adentro del uniforme pero el uniforme no me dice quién es usted.
El vigilante levanta la mano para pegarle, pero en la mano tiene la libreta y en la otra el lápiz, de manera que no le pega y se va adelante a copiar el número de la chapa. El cronopio está muy afligido y quisiera no haber chocado, porque ahora le seguirán haciendo preguntas y él no podrá contestarlas ya que no sabe quién se las hace y entre desconocidos uno no puede entenderse.

PAPELES INESPERADOS - Julio Cortázar

martes, 10 de agosto de 2010

Percibiendo la ciudad con los sentidos [2]

TACTO

Las calles de la ciudad son ásperas: el asfalto es viejo y tiene algunos baches y aquellas que están hechas con cemento, ésas de color gris, algunas son lisas y otras no tanto y hacen que mis pies descalzos sangren y cuando eso pasa me paro en el césped, que es fresco y suave. Mi casa es una caja de cartón y está percudida de tanto sol y tanta lluvia, aunque ahora hace un tiempo que lo que me preocupa es el frío. A veces miro hacia fuera y pasa gente y la quiero tocar, sentir cómo se siente caminar erguido y que la ropa esté limpia y esponjosa. Y me gustaría sentir esa sensación de suavidad en la piel, esas telas raras para mí, ese roce casi simpático del sintético que genera estática y eriza los pelitos del antebrazo… Pero sé que el sólo pensar que yo los pueda tocar, con mi mugre y mis microbios, ya les da asco.
Y no puedo dejar de recordar que alguna vez mis manos cubiertas ahora de sabañones acariciaron tersas pieles de porcelana, cabelleras perfumadas y nalgas ansiosas de mujeres imposibles. Me empeño en rememorar esas curvas, esas humedades y no dejan de ser pasado, una piel ajena que nunca me perteneció, agónica seda y desesperado algodón. Esos recuerdos mueren de inmediato al sentir la cachetada de la helada matutina en la cara, como castigo por haberme atrevido a tocarlas y me contento con el saber que abajo mío tengo un par de ediciones de la sexta para que la tierra y el frío no se me colen entre el pantalón.

viernes, 6 de agosto de 2010

Silencio

Silencio,
no hagas ruido que estoy pensando,
no me molestes con tus tonterías,
estoy perdido en un mar de dudas (y olvido).

Silencio,
dejame reflexionar en paz,
no interrumpas con chismes de pasillo,
con tus problemas inventados
dejame tranquilo que mis internas
serán el comienzo de un nuevo proceso.

No es necesario que te vayas.
Sólo te pido que hagas silencio
que disfrutes de su compañía
que lo aproveches para pensar
qué es lo que siente tu corazón
y por qué no,
para acompañarme con tu propio silencio...

martes, 3 de agosto de 2010

Percibiendo la ciudad con los sentidos [1]

VISTA

Existen tres niveles visibles en la ciudad, los cuales son mi objetivo, mis musas inspiradoras, mi fin último. De todos aprendo y a todos afecto; de todos podemos recibir influencias y a todos podemos aniquilar.
Miro hacia arriba y veo ventanas, balcones, frisos, balaustradas y mampostería a punto de caerse. Y también veo viejas en batones raídos fumando con resignación mientras riegan las macetas, veo un gato barcino hacer equilibrio por la medianera mientras sujeta por la cola una laucha, espío por la ventana qué hace la vecina del funcional (que está mas buena que comer dulce de leche con las manos) y, cuando camino, miro hacia arriba cada vez que paso por debajo de un árbol, no sea cosa que me cague una paloma.
Miro hacia abajo y veo veredas de todo tipo, cordones, asfalto y cemento armado que precisan unos arreglos. Y también veo chicles pegados desde hace años, una moneda de 25 centavos que junto para el bondi, muchísimas clases diferentes de basura (de las reciclables y de las otras) y, cuando camino, miro hacia abajo cada vez que paso por enfrente de tu casa, no sea cosa que pise un regalito del Sultán.
Miro al frente y veo portafolios, carteras, paraguas, trajes de corte, tailleurs y remeras gastadas. Y también veo ambiciones en esos ojos frenéticos, frustraciones en esos otros cansados y locura en aquellos excitados. Veo hombros duros por el gimnasio y caídos, vencidos por la derrota; veo brazos que protegen la cintura de la criatura amada y otros que cargan el peso de la responsabilidad; veo manos que limpian con tenacidad y manos que piden con resignación y, cuando camino, miro al frente para que sepas que no tengo nada que ocultar.

domingo, 1 de agosto de 2010

Otras ciudades [16]

Bahía Blanca (BUENOS AIRES)

Podría contarles cómo, un sábado a la mañana, conduciendo un VW Gol y después de haber comprado las entradas para el TC2000, manejaba por Moreno y doblé en Vieytes ¡en contramano! Me tuve que meter en un garage porque el malón de vehículos que venía de frente era infernal...

Podría contarles una y mil anécdotas de la vida universitaria, desde los grupos que se formaban (los divinos y los populares), personajes, profesores diabólicos, consultas y exámenes históricos, viajes de estudio (y no tanto), prácticas profesionales...

Podría contarles cómo me sentí, después de hacer el amor, pucho en la mano y mirando alternativamente el ocaso por la ventana del departamento y la terminación de su espalda bajo la luz pálida del atardecer...

Podría hablarles de los innumerables amigos que conocí, los asados y fiestas que compartimos (particularmente una de disfraces), las macanas que juntos cometimos, las borracheras en las que nos sumergimos (ligué golpes, lo juro) y también de la gente que ya no está, siquiera en nuestra vida pero que fue gran soporte...

Podría hablar del sacrificio que es trabajar de 7 de la mañana a 11 y media de la noche para juntar unos pesos mientras nos espera en la mesa de casa la carpeta para rendir ese par de finales molestos.

Podría contar cómo traicionan los que se dicen amigos y cómo te sorprenden aquellos que nunca te abandonan.

Es que se me hace muy difícil resumir tantos episodios que me identifican con una ciudad ocurridos durante 8 años en un solo post.