domingo, 12 de julio de 2015

Eterno suplente

Seguro que lo han visto alguna vez, acarreando los bolsos, tal vez el equipo de mate o las botellas de bebidas para el post partido. Es aquel que camina mirando esperanzado hacia el frente, aquel que por más empeño le ponga, nunca integrará la nómina que incluye a los once jugadores iniciales, aquellos privilegiados que por talento o perseverancia son los elegidos para jugar la mayoría de los minutos.
La lisa verdad era que nada de lo que hiciera suplía su carencia total de destreza para el deporte que quería practicar. 
Qué ingrato es para aquel que ama el deporte que practica, no llegar a cumplir siquiera un minuto, pisar el césped, arrastrar el botín por el piso enredando los tapones por entre la gramilla castigada por la helada pensando e imaginando las grandiosas jugadas que lo harían merecedor de la admiración de todos.
Sus ojos estaban muy abiertos. Miraban y retenían cada una de las jugadas que sus compañeros, y también sus rivales, ejecutaban en el campo de juego. Aplaudía con fervor y hasta alguna que otra vez, gritaba alentando o reprendiendo alternativamente a quienes transpiraban la camiseta. Alguna vez llegó a hacer ejercicios de calentamiento al borde de la cancha, como si eso lo acercara a la posibilidad de ingresar y jugar aunque más no fuera unos segundos.
El sonido del silbato final le era esquivo y lo será hasta el último momento, porque las mieles de la gloria les está vedada a aquellos simples mortales que juegan la liga amateur de la vida; para ellos, los trofeos y medallas son ajenos a sus vitrinas.