jueves, 5 de noviembre de 2015

Batallas de verdad

En esa ciudad hay una avenida de esas con un bulevar en medio. Algunas cuadras tienen un diseño elaborado de especies autóctonas, otras simplemente un estacionamiento. Las que a mi me gustan tienen gramilla y árboles de tilo a los costados.
Nosotros éramos cuatro amigos que vivíamos en la misma manzana. Yo era el mayor, por quince días. Nos pasábamos la tarde imaginando escenarios épicos, aventuras que resultaban verdaderas puestas en escena, con villanos y fortalezas inexpugnables. A veces en la terraza de la casa de Diego, a veces en el patio generoso de la casa de la abuela de Ricardo, muchas veces en la calle y en la plaza. Allí las batallas eran sobre dos ruedas, enfrentando un circuito fantástico, extremadamente complicado y con caminantes ajenos a nuestros deseos de ganar.
Nos unían las veredas en común y también el colegio. Diego fue conmigo desde primer grado hasta cuarto o quinto; ahí repitió pero lo pusieron con mi hermano y seguimos en contacto de esa manera. Incluso en la juventud compartimos la ciudad universitaria, aunque ya no éramos los mismos y nos mirábamos con extrañeza.
El primer tilo empezando desde el extremo oeste de la rambla tiene una forma particular: se parece a una nave espacial. Si te subís, previa apertura de la puerta deslizante, te vas a encontrar con el sillón del capitán, la cabina del piloto y la del artillero y un par de ramas más arriba están las cuchetas y la cocina. Ahí subidos conquistamos muchos mundos y ganamos innumerables batallas.
El tiempo pasó raudo, los caminos de nuestras vidas se bifurcaron, porque así suele ser la existencia. Cada uno tomó sus propias decisiones, soportó las complicaciones de ser vivo, de estar en el sistema. Y él, un día en que nadie se lo esperaba, tomó un cinto, se lo enroscó alrededor del cuello y cerró los ojos al abismo.
Si alguna vez alcanzás a ver a un adulto trepado a un árbol, enfrascado en una batalla interestelar contra una raza brutal, hacele la venia y pedile permiso para abordar que seguro está necesitando con urgencia un ingeniero para reparar el escudo protector.