sábado, 14 de marzo de 2015

Diálogos con el monitor (a falta de espejo)

Levanté la vista y me estaba mirando fijamente, sin motivo alguno más que lo que le rondaba en la cabeza.
- Ya no puedo más.
- Siempre decís lo mismo, si alguna vez hicieras algo al respecto...
- Podría hacerlo, pero al segundo me arrepentiría. No le veo salida.
- Opciones hay, todas tienen riesgos y también oportunidades de ser una mejor persona.
- Vos lo decís porque no te importa nada, como dice ese graffitti en la pared.
- Dependo de vos, depende de cómo lo veas, tengo mucho que perder.
- ¿Me estás diciendo inestable? Yo no soy una persona impulsiva, menos...
- Bla, bla, bla! - en tono burlón.
- Me harté, no se puede hablar con vos.

Al volver a la cocina, ya estaba de mejor humor. No porque le gustara estar ahí ni hacer lo que se suele hacer ahí, sino porque el sol le había entibiado el hombro y los huesos ya no le molestaban tanto.
- Podría hacer algo, tal vez sentarme a tomar un vaso de cerveza.
- Eso apenas puede considerarse hacer algo.
- Siempre hay una observación a todo, no? No podés aceptar la cosa tal cual viene, siempre hay que tratar de corregirla.
- Pero tengo razón, no? Para mi, hacer algo implica al menos transpirar un poco. Mover los músculos, esa clase de "hacer cosas".
- Ya de oirte decirlo me acalambré. Aunque lo que me molesta no es que tengas razón, sino la forma de decirlo, con esa soberbia arrogante, con ese desdén sabelotodo.
- Alguien tiene que decirte las cosas, nunca hacés caso.
- Gracias.
- Por qué me agradecés?
- Por salvarme. O intentar hacerlo...

jueves, 5 de marzo de 2015

Nada

Nada.
Al final de todo, no hay nada. Lo que existió se consumió, se transformó en otra cosa o simplemente se hizo recuerdo.
Tanto afán para llegar, tanto apuro para encontrarme con un desierto. Sopla el viento, silba entre los ramajes desnudos de algunos flacos árboles que no son sino sombras. Pobre metáfora de un futuro que nunca existió sino en mis deseos; berreta figura de una promesa que nunca se cumplirá.
Nada.
Ni siquiera odio ni rencor; ni frustración ni reproches; ni bronca ni desprecio.
Lo que pudo haberse sentido en algún momento, ahora ya no es más que historia. Dejó lugar, si cabe la expresión, a un vacío etéreo, a una nada potente.

Ahora miro hacia adelante. Atrás no hay nada que me interese. Adelante tampoco, pero no hay opción.