sábado, 2 de abril de 2022

Elementos de uso personal

 Normalmente, cuando espero en una fila a esperar ser atendido de lo que sea me ensimismo. Me cuelgo en mi interior, escucho los sonidos que mi mente aleatoria transmite. Repaso cosas que tengo que hacer, recuerdo alguna recomendación, dejo que una melodía escuchada en algún lado me nuble la conciencia aunque después me persiga durante todo el día.

Pero siempre hay algo que sucede que me agarra del tobillo y me devuelve a la realidad, a veces cosas sin trascendencia, otras mejor olvidar y otras como esta, que vale la pena inmortalizar.
En todo viaje que penetra territorio patagónico, por tierra o por aire, hay lo que se denomina la barrera fitosanitaria. En ella se decomisan todo tipo de alimentos frescos con el fin de mantener la zona libre de ciertos flagelos como la aftosa y la mosca de la fruta.
Delante mío había una señora que pasaba sus equipajes de mano y bolsas de shoppings y mercados varios por el escáner de la fundación encargada de dichos menesteres. El personal le revisó sus pertenencias hasta dar con una figura de forma extraña. Se notaba que no alcanzaban a deducir de qué se trataba, estaban entre perturbados y curiosos, y la comenzaron a interrogar sobre la naturaleza de ese objeto, largo y no tan fino. La señora traía entre sus pertenencias varios chorizos secos, según me contó después y no quería que se los sacaran. 
A la pregunta, tímidamente realizada, y aprovechando el vicio de la mente de perderse por callejones mal pensados, la señora replicó, imperturbable, que eran objetos para uso personal. Con el rostro rojo e incomodísimos, la dejaron pasar.

A mi me sacaron el paquete abierto de criollitas, nomás por bronca