domingo, 27 de septiembre de 2009

Hallazgo

Encontré que dentro de cada hombre, de cada amigo, de cada uno de nosotros hay una profunda oscura e indómita soledad.
Encontré en ese fondo del alma una negrura intimidante, un espacio sin fin, con un aire helado y una atmósfera que propician el acelerar del corazón.
Alcancé a vislumbrar por entre esa penumbra endiablada aquellos miedos inconfesables guardados bajo mil llaves incorruptibles, demonios que acusan, ángeles que cuidan.
Encontré que dentro de cada individuo hay un amontonamiento sin discreción de palabras perdidas, de sentimientos encontrados, de coraje sin sentido que aprovechan con intención las sombras de los sueños para asomar a la vida real y personificar con delirio y sin razón aquello que se lee en la mirada perdida de los perdidos espíritus que pululan tras las ventanas de las casas que orillan el sendero tortuoso de la vida.
Y entonces me hallé encontrando en mí mismo esa oscuridad, esos miedos aterradores, esos fantasmas dominadores, esos ángeles y demonios [?] que desde el interior tienen el timón de nuestros sueños.

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Qué diablos significa?

Si todo lo que importa en este mundo o en esta vida es lo que nos marca el norte y ese norte es finalmente alcanzado, ¿significa que ya no puedo hacer nada más que sentarme a esperar?

Si aquello que me importa de verdad y que me marca un sendero resulta ser una falacia, una mentira, un maldito escenario de cartón pintado, ¿significa que fui un actor de cuarta cumpliendo un horrible guión?

Si no puedo pensar en otra cosa más que en el tiempo que desperdicié adorándote, ¿significa que podría estar perdiendo el tiempo imaginando que amo?

Si no soy capaz de protegerme contra el aluvión de negatividad, hostilidad y escepticismo que me rodea, ¿significa que los mínimos gestos de cordialidad se han declarado extintos?

Si hay gente, infelices y miserables, que merodean hambrientos alrededor de la felicidad ajena, ¿significa el fin de la dignidad, el sitio último de la humanidad?

martes, 22 de septiembre de 2009

Los pulmones verdes

De a poco, el verde viene asomando.
No solamente por causa de la primavera, sino porque he decidido mejorar los espacios verdes de la Ciudad.
Si hay algo que me desagrada es llegar a una ciudad y después de una caminata por sus lugares de interés, no encontrar un lugar para descansar bajo la sombra de algún espécimen arbóreo.
Entonces he plantado varias clases de árboles en derredor de una fuente y todo un predio lindante con las vías. En las ramblas del centro, el césped nuevo brinda un fresco colchón donde recostarse a tomar unos mates. Al lado del mástil donde flamea el gran pabellón nacional, vastas hectáreas brindan un marco ideal para la actividad física.
Esos espacios escondidos, ocultos para el transeúnte apurado, esos rincones a la vuelta de una rotonda, esas plazas con desniveles provocados por el terreno, ese reparo que brinda un arbusto, todos son joyas en la corona de la ciudad.
No me gustan esas ciudades de puro cemento, de plazas concretas, de autopistas que no unen, de altos edificios que no dejan ver ni respirar.
No se ahoguen mis ciudadanos, no contengan más la respiración.
El aire puro comienza a circular y todos nosotros lo podemos disfrutar.
Salût, mes citoyens!!
Int. Etienne

sábado, 19 de septiembre de 2009

One touch of style

El sol castiga la tierra reseca. Hace 38 grados de calor a la sombra pero todos los santiagueños sobreviven a las inclemencias naturales disfrutando de su tan famosa siesta. No, todos no.
Guillermo, más conocido como "La aplanadora" por ser de físico grande y forzudo, Luciano y Lito se dirigen, atravesando la calle que más parece un caldero, a un descampadoubicadoal final de la arteria principal del pueblo. Allí estaban esperando otros chicos pateando una pelota de cuero cosido a mano, anticipando lo que sería un extraordinario enfrentamiento. Los tres protagonistas conforman desde hace tiempo un equipo imbatible.
Hece pocos días habían recibido un desafío de otro equipo y se habíann citado a la hora de la siesta para decidir, en un encuentro definitivo, quien era el mejor en todo el pueblo.
Cuando el partido empezó hacía mucho calor pero los chicos no le prestaban la mínima atención. Enseguida los muchachos, tras una combinación estupenda, tuvieron la posibilidad de abrir el marcador. Pasados varios minutos de intenso juego, empezaron a sentir el agobiante calor y a transpirar copiosamente bajo el sol.
Ya en el final del partido, Guillermo, que jugaba d elíbero, arrancó desde su arco, Inmediatamente levantó la cabeza y observó el panorama; los delanteros, entre ellos Luciano estaban marcados. Decidió jugar con Lito recostado sobre el lateral derecho de la cancha. Éste giró y vio sobre él la marca de un delantero rival; lo eludió y le devolvió la pelota a Guillermo. Aprovechando esta situación, Luciano se sacó su marcador de encima y corrió a recibir el pase de Guillermo. Cuando lo recibió comenzó a correr hacia el arco rival. Gambeteó a la carrera a dos y quedó solo enfrentando al arquero. En un segundo, elevó la pelota, saltó lo más alto que pudo, arqueó en el aire su cuerpo y con la pierna izquierda impactó el balón, que fue a clavarse en el fondo del arco.
Dos meses después de ese partido, los tres adolescentes viajaron a Buenos Aires. Se establecieron en la casa de un pariente de Lito; enseguida fueron a asociarse al club del barrio e ingresaron al equipo que ese mismo año salió campeón.
Al año siguiente los tres muchachos consiguieron el pase a las inferiores de San Lorenzo, club que estaba a más de treinta cuadras de su casa. Allí, los chicos santiagueños llevaron al equipo al cuadro de honor al ganar el campeonato invictos con sólo seis goles en contra en dieciocho partidos.
Los chicos juntos eran el terror de las defensas adversarias.
Pero un fatídico día de octubre, durante los entrenamientos, Luciano sufrió una grave fractura de tibia y peroné; doce días más tarde Guillermo se desgarró en un partido y siguió jugando hasta que el dolor agudo que sentía se lo impidió.
El médico pronosticó que Luciano y Guillermo no podrían jugar nunca más a nivel profesional. Los dos jóvenes desesperados, decidieron regresar a su provincia natal. Lito se quedó en la capital pero el equipo perdió el carisma que le habían infundido los tres santiagueños.

martes, 15 de septiembre de 2009

Reses humanas

Existe en el barrio de Floresta un galpón solitario donde funcionaba hace muchos años un frigorífico. No se sabe la razón de su abandono aunque corren entre la población muchas versiones explicándolo. Es un galpón que a simple vista es desagradable a los ojos críticos de un arquitecto; en la pared norte hay miles de inscripciones en aerosol pintadas por los alumnos del colegio técnico ubicado a dos cuadras.
En una ocasión en que viajé a la capital para un curso de perfeccionamiento apícola junto con otros colmeneros, pasamos junto a este lugar en colectivo y me llamó la atención ese edificio feo y oscuro. Le pregunté al colectivero y éste sin soltar el gran volante me refiró esta extraña historia:
"Hace varios años que yo recorro este barrio y desde que comencé a trabajar aquí me interesó el motivo del abandono del frigorífico "La Crucificción". Raro nombre dirá usted y yo le contesto que tuvo mucho que ver en esta historia.
En los primeros años, según me contaron, trabajaban treinta y cinco obreros, entre faenadores y cargadores. Un buen día, uno de ellos apareció pendiendo de un gancho para colgar las reses. Se investigaron sus intereses para poder localizar un posible enemigo económico, sin resultado.
Pasaron tres semanas hasta que otro empleado fue encontrado muerto, esta vez descuartizado en la sección faenamiento.
Los dueños, que por esta mala propaganda estaban perdiendo clientes, vendieron el establecimiento. Los nuevos empleadores conservaron vaya a saber por qué el nombre, aunque se preocuparon por desmentir los sucesos. Sin embargo, cuando se cumplieron dos meses del cambio de patrones ya sumaban en total cinco muertes, todas ocurridas de un modo inexplicable. Por ese tiempo, haciendo autopsias, hallaron una característica común en todos los cadáveres: el corazón se encontraba desgarrado en su parte inferior, como si hubiera sido cortado por un cuchillo, aunque no se encontraron las huellas por donde había penetrado el arma. Este dato, a pesar de todo, confundió más de lo que orientó a los que investigaban este caso.
Los antiguos dueños murieron al desbarrancarse su auto cuando realizaban un viaje de negocios. Parecía como si la muerte se hubiera ensañado con aquellos hombres. También trascendió que uno de los obreros presentó su renuncia y con el dinero que le pagaron compró un boleto; ese avión cayó al océano cobrándose por suerte, según comentarios de esa época una sola víctima."
El colectivo estaba llegando a su destino y yo no quería perderme la conclusión de esta historia, así que decidí acompañar al colectivero hasta la compañia y así darle tiempo a que termine el relato.
"Uno a uno fueron muriendo los empleados del establecimiento. Todos los cuerpos sin vida presentaban un pequeño tajo en la base del corazón y según posteriores autopsias los huesos de la palma de la mano quebrados en astillas.
Muertos la totalidad de los empleados, incluyendo los fundadores, aparecieron los cuerpos de los últimos dueños colgados de la pared, clavados por las manos con enormes clavos y con una lanza en sus costados izquierdos. El misterio acabó aunque no se explicó nunca. Desde ese día el edificio se conserva cerrado."
Un poco sobrecogido me bajé del colectivo, después de haber escuchado la historia que les acabo de relatar y no me la pude sacar de la cabeza durante toda mi estadía en aquel barrio.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Presencia mortal

Eduardo Drumond era ingeniero agrónomo y vivía en la ciudad de Rosario. Era un profesional próspero y sus honorarios solventaban holgadamente los gastos producidos por él y su familia. Era aficionado al yachting y a la caza, siendo este último hobby el que más lo apasionaba.
Un día caluroso de enero estaba en su casa trazando algunas curvas de nivel en un trabajo que debía finalizar lo más pronto posible, cuando recibió un llamado telefónico de su amigo Roberto invitándolo a una cacería en la provincia de Formosa. El ingeniero aceptó entusiasmado; enseguida aprestó sus armas y municiones y se fue a la cama temprano pues lo pasaban a buscar por la madrugada.
El viaje se sucedió sin problemas hasta la entrada a la capital formoseña; allí se detuvieron en una caseta de la policía caminera donde les revisaron el vehículo. Por suerte, los astutos cazadores habían ocultado las armas por previsión a un caso como este. Pasado este inconveniente llegaron sin niguna otra novedad al lugar donde se instalarían.
Luego de acampar, acomodar los implementos de cocina y establecer los lugares donde dormirían los cazadores, Eduardo tomó su fusil e intentó penetrar en la selva, sin éxito. Frustrado, decidió irse a dormir.
Al otro día amaneció lloviendo aunque amainó rondando el mediodía. Los cazadores decidieron permanecer en las carpas hasta que la tierra absorviera parte del agua caída. Mientras tanto, Eduardo limpiaba y lustraba su arma sentado frente al fogón y soñaba con cazar un gran tigre. Alrededor de mediatarde decidieron salir a la noche, después de cenar y esperar la presa junto a algún ojo de agua perdido en el monte.
Eduardo comió intranquilo su arroz blanco y se unió al grupo que ya caminaba en dirección a una aguada. Primero se asentaron en la margen norte. La luna, que estaba en su fase creciente, poco ideal para apostarse de noche, no ofrecía buena visión debido a su escasa luminosidad.
Pasaron dos horas y en la costa del charco no se veía ningún movimiento animal; en ese momento Eduardo decidió marcharse a la margen opuesta. Así se los dijo a sus compañeros y sin esperar respuesta desapareció entre la neblina que empezaba a formarse.
El ingeniero caminó por la orilla y plasmadas en el barro vio huellas muy frescas de tigre. Entusiasmado, llamó a gritos a sus compañeros y como juzgó que tardaban demasiado, colocó la linterna encendida en el suelo iluminando el camino que él habría de tomar.
Los demás tardaron en hallar la linterna unos diez minutos; en ese lapso escucharon diecisiete disparos de fusil, nueve de los cuales pasaron muy cerca de ellos. Cuando la encontraron apenas iluminaba la espesura del monte formoseño.
Penetraron unos pasos y en el medio de un claro yacía Eduardo, muerto y despedazado por la bestia. Los cazadores vieron en la negrura de la noche, un par de ojos rojos, acechantes como si estuviera eligiendo a su próxima víctima. El grupo retrocedió sin sacar los ojos de esa presencia inquietante. Cuando estuvieron en la aguada echaron a correr hacia el campamento mientras escuchaban un espantoso alarido de satisfacción.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El llamado del amor

Felipe de Quevedo y López marchaba solitario por entre el monte bajo que circunda el fabuloso castillo de Montagout.
Cierto es que Felipe está casado con Margot, la hija del Conde; una joven capaz de cortarle la respiración a más de un valiente escudero.
Cierto es que a Felipe, dueño de grandes feudos y una extraordinaria herencia que le fue legada por su padre, Soberano de Quevedo, reino que a su vez es gobernado por Lope de Quevedo y Sánchez, hermano mayor de Felipe, no le faltaban dinero ni joyas. Ése no era el problema que lo aquejaba y que lo mantenía en vela desde hacía tres noches.
Hacía algún tiempo, Felipe, aún soltero, participó en una campaña contra los históricos, acérrimos rivales de Quevedo, los infames de Navarro. Allí, en la capital, durante su asedio y ocupación, el noble de Quevedo penetró en una catedral y en la nave central distinguió una silueta que oscura y solitaria oraba con los brazos elevados al cielo pidiendo vaya a saber que favor personal. Felipe caminó hacia la figura y ésta, al escuchar sus pasos se levantó súbitamente del suelo y giró para enfrentar al noble quevediense. Felipe se encontró de frente con una joven de gran estatura y cuerpo esbelto, ojos tristes y cabello claro hasta la cintura. Su cuerpoestaba cubierto de una túnica larga y marrón; su primera reacción ante Felipe fue escapar corriendo pero luego, al observar la armadura y el escudo del noble, se detuvo.
Felipe continuaba parado en el centro de la nave, mirando fijamente los pardos ojos de la joven doncella. Ésta, sin pronunciar una palabra, despojó al joven de sus atavíos de guerra y luego se quitó la túnica; su hermosura, digna de los dioses, deslumbró a Felipe. Luego de poseerse, allí en la catedral, la doncella se vistió con su manto y desapareció.
En los días siguientes, ya conquistada la ciudad, Felipe retornó a la catedral con la esperanza de encontrarse nuevamente con aquella joven; todo en vano pues ella no vovlió a aparecer.
Más tarde, las tropas se retiraron de Navarra y así Felipe perdió las esperanzas de encontrarla.
Mucho después, conoció a Margot de Montagout y se casó con ella, luego de un matrimonio estratégicamente arreglado por sus padres.
Él, creyó ver entre los concurrentes aquél rostro de ojos pardos que le hizo conocer el verdadero amor pero fue un desengaño.
El joven soldado quevediense no pudo encontrar solución a su problema entre sus pensamientos; caminó lentamente hacia sus armaduras y luego de tomarlas entre sus manos, las arrojó al foso que rodea el castillo.
Luego, se despidió de su corcel que lo saludó con un triste relincho y se dirigió a la cocina. Tomó uno de las dagas del chef y escondiendo el arma entre sus ropas subió a su habitación.

Jamás comprendieron el porqué de su muerte. Sólo hallaron su cuerpo sin vida envuelto en una túnica marrón, que brillaba tenue, persistentemente.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Revelaciones

Sin novedades, no sobrevive un blog. No se puede pretender que el público se mantenga expectante si uno no regala un inesperado golpe de timón, un giro extravagante o aunque sea una sórdida historieta.
Tengo que hacerles una revelación. Más que eso, contarles una verdad indecorosa.
Todo el que ha posado sus ojos en este espacio se ha dado cuenta que me gusta cuentear (el adjetivo calificativo queda a criterio de ustedes) y lo vengo haciendo desde hace bastante...
Hace tiempo, a mediados del secundario, con un par de amigos escribimos un libro. El libro tuvo una tirada limitada de un solo ejemplar (todavía recuerdo el nombre de la editorial, Greco Ediciones) prolijamente escrito a máquina con exactos márgenes, tapa dura ilustrada y cosido a mano.
El libro tenía en su interior 8 cuentos, de los cuales 4 eran de mi autoría. Además, contaba con un prólogo, una hoja con el título de cada cuento y una ilustración que ambientaba el relato y por supuesto el índice al final.
No sé donde ha quedado ese único ejemplar; no sé quien lo puede tener. Pero ordenando papeles, encontré los borradores de aquellos cuentos iniciáticos.
Y como sé que a ustedes les gusta leer alta literatura (?) los voy a reproducir en entregas sucesivas, para someterlos al exigente juzgado que mis innumerables lectores componen, es decir ustedes. Si, ustedes dije!
Preparen sus juicios demoledores, sus frases hirientes, sus prejuicios a flote, sus insultos preferidos.
Mañana, la primera entrega.

Salût, mes citoyens!
Monsieur Etienne, le Maire

sábado, 5 de septiembre de 2009

Literatura, ficción y más ciudades [7]

La ciudad de Rosario estaba viviendo la catástrofe meteorológica más grave e inexplicable de la historia. Temperaturas de cien grados bajo cero, vientos descontrolados, nieve, hielo, inundación, fenómenos eléctricos. Las autoridades daban las más severas instrucciones para evitar males mayores, basándose en el supuesto de que las condiciones eran demasiado antinaturales para que duraran. Los locutores leían los partes, se repetían, improvisaban largas tiradas tratando de llenar el tiempo, como hacían siempre que había alguna noticia importante y al mismo tiempo no la había.

En la mesa, se hacían comentarios burlones. El único que no decía nada era el pobre Giordano. Se encontraba incómodo allí y habría preferido marcharse. Pensó que sus amigos eran muy diferentes entre sí y las diferencias estaban en distintos niveles de comparación. Si quisiera hacer un cuadro sinóptico con ellos, debería usar más de dos coordenadas, y la línea que uniera los puntos pasaría por muchas dimensiones, más de las que tenía el mundo.

Los misterios de Rosario - CESAR AIRA

martes, 1 de septiembre de 2009

Y por casa, ¿cómo hablamos?

Ana se anda preguntando por qué razón los hombres y las mujeres no se entienden si ambos hablan, en teoría, el mismo idioma.
Y con pasar un día hablando con gente común y corriente, con profesionales, con estudiantes, hombres y mujeres, me di cuenta que son varias las causas de la incomunicación.
A saber:

1- El impacto del mercadeo (márketing):
El aspecto de las cosas y cómo se presentan han afectado incluso al lenguaje. Ya no se dice peluquero, sino estilista o coiffeur; hacer un viaje de turismo a cualquier parte y con poco lujo, se dice turismo aventura.

2- La profesionalización del lenguaje:
Los que tocan de oído o saben por arriba algún tema son consultores o licenciados; los pobres no son pobres, son ciudadanos bajo la línea de pobreza y no pasan hambre, sino que tienen sus necesidades básicas insatisfechas.

3- Introducción de vocablos de otros idiomas:
Pagarle a otro para que se mande las mismas macanas se llama outsoursing; los ñocorpis y las chabombas son lingerie y si una chica no me da bola es que no es de mi target. Los kioskos son drugstores y una caminata se transformó en trekking.

4- Sobredimensión de eufemismos:
Se le dice déficit fiscal al saldo de los robos continuos e indiscriminados de los políticos; asesor a cualquier acomodado y reestructuración a los despidos masivos.

Además, está un aspecto que olvidamos normalmente al sentarnos a hablar con alguien: nosotros estamos suponiendo que el otro entiende los términos usados, que está de humor y concentrado en la conversación y que va a actuar en consecuencia de lo que le decimos.
La Chichi pensó la incomunicación como una cuestión de género y yo pienso que va más allá: creo que cada vez nos volvemos más hacia adentro, más individuales, con escasa capacidad para escuchar, prestar atención y entender lo que le pasa al otro.

Es una cuestión de ponernos por un momento en el lugar del otro y comprender...