viernes, 30 de septiembre de 2011
Al enamorarme de ti
martes, 27 de septiembre de 2011
Reaparición con vida
lunes, 19 de septiembre de 2011
(In) Finito
martes, 13 de septiembre de 2011
Palabras vagabundas
viernes, 9 de septiembre de 2011
Otras ciudades [23]
domingo, 4 de septiembre de 2011
Decepción cotidiana
Ni bien lo vio, supo que tenía que hablar con él. Surgió de su interior ese sentimiento de protección, de querer abrazar y rodear con sus brazos a ese ser que necesitaba de ella, de sus cuidados. De inmediato un sentimiento profundo pero genuino hizo que simpatizara con ese gesto reconcentrado que parecía pintado en su rostro. Se imaginó su persuasivo pero tímido tono de voz dirigiéndose a él, con sus labios muy cerca de su oído, con un acercamiento seguro aunque no agresivo, ella no quería que se la malinterpretara, no pensaba dar muchas explicaciones aunque tampoco quería dar una mala impresión. Conforme se acercaba paso por paso, iba pensando en cómo reaccionaría él, un poco sorprendido, otro poco apenado y ese gesto se transformaba de golpe en una sonrisa de vergüenza pero también de agradecimiento porque su ego no se había visto expuesto sin necesidad, y ella imaginaba que su advertencia no tenía para nadie mala intención, simplemente el destino había hecho que ella se diera cuenta antes, nada más, nada definitorio. Hasta se imaginó su aroma, un poco de hombre curtido bajo el sol, otro poco de calle recorrida una y mil veces y una pizca de colonia y un escalofrío la recorrió, haciendo que sus rodillas se golpearan suavemente y un cosquilleo de placer la embargara sin querer. Se imaginó cómo a partir de su acercamiento comenzaban a reconocerse cercanos, esos seres que nacieron para compartir el mismo aire. Con una sonrisa cada vez más amplia y pensando en que él agradecería con esa mirada plena de sus ojos pardos, iluminados por la alegría y reflejados en los de ella, que lo mirarían con adoración, con esa conexión que no quería aún aceptar, caminó un par de pasos hacia su encuentro y así poder decirle aquello que le explotaba en la garganta.
De la nada y sin mediar un segundo él sacó un arma cortita y con voz firme y amenazante, aunque sin gritar, pidió a los presentes que le entregaran el dinero y celulares y cosas de valor. Todos hicieron caso, no valía la pena morir en manos de un delincuente con la bragueta abierta…