lunes, 31 de enero de 2011

¿Alguna vez te pasó?

Allá en los inicios de esta locura con formato blogger frecuentaba una similar que postulaba diferentes situaciones y preguntaba a los lectores si nos había pasado alguna vez.
Varias veces comenté, varias veces más leí sin identificarme. Pero lo pernicioso (de este caso en particular) de su lectura es que me generó a mi mismo otros ejemplos, tal vez arbitrarios, tal vez propios, muchos de ellos metafóricos, la mayoría pequeñeces sin sentido, que se me atragantaron y se fueron acumulando con el paso del tiempo.
Aquí la lista:
¿Nunca te pasó...
...que vas caminando por la vereda y alguien te pone el pie para que te tropieces?
...que crees plenamente en una persona y ésta te defrauda, traicionandote?
...cuando estás de buena onda que siempre aparece alguien dispuesto a amargarte la vida?
...cuando necesitás una mano que te brinde una ayuda, te das cuenta de la gente que realmente te aprecia?
...que tenés ganas de hacer cosas y alguien te impide concretar tus proyectos?
...que querés expresar lo que sentís y se van sin prestarte atención?

Todavía esos interrogantes me siguen torturando, porque no puedo entender que haya gente de esa calaña.

jueves, 27 de enero de 2011

Viscisitudes musicales

En pleno goce de los beneficios corporativos que mi excelsa posición de intendente vitalicio detenta, me apersoné en una conocida cadena de artículos musicales, munido de los correspondientes "vouchers" que materializarían mis deseos de intercambio.
Luego de una minuciosa, aunque debo reconocer que bastante limitada, elección disquera (cedetera) me acerco a la caja para el correspondiente canje; allí una simpática cajera me dice que podrá aceptarme los cupones pero que como es nueva en el establecimiento, debe llamar a otra persona para que lo haga. Un muchacho de camisa blanca y corbata oscura (no retuve el color exacto, ¿me estaré poniendo viejo?) intentó en vano por espacio de 10 minutos ingresar el código en la computadora que correspondía a mi ya ajado papel, por lo que interpeló en voz elevada a otra empleada del lugar si recordaba dicho número. Como recibiera una respuesta negativa a su consulta, solicitó a la morocha que me había atendido en primer término a que llamara a otra empleada (que estaba en su descanso correspondiente a su jornada laboral) para que le preguntase si recordaba ese bendito código. La respuesta no se hizo esperar: la chica, ya estropeado su descanso, descendió hasta el local y teléfono en mano inició una conversación con una quinta persona (asumo yo que sería una supervisora o quizás la mismísima dueña de alguna productora musical) quien, en una demostración de que bien vale una buena memoria antes que una inteligencia superlativa, le cantó en un santiamén (a ritmo de salsa) el dichoso numerito.
De ahí a salir con la bolsita en la mano fue todo un momento.
La próxima vez que quieran reconocer mis logros ejecutivos, ¿podrá ser en efectivo?

Gracias.
Int. Etienne

lunes, 24 de enero de 2011

Pienso, siento, digo...

Qué difícil, qué arduo, es expresar sinceramente y con todas las letras lo que siento hacia todas las personas que me rodean, que quizás me odien tan indiferentemente como me aman.
Es muy complicado en ciertas ocasiones especiales decir así nomás, resueltamente, los sentimientos que mi corazón cobija porque se puede herir, porque se puede perder todo, porque se puede ser malinterpretado.
Y como se sufre en soledad de cuerpo y alma cuando se debe reprimir, cuando no se puede compartir un sentimiento que fue creado para ser disfrutado, compartido.
Y como se resiente el espíritu cuando no se puede transmitir sin dobleces lo que guarda en su interior.

viernes, 21 de enero de 2011

Percibiendo la ciudad con los sentidos [6]

SEXTO SENTIDO

Siempre me pareció una mancha en el vidrio de la ventana de la cocina, tal vez producto de varios años de ausencia del antigrasa. No le había dado demasiada importancia, nunca fui demasiado quisquilloso con la limpieza.
Con el devenir de la vida una mujer se afincó en casa y con ella se modificaron ciertos hábitos y se incorporaron elementos tecnológicos modernos: limpiador a gatillo y franela tipo balerina, entre otras maravillas.
Intentamos en repetidas oportunidades que el vidrio fuera transparente, como nos imaginamos que era recién salido del horno factoría, sin éxito. Es decir, realmente había estado sucio y ahora pasaba algo de luz pero habían quedado ciertos sectores más opacos que, vistos de un determinado ángulo, formaban un muy particular rostro barbudo, con ojos profundos de mirada sabia y melena a los hombros.
- No puede ser, es muy cliché- me dije sosteniendo el gatillo.
Y sin embargo, ahí estaba.
Mi mente racional se resignaba a reconocerlo, no podía creer en eso.
Pasaron unos meses y un buen día Laurita, mi sobrina, hizo añicos el vidrio de la cocina, esparciendo pedazos del simpático rostro por toda la mesada. Tras llanto, hipo y chupetín, paseo a la vidriería para reponer la pieza destrozada.
Y después de colocar el repuesto, ahí estaba otra vez, quizás más sonriente todavía e incluso me pareció que se había cortado el pelo y emparejado la barba.
Lo saludé y le convidé un mate.

domingo, 16 de enero de 2011

Otras ciudades [19]

Villa El Chocón (NEUQUÉN)

A medida que los minutos iban pasando, pensé que no íbamos a encontrar un lugar agradable para parar y prender fuego bajo el disco. Dimos vueltas desde que llegamos, tipo diez y media de la mañana hasta casi el mediodía. Menos mal que la villa es pequeña, aunque cada día se expande un poco más. Los barrios originales corresponden a las casas que utilizaron los ingenieros y otros profesionales durante la construcción de la presa allá por los jóvenes 70's. Las nuevas casas tienen diseños originales, tipo cabañas o arquitectura racionalista, dependiendo del gusto del dueño y se agrupan más cerca de la costa o del otro lado de la ensenada, junto a la cancha de golf.
El guardia de Prefectura se mostró amable y nos dio la información que necesitábamos. Cruzamos la presa admirando el vertedero y calculando los millones de metros cúbicos de agua que se quedaban con las ganas de arrasar todo río abajo. Después de un corto trayecto por camino de tierra y previo arancel por ocupar un espacio, llegamos a la orilla del río.
La villa ya no se veía, tapada por las enormes torres de alta tensión, la construcción que alberga las turbinas y la gran represa que nos permite vivir conectados.
Brindo por eso!

miércoles, 12 de enero de 2011

La ciudad de los silencios

Ahora que las vacaciones están transcurriendo, sobre la ciudad pesa un extraño silencio. A veces, un murmullo de brisa se cuela por entre las ramas de las acacias y los plátanos refrescando la vereda recién regada. Otras, un remolino de viento cálido arrastra los papelitos que dormían al reparo del cordón cuneta.
Una calle en la que tradicionalmente es imposible encontrar un sitio para estacionar, ahora ofrece múltiples opciones; pero tampoco hay autos que quieran ocupar esos espacios vacíos. Si uno se instala en medio de esa calle y mira hacia el frente se pueden apreciar sin barreras ni peligro de sufrir un atropello los árboles que delatan el parque central a seis cuadras de distancia.
Sentado en un cantero donde reverdece un paraíso se puede disfrutar del silencio, tachonado en forma esporádica por algún taxi perdido o una moto que reparte cerveza. Se echan de menos (o por lo menos se nota su ausencia) los golpes rítmicos de un bombo protestón, las frenadas desafinadas de los internos de la línea 18B y los graves de la música electrónica brotando de un exagerado auto modificado.
El calor agobiante, el sol que amenaza con sus rayos y el asfalto recalentado hasta lo imposible silencian durante la siesta los cantos de las aves y hasta el perro que le ladra al cartero yace con la lengua afuera en la vereda.
El silencio se esparce, se derrama por la ciudad, rebota en las vidrieras cubiertas de lonas, descansa en la sombrita de un zaguán y se esconde en el fondo de un baldío.

viernes, 7 de enero de 2011

Desvarío este año desvaríos antiguos

Llega el fin del viernes y una tranquilidad infinita se apodera de mi cuerpo, después de haber circulado la semana a máxima velocidad y sin parar. Percibo las cosas con una serenidad exagerada, más indolencia que otra cosa. Si la ciudad cayera presa de un hipnótico sueño a partir de este momento no podría ser más estática ni más invisible que lo que es ahora para mi.
Me asomo por el balcón a mirar hacia abajo y pienso que esas luces son intenciones y no vehículos, son invitaciones, son alegrías y tristezas, son voluntades buscando un camino.
Los amigos descansan lejos o se cansan de esperar y sin mirar atrás se marchan aún más lejos. Y no es porque uno no pueda brindarles nada, es porque la simple complejidad de lo cotidiano hace imposible una simple coincidencia (de coincidir, estar de acuerdo) y pasamos a depender del azar para comunicarnos.
De golpe y sin previo aviso, el acelerador se traba de nuevo llevando al extremo el vértigo. Me arrastra, me lleva a lugares donde no deseo estar; mi voluntad tiende a alejarse como magnetizado con el mismo polo, rechazando.
A la larga los individuos se acostumbran a determinados comportamientos extraños porque su repetición los hace tolerables. Aunque seamos honestos, es mucho más interesante no recibir cuestionamiento alguno que poner un esfuerzo en entender; mucho más sencillo enfrentarse a un espejo que me devuelve lo conocido que a un maniquí que nos enfrenta sin miedo.
Tal vez sea mucho hablar de diversidad, digamos disenso, digamos otredad. Total, nos vamos a quedar con la duda de todas maneras...

lunes, 3 de enero de 2011

Crecer

Ya no estás para estas cosas,
vos querés convencerte que tal vez te equivocás
y tu inmadurez te permite ser tan insoportable,
pero el ciclo se cierra sobre sí mismo una vez más,
repitiendo hasta la eternidad una única sucesión de hechos
que por supuesto no te satisface
pero por miedo, por cobardía no te atrevés a cambiar.

Ya no estás para estas cosas
te reiterás mentalmente, pensando,
tal vez si me convenzo la realidad cambie por otra
no tan dura,
no tan terrenal.