¿Qué tiene de especial cumplir años? Un buen día tu madre estaba redonda como una pelota, pesada como collar de garrafas y al otro, cansada y transpirada, te sujetaba en sus brazos. Un día te arrastrás como babosa por el piso, ensuciando tu ropita y golpeándote y al otro andás corriendo por el patio ensuciando tu ropita y golpeándote. Un día tu compañía son las amigas de tu hermana y los Piluqui que te regaló el tío Nito y al otro tu compañía son esos compañeritos de jardín y la espada esculpida en madera de cajón de manzanas. Un día lo importante es poder abrazar las rodillas de tu madre y al otro te da vergüenza que tu madre te vaya a buscar a los asaltos a las once de la noche. Un día sos inimputable y todo lo que hacés es culpa de tus padres y al otro podés comerte perpetua (aunque sigue siendo culpa de ellos...). Un día soplar las velitas es algo inocente y significativo, incluso ideal para la foto y al otro es de doble sentido y más vale que no te saquen una foto haciéndolo (o peor, que te filmen y lo suban a YouTube). En la torta, las velitas con forma de números, se van sumando impiadosamente. Un día sos peatón y al otro un conductor; un día sos veinteañero y al otro, mejor ni hablar.
viernes, 16 de diciembre de 2022
Yo digo que no es un día cualquiera
martes, 6 de diciembre de 2022
El círculo de la vida
Te escuchaba llorar en la habitación contigua; un llanto apagado, contenido, como que no querías que esas lágrimas te delataran débil, conmocionada; después un breve silencio espeso, como si quisieras recomponerte y un chasquido seco de una cerradura.
viernes, 2 de diciembre de 2022
En busca del paraíso perdido
Me siento muy cansada, como si hubiera llevado a upa un elefante todo el día. Me encantaría un buen masaje y morirme hasta mañana. No, mejor unas vacaciones por una semana a algún lugar tranquilo pero ya no me quedan días. Mejor, desaparezco y digo, no sé, que se murió un pariente que me me abdujeron unos aliens exploradores y no me importa que me descuenten los días. Y el idiota del vecino que se pone a taladrar la pared a las dos de la tarde, plena siesta.
Mejor plan es ir a lo de la Pato a ver si sabe algo del primo. ¡Es que olía tan bien esa colonia (tengo que averiguar la marca, para regalarla) que tenía puesta! Es para pasar el invierno como dicen, porque lindo, no es. Y hablando de colonia, huelo a amazona después de una batalla, me vendría bien un baño y ponerme una loción o algo relajante. Ese champú de ortiga que se olvidó el último chongo es su mejor recuerdo, huele a chicle de menta porque lo que era él, ufff, olía a guerrero cobarde, a esclavo traidor, a letrina de baño público. Bueno, algo exagero pero más o menos...
Me tomo un taxi y enseguida se me calza la cara de culo, es ese infame olor a pinito desinfectante que tienen todos que me pone de mal humor. Claramente necesito un masaje urgente. Menos mal que el taxista no intentó darme charla porque me tiraba del coche en movimiento. Le pagué con un billete inmundo, me olí las manos y aún estaba ahí ese hedor de múltiples pasamanos y sucios bolsillos; gracias que traigo este gel antibacterial que me quedó en el fondo de la cartera, por lo del maldito covid.
Me bajé del auto y me asaltó un tufo rancio de cloacas y desagües, maldita sea, ¡quiero un mate! Y sin embargo, esta perra no está en su casa, pero si le dije que me esperara, qué clase de amiga es, la voy a llamar e insultar un rato... No, mejor me meto en este salón de belleza, tal vez ese masaje deseado con cremas frescas y lociones exóticas me despejen la mente y el cuerpo. Ah! Qué placer, aromas suaves de jazmines y azahar inundan el aire... Me está agarrando una modorra, me duermo...