sábado, 31 de diciembre de 2011

Cierre final del ejercicio, firma y brindis

En la ciudad, en el país todo se palpita el fin de año, algunos empezaron antes con los asuetos (y empezarán más tarde el año nuevo también) y todos están pensando en el brindis de la última noche del año...
Pero esta vez es diferente: no percibo en la gente la energía que se suele renovar en esta etapa, ese pensamiento positivo de renovar las cuentas, renovar la casa, renovar la vida. Al contrario, los escucho algo abatidos, nerviosos y no quisiera decir desesperanzados.
El 2011 se nos fue en un balance desparejo, con altibajos, con vaivenes, como todos los años, como siempre. Lo que importa no es en este caso el pasado, sino lo que viene y si no podemos enfrentarlo con renovado espíritu entonces estamos sonados.
En la Intendencia la cosa es bastante inquietante: muchas cosas por hacer y muchos proyectos nuevos que exigen aprender todos los días, todo el tiempo. De las cosas que importan, de esas que llenan el alma y dibujan una sonrisa, hay muchas y ustedes las han ido sabiendo.
Sigo afirmando que el espacio virtual da vida a muchísimas cosas que se cristalizan en la vida real (o al revés, lo importante es que coexistan) y que me han dado un apoyo que no sabía que necesitaba. Esto es difícil de explicar. Quiero que sepan que son importantísimos, que sus palabras son válidas para mi.
Fue un buen año, si. Realmente me gustaría que el que viene sea mejor, para todos.
¿Deseos para el año que viene? Deseo que sean felices. La felicidad viene de la mano de cosas que hoy están devaluadas (no, no me refiero al peso argentino) y no tanto por las posesiones materiales, así que está en uno poder descubrir ese tesoro que todos tenemos a mano.
¡Desde el despacho intendencial de la Ciudad Visible, con la copa en alto (y el aire acondicionado a full), les juro mantener la locura, la indiscreción, redactar más decretos, más incoherencias, más politicadas para el año 2012!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Tiempo

Hace algo de fresco y la noche está agradable; los ruidos en la oscuridad parecieran ser más nítidos, más puros y por eso mismo más intimidantes. Y mirando por la ventana tengo tiempo de pensar, poner la cabeza en foco y dejarla fluir sin restricciones.
Es que uno, sumido en la velocidad cotidiana, en los compromisos urgentes, en las nimiedades y detalles superfluos, no se hace una pausa para reflexionar. No hace falta mucho tiempo, solo unos momentos serán suficientes -me dije y puse ese CD que me empuja el alma hacia ese camino sinuoso que es la introspección- tiempo invertido para que el sueño no se haga pesadilla.
De pronto mi mirada se desvía hacia el televisor, prendido en mute, y miro que están dando "Hechizo del tiempo" y así un poco es la vida, repetimos conscientemente un día tras otro, tal vez con mínimas variaciones, pero si no nos damos cuenta de atesorar lo que nos ocurre y aprender de lo acontecido, no habrá valido la pena, y el "Tú estás aquí y yo estoy aquí" adquiere otra dimensión, otro valor.
Vuelvo al balcón a ver cómo el tiempo se desliza bajo las luces de los autos errantes, sospecho un apuro en un caminante arrastrado por su mascota, intuyo el ánimo exaltado de dos jóvenes y pienso que ese tiempo ya pasó para mi y para mucha gente y habrá de ocurrir para otros muchos. Y no. Pasamos nosotros, nos sumergimos en el calendario cada vez más hondo, más profundo, mientras el tiempo simplemente es.
Las heridas encuentran su fin cuando las hojas del almanaque se acumulan de a decenas, desaparecen las marcas y queda la enseñanza. Las heridas nos dicen que crecimos, que somos capaces de superarnos, de avanzar. Y en esa dimensión, el tiempo es otro ingrediente, un plano que hasta no hace mucho era ignorado.
Momento de silencio. Tiempo, pido gancho. Si pidiéramos recuperar todos esos minutos/horas perdidos, todos ese tiempo desperdiciado en inútiles peleas, en agravios gratuitos, en declaraciones pomposas, en filas infinitas, supongo que encontraríamos otras formas más elegantes de gastarlo. Es el destino final del tiempo, escurrirse intangible por entre los dedos como arena marina.

Tiempo de finalizar este desvarío ha llegado, dijo el Maestro Yoda, no sin antes entornar levemente sus párpados y menear graciosamente sus orejas.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Literatura, ficción y más ciudades [24]

1

Nunca me había pasado de andar sin un peso en el bolsillo. No podía comprar nada y nada me quedaba por vender. Mientras iba en el tren me gustaba mirar el atardecer en la llanura pero ahora me era indiferente y hacía tanto calor que esperaba con ansiedad que llegara la noche para echarme a dormir debajo de un puente. Antes de que oscureciera miré el mapa porque no tenía idea de donde estaba. Hice un recorrido absurdo, dando vueltas y retrocediendo y ahora me encontraba en el mismo lugar que al principio o en otro idéntico. Un camionero que me había acercado hasta la rotonda me dijo que encontraría una Shell a tres o cuatro kilómetros de allí pero lo único que vi fue un arroyo que pasaba por abajo de un puente y un camino de tierra que se perdía en el horizonte. Dos paisanos a caballo seguidos por un perro mugriento iban vareando animales y era todo lo que se movía en el paisaje.

Una sombra ya pronto serás - Osvaldo Soriano

sábado, 10 de diciembre de 2011

Cierre definitivo

Cerrar la ventana al mundo para evitar que su basura contamine esta vida, que desde el inicio ya viene mal parida y quedar bien resguardado al abrigo del calor hogareño, de sus comodidades, de sus cotidianas galas.

Cerrar los ojos al recuerdo que paraliza tus músculos y comprime el latir de tu corazón ahogado en su esfuerzo de mantenerte respirando.

Cerrar la boca al impulso de hilvanar una retahíla agresiva de frases hirientes, agresivas, acerca de nuestra opinión sobre lo que sea cuando lo imposible sucede, cuando lo esperado se hace esperar demasiado.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Obstáculos

Como si de arranque nomás el camino no fuera en su naturaleza ya bastante complicado, nos esforzamos en inventar inverosímiles dificultades, no sé, tal vez porque nos aburrimos con los banales problemas de fábrica.

Y en este esfuerzo por demás sobrehumano ponemos toda nuestra imaginación, creatividad desbocada al servicio de mantener ocupada la capacidad de asombro de medio género racional.

Porque al poner tantos obstáculos inútiles en este laberinto vital, además de complicar nuestro recorrido en tantas diversas formas, las personas que tienen de alguna manera un contacto o una relación con nosotros terminan siempre, sin excepción siendo estorbados, frenados, molestados.