¡Qué angustia y desasosiego genera la espera! Te espero y te demoras.
El dial del reloj se despinta con mi mirada posándose sobre él; aún así
su marcha es excesivamente lenta, inexorable.
Qué impaciencia
siento crecer dentro mío, mis pasos se acumulan uno tras otro pero no me
acercan a ningún lado. Y es que parece todo en sintonía para que te
espere. Mientras tanto, afuera nubes lentas, las ramas del sauce
meciéndose lento y la quietud de la tarde hacen eterna esta espera.
El
abismo de mi alma se hace aún más profundo cuando te aguardo, más
poderoso. Y me aguarda también, sólo que su paciencia es infinita y su
triunfo seguro.
El hueco de la soledad se alimenta de nuestras
esperas, de nuestros anhelos; como siempre esperamos más, deseamos más y
lo que obtenemos sólo nos deja algo conformes, el hueco sólo se hace
más insondable, la soledad más oscura y más vanas nuestras esperanzas.
¡Que
inquietud se apodera de mí cada vez que te espero! Salen a relucir
todos mis tics inútiles, movimientos rítmicos sin motivo, mirada ansiosa
perforando el aire, mis pasos errantes alrededor de las paredes
prisioneras, en un circuito infinito.
El tiempo que te espero es la eternidad y el instante en que llegas, otra eternidad.