martes, 28 de diciembre de 2010

De por qué no autorizo las diagonales

En mi ciudad no hay diagonales. Tal vez una que otra calle más angosta, algún pasaje, boulevares donde me lo permite el espacio, pero diagonales no.
Como máxima autoridad debo estar informado de todo lo que pasa para tomar con ecuanimidad decisiones que afectan a mis ciudadanos. Y nunca logro hacerlo, porque los medios de comunicación están ocupados en otras cosas. Los medios son como las diagonales, te hacen perder la noción de la realidad, te muestran otras cosas y te desorientan. A veces, hasta parece que te transportaran a otro lugar, a otro país. Tienen su propia orientación, su propia ideología, que respetan ciegamente; pero ésta les fue impuesta desde sus comienzos y por la fuerza y ahora nadie sabe para qué van hacia esa dirección: arrancás en un lugar comercial, lleno de gente, muy decorado, muy moderno, te animás a entrar y en el otro extremo te encontrás en medio de un barrio siglo XIX, en un mundo totalmente diferente, como las diagonales. Son como la máquina del tiempo, pero en secuencia paralela, mirás por la ventana y ves una realidad, mirás la pantalla y ves otra cosa. O acaso piensan que las noticias de 12 a 13 es lo único que pasa en esta ciudad?

Saludos, incautos.
Int. Etienne

viernes, 24 de diciembre de 2010

Ciudad festiva

Calor. Viento y tierra. Y más calor.
Gente caminando a las apuradas, con millones de bolsas en sus manos y un brillo especial en sus ojos. No sé si ese brillo es emoción por las fiestas o producto de alguna sustancia psicotrópica.
Gente entrando y saliendo de los locales comerciales atendidos por empleados que miran con nostalgia la puerta de salida y apuran con fuerza el paso del tiempo.
Las veredas apenas alcanzan para contener la marea humana del consumo festivo. Las vidrieras apenas muestran una pequeña parte de lo que se puede encontrar dentro, pero el interior, caluroso y húmedo, es territorio inhóspito.
El patio de comidas es un hormiguero. El aire acondicionado apenas mantiene la temperatura en agradables 32ºC. La gente transpira y come, come y transpira.
Se nota que las fiestas se han presentado, los colores verde y rojo y blanco, los arbolitos, las luces intermitentes, las bolas, los regalos. Si, dije las bolas, ¿y que?.
La ciudad soporta estoica estos impulsos humanos, no porque le guste, sino porque no le queda otra. Si fuera por ella, se sacaría los humanos como pulgas estremeciendo el asfalto y haciendo vibrar las veredas, sacudiendo los postigos y batiendo las puertas.
En la cercanía de la noche, ya apaciguado el apuro y cocido el lechón, los regalos se amontonan al pie del árbol, amenazando con derribarlo. La ensalada rusa, infaltable, se enfría en la heladera junto a la(s) botella(s) de vino; las de champán acumulan escarcha en el freezer.
Y a la hora señalada, después de la digestión apurada, la explosión colorida de una nueva noche festiva.

Saludos de fiesta mis ciudadanos!!
Int. Etienne

lunes, 20 de diciembre de 2010

Literatura, ficción y más ciudades [19]

Capítulo XIII

"Volví al hotel andando. Cuarenta manzanas como cuarenta soles. No lo hice porque me apeteciera caminar, sino porque no quería pasarme la noche entera entrando y saliendo de taxis. A veces se cansa uno de ir en taxi tanto como de ir en ascensor. De pronto te entra una necesidad enorme de utilizar las piernas, sea cual sea la distancia o el número de escalones. Cuando era pequeño subía andando a nuestro departamento muy a menudo. Y son doce pisos.
No se notaba que había nevado. Apenas quedaba nieve en las aceras, pero en cambio hacía un frío de espanto, así que saqué del bolsillo la gorra de caza roja y me la puse. No me importaba tener una aspecto rarísimo. Hasta bajé las orejeras. No saben cómo me acordé en aquel momento del tío que me había birlado los guantes en Pencey, porque las manos se me helaban de frío. Aunque estoy seguro de que si hubiera sabido quién era el ladrón no le habría hecho nada tampoco. Soy un tipo bastante cobarde. Trato de que no se me note, pero la verdad es que lo soy."

El guardián entre el centeno - J. D. Salinger

jueves, 16 de diciembre de 2010

Acto blanco

1.- Estoy viendo uno de esos paisajes que abundan en postales y fotos con todos sus colores y sus movimientos en vivo y en directo.
Estoy viendo ese lugar que regocija el alma y descansa el espíritu; pero no solamente lo veo, también percibo sus más profundas sensaciones en un torbellino de verdes y azules, de dorado sol y agua fresca, de brisa suave y playa arenosa.

2.- Oigo el romper rítmico de las olas sobre la pequeña playa y siento en mi rostro la caricia fresca del viento lacustre.
Oigo a mi espalda el cantar alegre de aves coloridas que completan la escena de largas cañas verdes, árboles añosos y semiderruidos y un cielo diáfano con engarces de suave algodón blanco.

3.- Contrastando con la escena se encuentra el actor en medio de una tormenta que amenaza con hundir sus anhelos de un solo golpe maestro y aunque luche con todas sus fuerzas se ve cada vez más vencido.
Y pensar, aclarar ideas, sincerar sentimientos, refrenar impulsos puede resultar beneficioso si se aprovecha en su justa medida y a su debido tiempo.

4.- El actor se retira tras bambalinas; el escenario vuelve a recobrar su original esplendor.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Como cada noche

La copa de champagne sobre el piano... Do, re, mi... Mi, fa, sol. Mis dedos se deslizan sobre las teclas con miedo, como si las acariciara, como te gusta acariciarme, dejando que cada nota llene el salón. Sol, la, si... De golpe, volteo la mirada y estás ahí, parada en la puerta, con tu vestido negro, que hace juego con tus ojos en la penumbra, y comenzás a acercarte lentamente hacia el medio de la sala... Hacia el piano... Hacia mí.

Bebo un último trago y descubro la flor en tu mano. Jugás con la rosa como si fuera un florete y te alejás del piano y vas contra la pared. Contra el espejo. Y comenzás a hacer figuras apoyada en la baranda mientras te reís y bailás al compás de las notas. Y te movés y saltás y gritás y te acercás y te alejás.

Volvés contra el espejo y no puedo adivinar tu reflejo. Desaparecés en la oscuridad y reaparecés a mis espaldas. Pasás tus brazos a través de mi cuello y depositás la rosa en la copa. Re, mi, sol, fa, la, la... Y cantás. E inundás el salón con tu voz maravillosa mientras te subís arriba del piano y finalizás tu acto. Agradecés al inexistente público sus sordos aplausos y te agachás frente a mí y me invitás a bailar.

Y nos perdemos en un tiempo de tango. Tu mano derecha en mi nuca... mi mano izquierda en tu cintura. Las dos restantes juntas, a la altura de nuestros cuellos, con los dedos entrecruzados. Y tus ojos en los míos y los míos en los tuyos. Silencio. Que nuestra música nos lleve. Dos pasos a la derecha y uno atrás. Y un intento de ocho que termina con nuestros cuerpos en el piso, riendo como dos chicos. Y me ayudás a levantarme y te acercás al piano nuevamente y tomás la rosa en tus labios.

Y tus ojos vuelven a los míos, y la melodía nos vuelve a dictar los pasos. Y te hago dar una vuelta y te caés, entre cansada y borracha. Y tus ojos quedan en el techo mientras vuelvo a acariciar las teclas, casi dejando escapar las notas de aquella canción que tanto te gustaba. Y musito en voz baja la letra.

Y vuelvo como cada noche a tomar el último trago de la copa, que ya no sabe a champagne ni a rosas, sino a sangre. Y vuelvo a mirar, como cada noche, a la derecha del piano y te veo tirada con la rosa clavada en tu pecho. Y tus ojos vuelven a mirarme, por más que yo los esquive, y de pronto tu fantasma comienza a elevarse y pasea por toda la sala, volando, pasando sobre el espejo, colándose dentro del piano, acercándome un sonido de violines desafinados. Y llevo mi mirada a mi mano, y el cuchillo todavía está sangrando. Y escucho a tu amante que corre y salta a través de la ventana, pidiéndome que respete su vida. Y tus ojos muertos que continúan mirándome, expresando tu incomprensión. Y volvés a pasar tus brazos a través de mi cuello y te vas alejando, como cada noche, a medida que la canción termina y la noche se muere. Y yo vuelvo a gritar como un loco.

Termina la canción, y las primeras luces del alba se filtran a través de la ventana. Y tu reflejo vuelve a estar ausente. Sólo queda la rosa en el piso, y tu promesa al oído, como cada vez... Y el enfermero que vuelve a entrar por la puerta y el salón que de golpe se convierte en una habitación acolchada. Y la aguja de la jeringa que nuevamente me induce a la oscuridad. Y siento que mi camisa me aprieta un poco más, produciéndome un leve dolor.

Y, como cada noche, saludo tu fantasma, prometiéndote lo mismo: hasta mañana por la noche, mi amor.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Pura sensación

De vos no guardé ni siquiera una foto.

Será que volver a verte, encontrar esos ojos fijos en la escalera es demasiado desafío, volver a descubrirme ahogado en tu sonrisa es batalla perdida.

O tal vez será que no es necesario un papel brillante para acercar a mi memoria esas sensaciones del pasado.

De vos no guardo más que sensaciones. Ni siquiera una remera o una carta. Bah, eso es mentira. Lo que no me atrevo es a leer tus frases otra vez, reconocer tu letra y en ella a vos.

Ya de por sí es difícil estar cuerdo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Batallas urgentes

Los ojos se nublaron, el horizonte perdió su horizontal, hubo zumbidos que provenían de todas direcciones y de pronto cambió la perspectiva de tu vida.
Cambiaste en un instante fugaz toda tu escala de méritos, acariciaste tu frente arrugada por la mueca que el esfuerzo por olvidar el dolor había instalado dos segundos antes y tu cabeza era recorrida por intensos flashes que dividían en varias partes la materia gris, tu recuerdo antiguo, tus imágenes archivadas, tus sentimientos ingentes.
Y caíste desplomado de espaldas al suelo, de cara al cielo y de alma al infierno cediste tus honores, cayeron tus muros frente al ataque impiadoso del dolor maléfico y firmaste la capitulación entregando sin condiciones todo lo que habías conseguido, incluso aquello que te pertenecía por derecho absoluto.
Y ahora te corresponde levantarte con coraje, aplacar ese incómodo dolor, acallar el malestar insistente para enfrentar al invisible enemigo y continuar con las pequeñas batallas cuyas victorias te llevarán a la obtención orgullosa del éxito, que es lo mismo que decir el orgulloso evitar del fracaso.

jueves, 2 de diciembre de 2010

City - leaks: impacto en la gestión

El escándalo ronda por primera vez los pasillos de la intendencia. Salpicado injustamente por crímenes que no he cometido, las toneladas de mails conspirativos que me han plantado y los informes altamente desfavorecedores, debo salir, enfrentarme con los ciudadanos y brindarles ciertas aclaraciones. Punto por punto, vamos a ir aclarando el panorama:

1.- Quiero dejarlos tranquilos que mi estado de salud no se está viendo afectado por mi vida nocturna. Las fiestas, ágapes y agasajos se realizan en horario diurno, dejando para la noche el sueño reparador.

2.- Mi estilo de gobierno, participativo e igualitario, masivo e irreverente, es la envidia del resto de los gobiernos, razón por la cual me endosaron diversos casos de acoso, lavado de dinero y malversación de fondos públicos. Si fuera cierto, no laburaría 10 horas por día como un perro...

3.- Mis opiniones sobre los temas más urticantes son ni más ni menos que el resultado de un liviano análisis de la realidad que me rodea. Cualquiera puede estar más acertado que yo, pero dejará de ser mi opinión.

4.- Nunca necesité de espías que me facilitaran información, es más fácil ir y preguntar derecho. Así que ya pueden ir desconectando ese micrófono y no le paguen más a ese hacker, vengan que los invito a tomar unos mates y les cuento.

5.- Crisis hubo y habrá siempre, interesados y entenados también. Pero hay que estar de acuerdo en que el que maneja información tiene la cuerda en la primer curva y 33 de mano para el envido.

6.- Si necesitara asilo, ¿puedo contar con ustedes?.

Int Etienne