Por esa razón también es la renovación, para darles la impresión de que es nuevo, con el inútil objetivo de seguir interesándolos, de seguir buscando su comentario picante y sabrosón, de vez en cuando con la publicación de algún texto que valga la pena.
Va a ser inevitable que me ponga sentimental a lo largo de este penoso discurso, porque me siento muy orgulloso de tenerlos a ustedes como habitantes de este espacio, tan virtual como tangible, tan real como lo puede ser algo en la red pero a su vez intenso y de una forma difícil de explicar, reconfortante. Su compañía me enriquece, sus palabras me hacen crecer, sus insultos me hacen ver lo que no quería ver, el que no paga las tasas municipales algo me quiere decir...
Y como en la vida real, también debo lamentar ausencias que pican, silencios que aturden y vacíos que arrastran y duelen de la misma forma. Y como en la vida misma, seguimos adelante.
Una historia de ficción, un personaje que no existe, textos arrancados del alma misma, fotos que iluminan, palabras que son adictas a nuestros ojos pero mueren de vergüenza cuando las leemos, una calle que puede ser todas y un despacho sombrío que revive cada vez que ustedes entran. Un poeta que sangra por el corazón, un tanguero nostalgioso, un timbero adicto a los dados, un filósofo en cuestiones irrelevantes, un amante incansable, una novia inalcanzable, un conductor de camionetas, todos juntos en la ciudad.
Todo eso es en definitiva esta Ciudad Visible, todos nosotros recreamos en cada punto y coma un rincón de nuestra propia ciudad y la ponemos acá, para edificar sin pausa este rompecabezas que una vez completo nos mostrará que todo lo vivido no es más que un simple recuerdo y que el porvenir aún ni se bosqueja.
Por fin, este segundo aniversario encuentra la luz y arriba glorioso al horizonte, se posa en el palco preparado y parte raudo hacia el pasado, porque las cosas que nos hacen felices duran menos que la llama de un fósforo enfrentando una sudestada. Y no crean que es pesimismo. Es la verdad.
Agitando una bebida sin alcohol, con bronceador factor 50 y las ojotas alineadas al lado del sillón, los invito a dejar sus firmas aquí al pie, para que la prosperidad irreverente se ría sin pudores de la melancolía de sus predecesores.
¡Saludos mis queridos ciudadanos!
Int. Etienne