viernes, 22 de septiembre de 2023

Acritud

En tanto que la ciudad se empeñe en repetir
en modalidad de cinta sinfín
todos esos oscuros, pérfidos defectos
que hacen a su maltrecha naturaleza;
en tanto que ella me ignore con voluntariosa actitud
y no deje ni un mínimo espacio a la expresión
de nada en general y de todo mi particular;
mientras que no utilicemos las neuronas
usarlas en equipo, hacerlas trabajar en conjunto,
en tanto que aquellos que habitamos esta ciudad
no volemos los prejuicios, no dinamitemos los miedos,
no erradiquemos al virus del menosprecio,
en tanto nos sigamos manejando con hipocresía
a la hora de llenar el sobre con nuestra opinión,
en tanto sigamos siendo prisioneros,
seguiremos pagando deudas que no disfrutamos,
comprando comestibles que no alimentan,
soñando con cumplir nuestros devaluados sueños
y votando representantes políticos que no nos representan,
que no trabajan para el pueblo.

martes, 12 de septiembre de 2023

Energía en sueños

Ocurrió apenas en la madrugada, justo antes de que el sol arañe el horizonte, en ese momento en que clarea la bóveda celeste. Estaba por levantarme para cumplir la rutina de todos los días. Con las manos juntas entre las piernas apenas flexionadas, en una posición de protección, esperando que el despertador quiebre la quietud matutina. Con los ojos entrecerrados me quité las sábanas de encima, a regañadientes, junté los tobillos y doblé las piernas para bajarlas al piso; el frío del porcelanato me indicó que el calefactor estaba lejos todavía. Caminé a tientas por el pasillo en dirección a la puerta del baño con la intención de darme una ducha, lavarme su rastro del cuerpo y cambiarme la ropa interior, la intenté empujar con la palma de la mano cuando sentí que la planta del pie me quería decir algo. Primero la obvia humedad, quizás una canilla abierta habría derramado gotas durante la noche. Me orienté en la oscuridad, caminé despacio hasta la cocina y ya con los dos pies mojados sentí de golpe el impacto. 

Extraño.
En simultáneo, mi cuerpo empezó a sacudirse, las uñas de los pies saltaron como maíz pisingallo en erupción,  comenzó a sentirse olor a cabello quemado, mis pezones rozaban la seda del camisón hasta que ardiendo, la traspasaron; mis manos se sacudían como extrañas banderas al viento, las articulaciones se oscurecieron, pasando del bordó al negro en cuestión de segundos.
Aún así, mi mente seguía lúcida, no sentía dolor. Durante todo el tiempo que duró mi perecer pensé qué proceso incomprensible que es esto de morir. Veía mi envase carnal sufrir todo tipo de alteraciones, la ínfima tela que lo recubría en jirones, la heladera abierta y chorreando agua y aún así pude hacer un íntimo recuento de tesoros personales y luego dejarlos ir. Y tampoco fue así, me di cuenta que en el instante en que mi cabeza golpeara la pared del living, producto del impacto eléctrico, que mi energía saltaría a otra instancia superior, que ese poder que moviliza mi carne no se apagaría con el cortocircuito.
Sorprendida por el golpeteo atronador del corazón en mi pecho me desperté.

martes, 5 de septiembre de 2023

La tormenta

El día está gris; desde la mañana que las nubes se agolparon en el horizonte y allí se quedaron. La lluvia golpea lenta, sistemáticamente contra el techo, el cielo deja caer su bendición en forma tardía, lavando las pocas ideas que quedaban flotando en el suelo. La suciedad en forma de hojas secas y papeles, bolsas y ramitas, se agolpa en las espinas, sin lugar donde ir, arrastrada por la corriente de agua que de a poco va aumentando su caudal. 

Y el cielo sigue gris y se asemeja cada vez más a la gran cantidad de conciencias que diariamente me cruzo y con las que jamás voy a coincidir, y el edificio, grande y de varios pisos, cae sobre mi realidad y me dice que no habrá fin de semana, ni noche ni día, en que tenga un leve sosiego. 

Por esas cosas del mal llamado destino me quedo a cubierto a mirar otra película mala, de esas que sólo quieren olvidarse, para poder ir a dormir tempranito y poder resetear la mente. Mañana la ciudad va a estar dormida, o recién acostada, y tendré que volver al mismo lugar para informarle a esos insomnes, solitarios matutinos, que las cosas siguen siendo las mismas que ayer, y que anteayer, y que el mes pasado y que tienden a complicarse.

¿Sos feliz? escuché que alguien por ahí decía. Y fueron palabras que desataron aún más la tormenta, provocando que los refucilos me cieguen y los truenos dejen chillando mis oídos. Un alud incontenible de recuerdos, de reproches y de frases que se amontonaron y arrasaron con todas las estructuras que había adelante solamente para que un momento después se vuelvan a levantar.

Y el cielo, de a poco, parece empezar a secarse, y la ciudad comienza a moverse a través del vidrio de la ventana.  Y las puertas siguen abiertas pero no para mi, me tengo que quedar adentro, anónimo.

Sólo espero que mañana la cosa cambie, y el sol brille por fin para mí.