Ocurrió apenas en la madrugada, justo antes de que el sol arañe el horizonte, en ese momento en que clarea la bóveda celeste. Estaba por levantarme para cumplir la rutina de todos los días. Con las manos juntas entre las piernas apenas flexionadas, en una posición de protección, esperando que el despertador quiebre la quietud matutina. Con los ojos entrecerrados me quité las sábanas de encima, a regañadientes, junté los tobillos y doblé las piernas para bajarlas al piso; el frío del porcelanato me indicó que el calefactor estaba lejos todavía. Caminé a tientas por el pasillo en dirección a la puerta del baño con la intención de darme una ducha, lavarme su rastro del cuerpo y cambiarme la ropa interior, la intenté empujar con la palma de la mano cuando sentí que la planta del pie me quería decir algo. Primero la obvia humedad, quizás una canilla abierta habría derramado gotas durante la noche. Me orienté en la oscuridad, caminé despacio hasta la cocina y ya con los dos pies mojados sentí de golpe el impacto.
Extraño.
En simultáneo, mi cuerpo empezó a sacudirse, las uñas de los pies saltaron como maíz pisingallo en erupción, comenzó a sentirse olor a cabello quemado, mis pezones rozaban la seda del camisón hasta que ardiendo, la traspasaron; mis manos se sacudían como extrañas banderas al viento, las articulaciones se oscurecieron, pasando del bordó al negro en cuestión de segundos.
Aún así, mi mente seguía lúcida, no sentía dolor. Durante todo el tiempo que duró mi perecer pensé qué proceso incomprensible que es esto de morir. Veía mi envase carnal sufrir todo tipo de alteraciones, la ínfima tela que lo recubría en jirones, la heladera abierta y chorreando agua y aún así pude hacer un íntimo recuento de tesoros personales y luego dejarlos ir. Y tampoco fue así, me di cuenta que en el instante en que mi cabeza golpeara la pared del living, producto del impacto eléctrico, que mi energía saltaría a otra instancia superior, que ese poder que moviliza mi carne no se apagaría con el cortocircuito.
Sorprendida por el golpeteo atronador del corazón en mi pecho me desperté.