martes, 23 de mayo de 2023

Tocar fondo y seguir


Los ojos se te nublaron, el horizonte perdió su horizontal, hubo zumbidos que provenían de todas direcciones. Caíste como si no fueras capaz de resistir la fuerza de gravedad y de pronto cambió la perspectiva de la vida.
Cambiaste en un instante fugaz toda tu escala de méritos, acariciaste tu frente arrugada por la mueca que el esfuerzo por olvidar el dolor había instalado dos segundos antes.
Tu confundida cabeza era recorrida por intensos flashes que dividían en varias partes la materia gris, tu recuerdo antiguo, tus imágenes archivadas, tus sentimientos ingentes.
Y caíste desplomado de espaldas al suelo, de cara al cielo y de alma al infierno cediste tus honores, cayeron tus muros frente al ataque impiadoso del dolor maléfico y firmaste la capitulación entregando sin condiciones todo lo que habías conseguido, incluso aquello que te pertenecía por derecho absoluto.
Transitas ahora como un zombie inerte el camino de la redención, intuyendo que al final debe estar el ansiado premio, prometido premio.
Y ahora te corresponde levantarte con coraje, aplacar ese incómodo dolor, acallar el malestar insistente para enfrentar al invisible enemigo y continuar con las pequeñas batallas cuyas victorias te llevarán a la obtención orgullosa del éxito, tal vez lo mismo que decir el digno evitar del fracaso.

lunes, 8 de mayo de 2023

Buenas intenciones, malas decisiones

El postigo cerrado completaba la sensación de encierro que reinaba en la habitación. El aire espeso se podía cortar con tijera, si uno quisiera hasta se podía agarrar en un puño y apretarlo. Apenas algo de polvillo flotaba iluminado por un flaco rayo de sol que se filtraba tímidamente por una hendija en la base de la ventana. Sentía sobre mis hombros una manada de elefantes que dormitaba apaciblemente sin pensar en moverse. Los párpados me parecieron hechos de cartón, rugosos y nada hospitalarios y me resistía a abrirlos. Sentí la garganta reseca y en la cabeza me habían puesto un cerebro de un enorme tamaño que pugnaba por explotar. Intenté mover mi mano izquierda sin tener éxito; esperé un momento para recuperar aliento y lo volví a intentar logrando un rotundo avance: llevé el dedo índice hasta la punta de mi nariz y lo miré fijamente por casi diez minutos hasta llegar a la conclusión de que era mío y no un arma asesina en busca de liquidarme.
De a poco la nube que se había estacionado en mi cabeza se fue diluyendo. Con un increíble esfuerzo, apoyé la palma en el piso, me impulsé y logré sentarme contra la pared y miré la habitación. Típica estancia de hotel barato, mala luz, peor colchón, horrible sanidad. Me levanté y me miré la cara en el espejo del baño para encontrarme con algo conocido pero más viejo y un poco menos lúcido. La mirada de ese rostro me escrutó sin terminar de decidir si quería ser mi amigo o llamar inmediatamente a la policía. 
Aunque sabía que no iba a faltar nada, me palpé los bolsillos y la sobaquera. allí estaba lo que había que haber. La que me había noqueado no tenía intenciones de matarme, me había quedado muy claro anoche pero por alguna razón no me quería merodeando en su vida.
Reflexioné sobre lo que me había dicho. Tal vez era mala y la sombra de un destino se mecía sobre ella, aunque yo no lo creía. La mano negra del destino no suele ser tan contundente como una cachiporra o tres tiros a quemarropa. En ese estado no iba a llegar a ninguna conclusión que sirviera de algo así que decidí volver a casa.
Abrí la puerta con suavidad pero igualmente chirrió como un gato al que le retuercen la cola. El ruido retumbó por el pasillo y terminó ahogándose en la maceta de plástico con un ficus del mismo material. Nada se movió, ni siquiera una cucaracha que dormitaba contra el zócalo de madera que engalanaba ese antro de mala muerte. Miré otra vez hacia la cama, quizás con nostalgia, di media vuelta, cerré la puerta de un golpe y fui hacia el ascensor que apestaba a cigarrillo.
Cada paso que di a partir de ese día me alejó aún más de su vida.

martes, 2 de mayo de 2023

In-sustantivo

¿Quién creen que soy? Si les hablo, es porque les dirijo la palabra. Si me quedo callado, estoy con mala onda. Apenas levanto la mirada, ya se les ocurren miles de excusas y respuestas hirientes. No se puede expresar una opinión sin que genere una catarata de miradas hoscas y réplicas en sentido opuesto. La aceptación de un pensamiento diferente, lejos de estar presente, siendo que cuando ellos los expresan pretenden recibir aplausos aprobatorios o meneos afirmativos de cabeza. Es más fácil el insulto, la indiferencia o la cancelación plena que pensar que un debate o intercambio de opinión podría ser enriquecedor para las dos partes.

¿Quién soy? Digamos que hay dos tipos que conviven en uno solo: aquel que piensa que es un buen individuo con margen para hacer las cosas bien y aquel que es la expresión perversa, degenerada de las buenas intenciones que la generan. Esto no hace más que demostrar que querer es poder, aunque lo que se logre no tenga nada que ver con el deseo original.
Esto hace que sea algo extraño, algo bizarro. En realidad, todos somos bizarros, lo que pasa es que algunos lo ocultan mejor que otros. Y ahora, en estos tiempos que corren, ser bizarro comienza a ser interesante, aunque no deja de ser peligroso. La imagen se enrarece, se vuelve incomprensible. Lo que antes era marginal, ahora es tendencia de moda; lo que antes era evidentemente hostil, ahora puede ser de uso femenil. Aunque también está el peligro de caer en el otro extremo y lo que se quiere reivindicar termina sojuzgando a su antagonista.
Si naciste para ser algo, lo que parece lógico es cumplir ese designio. Si te empeñas en contradecirlo, serás aquél que destaca por pretender ser algo que nunca logrará ser. Y en todo aquel camino elegido no queda otra que realizar el mayor esfuerzo posible.
Eso pretendo ser. La mejor versión de mi. Aquella que con sus defectos se vuelve aún más perfecta.