La noche fue oscura, navegando en la insensatez del pensamiento nublado, cegado. No tener noción del alcance de lo ocurrido generaba una cierta pesadumbre, un inquietante sentimiento de responsabilidad amputada. La soledad del pequeño cuarto era solo interrumpida por los haces de luz que penetraban desde los ventanucos rectangulares que coronaban las vacías paredes. Este vacío original cedió su lugar con el paso del tiempo y de los huéspedes, a voces sin redención que oyendo a los gritos de la rebeldía interna rayaban con lo que tenían a mano la pintura de color apagado que cubría el revoque calcáreo. Fechas, nombres, lugares, conformaban un inventario desordenado de almas trashumantes, culpables de vivir sin permiso, realizando promesas sin intención de cumplirlas.
La pared que interrumpía el uniforme fondo de la habitación ocultaba a duras penas el hueco donde bullía el hedor de los desperdicios naturalmente humanos y servía de segundo capítulo para las peticiones desesperadas, inútiles súplicas sin sentido.
El suelo frío, dudosamente hospitalario, recibió sin inmutarse el calor desamparado de mi cuerpo; me servía de compañía una manta y un colchón amistoso, recibiendo mis desvaríos solitarios, mis sueños caóticos, protegiendo mis ansias de libertad. El silencio agobiante es la peor de las características decorativas y el eco resultante de los errantes pensamientos bailan pesadamente en los mínimos metros cuadrados. El aislamiento es el peor castigo para los seres concebidos en sociedad. La imposibilidad de reconocerme en otro par de ojos me sumió en un estado de distancia intangible, de mutismo indolente, de terror oscuro. A través de la pesada puerta de impenetrable metal se suponía un mundo activo que continuaba girando, naciendo, desarrollando, muriendo. A ese mundo yo quería volver, quería pertenecer con poderoso deseo. Nunca más esta sórdida celda logrará seducirme.
Espero de todo corazón que este relato sea un mal sueño, que no haya sido realidad, por lo menos para vos, y en el caso de serlo no te puedo decir nada.
ResponderEliminarAbrazo
Este relato llega muy profundo al corazón, se puede sentir hasta el olor que describe y sea cual sea la causa que lo haya llevado hasta ese lugar estamos con usted sr. intendente. Un abrazo para ahora y miles de abrazos para ese momento horrible que le ha tocado vivir, aunque ya en la vida haya pasado, pero seguro que en su mente todavia no.
ResponderEliminarHola intentá si podés de volver a ingresarme en tu listado de blogs ahora que estoy sin el warning.
ResponderEliminarYo mañana lo vuelvo a poner, no sea cosa que los dioses de la blogosfera me castiguen.
Abrazo
Viajé lejos, muy. Lo que lei me llegó a la piel y más allá. Real o no, es pesado, profundo y clarísimo.
ResponderEliminarMás palabras sobran.
Beso grande.
Lux, Perseguida, Luna:
ResponderEliminarSería fácil decir que no ocurrió. Pero no soy amigo del camino fácil y todo es real, nada salió de mi imaginación. Lo único que hice es abrir los poros de la percepción y el resto se escribió solo, porque estaba ahí, sigue estando ahí.
Sería fácil transformarlo en un sueño y dejar que la borrasca de la mañana lo arrastre hacia el olvido. Pero de estas cosas se aprende, con estos sucesos se crece y no pienso olvidar a lo que considero la lección más cruda de la clase de mi vida.
Abrazos y besos!
Solamente, estoy con vos.No hya palabras para un momentp tan difícil, crudo y duro. Un abrazo
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