Viaje al Fin del Mundo (comienzo de mi cordura)

Está bien, voy a relatar parte de mi viaje por las profundidades recónditas de nuestro país solamente porque me insistieron (?) hasta más no poder.
En un pasillo helado, resonaban los pasos de un vigilante. Sus enormes hombros tapaban casi toda la escasa luz que entraba por las chapas agujereadas del techo que casi se venía abajo. El traje de tela gruesa, pesada como collar de melones, no abrigaba más que una delicada pashmina a pesar de generar un húmedo calor efímero.
Sus ojos de incandescencia feroz observaban impiadosos mi recorrido por cada una de las celdas, incomodándome. No me dejaba en paz calculo porque sabía de mi calaña política y estaría haciendo esfuerzos por recordar si me había visto ahí dentro alguna vez.
Sus brazos, cruzados sobre su pecho, serían capaces de detener en pocas maniobras a cualquier osado que intentase una fuga; algunos atisbos de rebeldía eran rápidamente sofocados por este hombre de contextura pétrea.



Me asombró su porfía, su estoicismo. Y ante él, claudiqué.



Aunque delincuentes de poca monta como yo tenemos celdas VIP y atención personalizada de hermosas guardiacárceles, no me agradó la estadía.
Cancelé mi agenda del día y reprogramé actividades para el día siguiente.
Eso, en la próxima entrega!
Saludos!
Int. Etienne