Eduardo Drumond era ingeniero agrónomo y vivía en la ciudad de Rosario. Era un profesional próspero y sus honorarios solventaban holgadamente los gastos producidos por él y su familia. Era aficionado al yachting y a la caza, siendo este último hobby el que más lo apasionaba.
Un día caluroso de enero estaba en su casa trazando algunas curvas de nivel en un trabajo que debía finalizar lo más pronto posible, cuando recibió un llamado telefónico de su amigo Roberto invitándolo a una cacería en la provincia de Formosa. El ingeniero aceptó entusiasmado; enseguida aprestó sus armas y municiones y se fue a la cama temprano pues lo pasaban a buscar por la madrugada.
El viaje se sucedió sin problemas hasta la entrada a la capital formoseña; allí se detuvieron en una caseta de la policía caminera donde les revisaron el vehículo. Por suerte, los astutos cazadores habían ocultado las armas por previsión a un caso como este. Pasado este inconveniente llegaron sin niguna otra novedad al lugar donde se instalarían.
Luego de acampar, acomodar los implementos de cocina y establecer los lugares donde dormirían los cazadores, Eduardo tomó su fusil e intentó penetrar en la selva, sin éxito. Frustrado, decidió irse a dormir.
Al otro día amaneció lloviendo aunque amainó rondando el mediodía. Los cazadores decidieron permanecer en las carpas hasta que la tierra absorviera parte del agua caída. Mientras tanto, Eduardo limpiaba y lustraba su arma sentado frente al fogón y soñaba con cazar un gran tigre. Alrededor de mediatarde decidieron salir a la noche, después de cenar y esperar la presa junto a algún ojo de agua perdido en el monte.
Eduardo comió intranquilo su arroz blanco y se unió al grupo que ya caminaba en dirección a una aguada. Primero se asentaron en la margen norte. La luna, que estaba en su fase creciente, poco ideal para apostarse de noche, no ofrecía buena visión debido a su escasa luminosidad.
Pasaron dos horas y en la costa del charco no se veía ningún movimiento animal; en ese momento Eduardo decidió marcharse a la margen opuesta. Así se los dijo a sus compañeros y sin esperar respuesta desapareció entre la neblina que empezaba a formarse.
El ingeniero caminó por la orilla y plasmadas en el barro vio huellas muy frescas de tigre. Entusiasmado, llamó a gritos a sus compañeros y como juzgó que tardaban demasiado, colocó la linterna encendida en el suelo iluminando el camino que él habría de tomar.
Los demás tardaron en hallar la linterna unos diez minutos; en ese lapso escucharon diecisiete disparos de fusil, nueve de los cuales pasaron muy cerca de ellos. Cuando la encontraron apenas iluminaba la espesura del monte formoseño.
Penetraron unos pasos y en el medio de un claro yacía Eduardo, muerto y despedazado por la bestia. Los cazadores vieron en la negrura de la noche, un par de ojos rojos, acechantes como si estuviera eligiendo a su próxima víctima. El grupo retrocedió sin sacar los ojos de esa presencia inquietante. Cuando estuvieron en la aguada echaron a correr hacia el campamento mientras escuchaban un espantoso alarido de satisfacción.
Con lo que yo amo a los mininos (grandes ò chicos),creo que Eduardito subestimò a su vìctima...
ResponderEliminarY ya sabemos lo que sucede cuando uno subestima,no siempre el que cree que reirà ùltima termina riendo (?)
BESITO Y QUE TENGAS UN FINDE RE LINDO :)
excelente relato
ResponderEliminardos veces tuve experiencias cercanas con estos animales
y no es nada agradable oírlos rugir cerca!
un abrazo
Oh, muy Quiroga, muy Quiroga, interesante el relato :). Más, Más, Más!!!!
ResponderEliminarBesos!
Me gusta, está muy bien narrado. Lo que esperaba era un final más contundente. Eso es lo que más me cuesta, por eso no escribo tanto cuentos. Pero me gustó mucho Ettiene, adelante!
ResponderEliminarSaludos desde Mundo Aquilante! que rima bárbaro
Pobre tipo! Bueh...en realidad eso le pasa por salir de cacería. ¿eso es deporte? Qué mal gusto, por favor!
ResponderEliminarBesotes de fin de semana
GABU, creo que se confió un poquito, y ya sabemos lo que les pasa a los confiados...
ResponderEliminarNo importa si pierdo, con una sonrisa cálida de vez en cuando me conformo!!
Ya empezó bien el finde!!
Besos!!
Sonoio, yo tuve una parecida con un puma, pero el pobre no tenía chance, lo tenían encerrado en un coto de caza para largarlo cuando vinieran los cazadores...
Abrazos!!
Gaby, a pesar de los piquetes y reclamos, las solicitadas pidiendo que cesen, seguiré publicando...
Jajaja!!
No te pierdas el que viene... (le meto suspenso)
Besos!!
Mundo, es cierto que para que el cuento tenga alto impacto debe tener un final contundente, pero a veces no es tan importante el fin sino lo que se quiere comunicar (no es este el caso, jeje)
Besos!!
Blonda, es cierto que no se puede considerar deporte a matar animales pero existe y me sirvió de inspiración.
Besos!!
Buen finde para todos!!
a veces deberiamos aprender de los animales, que solo matan para vivir, no por deporte...
ResponderEliminarexcelente relato...
saluditos tucumanos
ELINA, esa y otras varias características de los animales nos hubieran venido fantasticas para no tener ahora que preocuparnos por el cambio climático y otras calamidades!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, te espero por la Ciudad!!
Besos!!
ouch!!....porq será que cuando leo estas cosas sigo poniéndole fichas a los animales?
ResponderEliminarbuen relato, besos
Laura, bienvenida a la Ciudad!!
ResponderEliminarLos animales existen desde hace mucho más que nosotros y solamente por eso, tienen la ventaja.
Póngale fichas nomás!!
Besos!!
es que no lo dije porque crea que ellos tienen la ventaja.
ResponderEliminarEs cierto, existen desde antes pero los hombres se están ocupando de a poco y sin pausa en exterminarlos a como de lugar
realmente cree que los pobres bichos tienen ventajas?
le dejo mi beso
Lau, ponelos frente a frente, en iguales condiciones, sin objetos que escupen fuego y vamos a ver cómo se las arreglan uno y otro...
ResponderEliminarAunque eso sería en términos teóricos o en un relato como éste. La realidad marca otra cosa.
Recibo tus besos y te dejo los míos!!
nada...nada...no vas a convencerme. No te cuento ninguna hazaña si digo que ellos matan para comer, o en defensa propia
ResponderEliminartu historia bien, todo perfecto, nos tomamos las licencias que queremos y ponemos el mundo al revés cuando escribimos....pero no vas a convencerme que los animales son más mortíferos que los humanos
no, no intentes
no, no me vas a convencer
no, nop
y va otro beso
Buè,tambièn es sabido que la curiosidàt NO sòlo matò al gato,no... ¬¬?
ResponderEliminarjajajajajajajaja
Conformarse?
Le parece?
Naaaaaaa!!
No sirve de mucho conformarse cuando uno sabe que puede ir por màs... ;)
BESITOS DE LUNES RE DORMIDÌSIMA
que gran capacidad para reltar con estilo el texto, saludos, siempre un grande usted
ResponderEliminarQuerido intendente, recién ahora puedo sentarme a leer sus cuentos, cosa seria, che!
ResponderEliminarDéjeme decirle, con franqueza, que éste me gusta más que el anterior pero no por una cuestión de estilo sino de género.
Eso sí, se le nota la adolescencia en los relato (y eso no está nada mal). Me sorprendió, al leer, encontrar detalles en común con relatos mío o ajenos de esas épocas... será verdad, no más, eso de las etapas! jajaja
Laura, no es que te quiera convencer, sino que los animales acorralados hasta el más inofensivo tiene sus armas!!
ResponderEliminarY si, si no me tomo licencias al escribir, sería periodista!!
Jajaja!
Otro beso más!!
GABU, en cierto sentido, la curiosidad puede ser peligrosa, asi que a veces mejor no averigüar demasiado...
Vamos por más entonces!!
Más besos!!
Diego, sea cerdo y critiqueme que no me voy a enojar!! Jajaja!
Abrazos grandes!!
Café, ahora que releo los cuentos me da hasta un poco de vergüenza porque me parecen cursis... Supongo que la similitud puede ser por frases o recursos típicos (metáforas cerradas, imágenes comunes para ilustrar algo), y dejeme decir que se me nota demasiado la adolescencia!!
Besos!!