sábado, 23 de mayo de 2015

Domingo y una loca teoría

El domingo es un día muy extraño. Yo sé que está destinado a mi descanso, a que libere mis ideas de hacer reventar este mundo desde ya condenado, a que mi cuerpo recupere esas energías encapsuladas en las moléculas de ATP que son tan necesarias para que haga bien mi trabajo, a que comparta tiempo de calidad con mi familia y todo eso que la sociedad hace los días domingos.
El fin de semana es un par de días muy extraño. Aunque debería ser cobijo de los días más relajados, informales, tranquilos, en lugar de eso lo encuentro rutinario, repetitivo. Siempre lo mismo, no hay variación y eso no hace más que agotarme, hace que prefiera estar en otra parte, en otro momento.
Un domingo cualquiera decidí que no caería en el círculo vicioso de siempre, me levanté temprano, inflé las cubiertas de la bicicleta y salí rumbo a ningún lado. Guardaba la esperanza de que algo fuera de lo normal ocurriera. A las dos cuadras la goma delantera dejó su vida útil con un estallido seco y definitivo. Volví a casa, dejé los restos ciclistas tirados en el patio y pensé en buscar un cómplice. El teléfono sonó en siete casas diferentes y las respuestas que obtuve (tres que se dignaron levantar el tubo) fueron horripilantemente similares.
Extraño día el domingo. Hace como dos años, un día de esos (un domingo, claro) se nos ocurrió hacer un mini paseo a la laguna, hacer un bife al disco y descansar con un grupo de amigos. El proyecto, obvio, no pasó de una idea. El carnicero no nos pudo cortar dos miserables kilos de bife de paleta y el motor de la lancha se sumó al clima de descanso dominguero y no arrancó. Terminamos cediendo a la monotonía de lo de siempre, dormir la siesta y sumarse al circuito del parque al centro y vuelta otra vez al parque.
En un momento se me había ocurrido que tal vez estábamos encerrados como Truman en Sea Heaven, pero días como un lunes o un jueves nos permiten viajar hasta Espartillar o Buenos Aires. Pareciera que el campo de fuerza influye sólo esos días, es más una limitación de actitud que física.
Ni siquiera se podía trabajar, para hacer algo fuera de agenda. Sabido es que cuando se empieza cualquier tarea, siempre falta algo y los negocios que lo venden, los domingos cierran todo el día.
Los demás días de la semana no tienen nada de particular. Cada día se diferencia de los demás días comunes por lo que generan en la gente: lunes, cansancio, desprecio; martes, rabia, fatiga; miércoles, esperanza; jueves, agotamiento, ilusión; viernes, alegría, alivio. Adquieren características distintivas cuando se los relaciona con algún evento, nacimientos y cumpleaños, obtención de algún logro académico y cosas similares pero que seguro sucedieron en otro día. Yo nací un viernes y festejo mi cumpleaños cada vez que puedo (aunque nunca lo hice un domingo)
En el fin de semana ocurren cosas inesperadas. Ese domingo me encontré con un viejo, tendría más de setenta años (y se le notaba); me preguntó una tontería para entablar conversación y luego, sin transición, se despachó con un monólogo sobre lo pésima que era la vida, lo mal que le había ido, que lo habían traicionado, maltratado, etcétera. Al otro día, pobre abuelo, se enteró que se había sacado la lotería, se embarcó en un crucero al caribe, se pasó de caipirinhas y lo terminaron enterrando en Bombinhas (todo ocurrió en sucesivos domingos).
También un domingo te conocí y un domingo confirmamos que éramos el uno para el otro, aunque yo insisto en que fue sábado, nada más que para salir del molde, para no encerrarme en este irritante esquema que no es mío.
Hoy es sábado y por eso puedo pensar estas ideas. Si hubiera sido fin de semana, creo que la computadora habría explotado, no encendido o yo no habría escrito más que pelotudeces. ¿Hoy es sábado?

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