jueves, 21 de julio de 2011

Desaparecer

En el aula siempre estuvo entre los del fondo, aunque nunca molestó a nadie. Lo más cerca que estuvo de una amonestación fue en una ocasión en que por su naturaleza haragana, por no caminar tres pasos hasta el pizarrón, arrojó el borrador con muy mala puntería (o muy buena), y partió un vidrio que estaba al costado del escritorio. Eso y las consideradas malas compañías le aseguraron una reputación exagerada, insospechada en el colegio (y en su casa). El clima, frío en invierno y húmedo y cálido en verano, desarrollaron en los pulmones de Joaquín un asma crónico que sólo lo molestaba cuando se excedía con la noche o en situaciones amorosas al aire libre. Además trabajaba en algunas changas con el padre o algún conocido que le ofrecía ser ayudante de albañil o pintor, pequeños ingresos que le permitieron en dos años y medio de dedicación armar un Renault Gordini para darle a su travesía nocturna un toque de distinción. Alto, pelo ordenadamente despeinado, campera de jeans gastada casi hasta lo imposible, caminaba por el boulevard a las siete de la tarde, con esa media luz entre penumbra y enceguecedora, típica del atardecer otoñal. Las vidrieras de los comercios le llamaron la atención; se quedó mirando una remera que le calzaría de maravillas a su guardarropa. Su mente estaba en otro lugar, pensaba en ella. Se fue sin decirle mucho, tomó el tren y no miró atrás. Prefería pensar que era para que no la viera llorar. Había sido muy importante en su vida y ahora se encontraba solo, a la deriva. Metió las manos en los bolsillos, muy al fondo y enfundado tras el escudo de los lentes oscuros caminó hasta la esquina. No te encariñes demasiado con nada, pues todo es pasajero. Nada queda, todo sigue de largo. En la vida no tenés a nadie más que a vos mismo, se decía y el corazón se le comprimía contra las costillas. Arrastrando los pies, cruzó la avenida culpándose de su partida. Algo no había hecho bien, en algo había fallado, él no encontraba motivos para justificarlo y por eso creía que se debía a él que ella no hubiera mirado para atrás. Sus amigos lo esperaban frente a la fuente para ir al parque. Los últimos calorcitos empujaban a la gente a aprovechar el verde profundo para charlar y tomar unos mates. Su apatía no desapareció al unirse al grupo y cobijarse en el eléctrico afecto adolescente; en silencio repasaba los momentos que había compartido con ella, agonizando con cada imagen. Los ojos vidriosos velados en su ausencia esquivaban miradas llenas de preguntas de los chicos. No iba a permitir que el olvido invadiera su recuerdo, mientras miraba en dirección a la estación. Los proyectos para el fin de semana, conseguir algo de plata para salir y con quién se iban a encontrar eran temas que llenaban la conversación caprichosa y sin orden. Nada de eso le interesaba, su rostro juvenil estaba teñido de sombras, una oscura tormenta interna le enfriaba la piel y alimentaba su retraimiento. El lejano sonido de una formación del ferrocarril le llegó como una descarga eléctrica, una señal inconfundible entre la bruma. Balbuceó una excusa, que tenía que ir a ver a su hermana por un asunto familiar, rechazó la oferta de compañía de uno de los chicos, y lentamente y con la mirada baja fue dejando el parque. En el momento en que pasaba por sobre el puente, una sucesión de imágenes familiares se le presentaron como en una película dentro de su cabeza y le generaron incomodidad; entreveía una historia que nunca le contaron, que nadie quiso recuperar del pasado, de la cual él nunca hizo muchas preguntas ni a su padre ni a su hermana. Adivinaba silencios, aquellas reacciones se le hicieron más justificadas, veía las piezas del rompecabezas ubicarse lenta pero consistentemente. Furioso porque lo habían obligado a permanecer al costado de su propia vida aceleró el paso y llegó en cuestión de nada al cruce con la avenida de circunvalación. Que en su momento lo hayan marginado, bueno eso ahora no tenía remedio, pero que no le hayan dado la oportunidad de emitir su propio juicio, de escuchar de su boca lo que había pasado, eso lo ponía de muy mal humor. Se sintió invadido por una profunda soledad, desamparado. En la vida no tenés a nadie, se repetía, ya casi en un murmullo. Ni siquiera a mí mismo.
En ese instante, el pitido de la locomotora se hizo continuo y melancólico. La hermana de Joaquín sintió de pronto la ansiedad de aquellos que pierden algo importante.

15 comentarios:

  1. Amigos, como la platea se renueva y salvo que hayan tenido la malhadada idea de bucear en el archivo, ninguno ha leído este texto que había publicado hace más de dos años. Bueno, estoy refritando un texto que siempre me gustó y los obligo a que les guste también, que tanto... Por decreto!
    La musa se tomó algunos días de vacaciones, la mente está distraída por otros asuntos.
    Espero lo disfruten!

    ResponderEliminar
  2. Cumplo con el decretazo! Estamos todos refritando. Tanto agobio que al final ni se tuvo a él mismo. Abrazo!

    ResponderEliminar
  3. :)
    El texto, intrincado y apurado como un chico adolescente, que como la entrega de esa edad, se apasiona con ideas y sensaciones no muy objetivas para terminar desbordado entre los railes de un tren. Creo, solo creo que las sensaciones de aquel adolescente no eran muy objetivas porque mezcla la despedida de la chica que le gustaba con un secreto que aumentó en su cabeza de un incontrolable y desconsolado, moviendolo hacia la última decisión... sin pensar. Somos tan impulsivos... (como yo escribiendo este comentario jajaja).

    Si, es un buen relato. Tiene ternura, con una pizca de melodrama, salpimentado de realidad, cruda realidad (sin cocinar). Me gustó esta lectura.

    un abrazo
    :))

    ResponderEliminar
  4. me gusta sentirme nueva, esta bueno. beso. no habia leido nada tuyo de ficcion. muas

    ResponderEliminar
  5. disfrute total Intendente, no lo conocía y me encantó. Son varias las musas de vacaciones...

    besazo

    ResponderEliminar
  6. No lo habìa leìdo.

    Me gusta, tiene un estilo inocente pero directo.

    El final es un poco triste, pero me gusta.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Yo no lo había leido y me parecio exelente, por otro lado y si alguno ya lo leyó como le dije a Laura siempre es bueno volver a leer algo que nos gusta, asique por mi dentro de algún tiempo puede volver a subirlo si quiere.
    Saludos

    ResponderEliminar
  8. Me sorprendió el remate final,un poco bastante trisongo... :/

    No le leí este texto ni recuerdo haber conocido sus palabras por aquellos tiempos...

    P.D.:Hablando de refritar creo que no me vendría nada mal freirme un poco la crisma!!

    BESOS IMPERCEPTIBLES

    ResponderEliminar
  9. che, pero y la descripcion gore del desenlace? No me la vas a dejar a mi imaginacion por dios!

    ResponderEliminar
  10. Dany, tanta amargura y agobio que ni pudo siquiera pensar en él mismo como compañia!
    Abrazos!!

    Esil, supongo que se puede decir que las emociones y sensaciones no son objetivas, sino que son más parecidas a un impulso sin parámetros de medición.
    Gracias por tus halagos, considerando cómo escribis!
    Besos!!

    Brujis, si tiene adeptos, puedo subir alguna ficción más, pero voy a necesitar insistencia!
    Besos!

    Laura, es la época en que las musas se reúnen y dejan sin chance a los que necesitamos de ellas!
    Besos!!

    Gaucho, su comentarios se parecen a los míos por el pero en su construcción. Mi estilo es inocente pero no significa que no se pueda leer entrelíneas!
    Abrazos!!

    Flaco, tengo algunos otros textos de este estilo y época, si vuelvo a refritar, serán otros textos!
    Abrazos!!

    GABU, habría que bucear pero ustet y yo tenemos visitas de hace bastante tiempo!
    Me gustan los textos con algo de tristeza, la considera una emoción imprescindible, aunque no sabría decir por qué...
    Besos tristongos!!

    Zeith, te la dejo a tu imaginación, ponele todos los condimentos que se te ocurran, litros (no más de 6 sino, no es creible) de sangre están permitidos!
    Besos!

    ResponderEliminar
  11. Yo no había buceado en el archivo, así que le digo que este texto me gusta por primera vez. Un gusto fundador, y no de segunda mano.
    Triste final para una historia que iba por ese camino.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  12. Sir Yoni, a veces la tristeza nos conduce a estas decisiones algo tremebundas y exageradas, tanto como cualquier otra emoción sentida con profundidad.
    Gracias y abrazos!!

    Jordi, viniendo de vos, con la facilidad con la que relatás, es un excelente halago!
    Gracias y abrazos!!

    ResponderEliminar
  13. Yo creo que hace justo dos años que paso por acá y no lo había visto, porque seguro lo recordaría.
    No conocía este costado de ficción, a ver cuándo nos deleitamos con más.
    Me encantó el retrato de la adolescencia, en mi familia circula la versión que uno se olvida en seguida de la adolescencia apenas tiene su primera cuenta bancaria. Se ve que eso no fue un problema en este caso (... a menos que todavía nunca hayas tenido cuenta bancaria!) lo que le suma más mértios.

    Ojalá la musa vuelva pronto y si no quiere, también que lo haga por decreto!
    Besos!

    ResponderEliminar
  14. Lola, no sé cual será la visión de la adolescencia en tu familia, yo crecí creyendo que era una época de ensueño ideal para atesorar recuerdos, endiosar tíos, crear lazos eternos con los amigos y rayarse las rodillas con el asfalto.
    Nunca tuve cuenta bancaria hasta que no cobré mi primer sueldo por esa vía y no es algo que me haya cambiado la vida, au contraire!
    Se ve que la musa también anda con problemas de salud porque hace rato que no me visita!
    Besos!!

    ResponderEliminar

Mesa de entrada: aqui se recepcionan las consultas, quejas, solicitudes y reclamos. Le daremos un número de legajo y... paciencia! Es municipal, vió?