La noche fue oscura, navegando en la insensatez del pensamiento nublado, cegado. No tener noción del alcance de lo ocurrido generaba una cierta pesadumbre, un inquietante sentimiento de responsabilidad amputada. La soledad del pequeño cuarto era solo interrumpida por los haces de luz que penetraban desde los ventanucos rectangulares que coronaban las vacías paredes. Este vacío original cedió su lugar con el paso del tiempo y de los huéspedes, a voces sin redención que oyendo a los gritos de la rebeldía interna rayaban con lo que tenían a mano la pintura de color apagado que cubría el revoque calcáreo. Fechas, nombres, lugares, conformaban un inventario desordenado de almas trashumantes, culpables de vivir sin permiso, realizando promesas sin intención de cumplirlas.
La pared que interrumpía el uniforme fondo de la habitación ocultaba a duras penas el hueco donde bullía el hedor de los desperdicios naturalmente humanos y servía de segundo capítulo para las peticiones desesperadas, inútiles súplicas sin sentido.
El suelo frío, dudosamente hospitalario, recibió sin inmutarse el calor desamparado de mi cuerpo; me servía de compañía una manta y un colchón amistoso, recibiendo mis desvaríos solitarios, mis sueños caóticos, protegiendo mis ansias de libertad. El silencio agobiante es la peor de las características decorativas y el eco resultante de los errantes pensamientos bailan pesadamente en los mínimos metros cuadrados. El aislamiento es el peor castigo para los seres concebidos en sociedad. La imposibilidad de reconocerme en otro par de ojos me sumió en un estado de distancia intangible, de mutismo indolente, de terror oscuro. A través de la pesada puerta de impenetrable metal se suponía un mundo activo que continuaba girando, naciendo, desarrollando, muriendo. A ese mundo yo quería volver, quería pertenecer con poderoso deseo. Nunca más esta sórdida celda logrará seducirme.
Una promesa que incluya la palabra "Nunca" es una promesa de muy difícil cumplimiento, intendente. Apenas sospechamos quienes seremos en el futuro. Pero certezas, no tenemos ninguna. Ni siquiera de lo que no querremos.
ResponderEliminarAbrazo.
Hay quien considera el peor castigo estar preso de sus silencios, sin hacer eco en otro.
ResponderEliminarOff topic: Charly canta en No importa "El mundo es un patio de prisión. ¿Adónde querés ir?". De eso me acordé.
Saludos desde este lado de la reja
San Montelpare
Gran texto, tienes razón el aislamiento es un gran castigo,saludos.
ResponderEliminarDisponer de una habitación en la que los pensamientos y la imaginación desata y libera, es en parte, una suerte con todo lo que remolca y puede llegar a doblegar a la persona que lo vive. Más que nada porque los pensamientos negativos se adueñan de la mente.
ResponderEliminarFeliz invierno
un abrazo
Viejex, más que promesa, intenta ser una declaración de principios (o de objetivos) la cuestión es que evitaré a toda costa volver a ese lugar.
ResponderEliminarClaro que no tengo la certeza, la vida es así de entretenida!
Abrazos!!
San, es muy feo estar así encerrado, sin poder conectar con otro, escuchando siempre el mismo sonido (o el mismo silencio...)
Besos para vos!
Boris, por eso en las cárceles a los que se portan mal (más mal de lo que se vienen portando) los encierran solos e incomunicados; se supone que dejarlos con sus pensamientos ya es de por sí bastante castigo.
ResponderEliminarSaludos!!
Esil, cuando esa situación sucede por elección, puede ser positiva, uno encuentra la paz y la concentración para desplegar su arte, sus cualidades o simplemente para desenchufarse del caos externo. Por el contrario, si es impuesto, el aislamiento es fatal.
Besos!!