Miro por la ventana y veo gente anónima que camina a paso cansino o apurado, del
brazo de una señorita o tirando una correa con una mascota. Veo gente
en bicicleta y en moto llevando en el portaequipaje elementos de estudio
o de trabajo. Puedo intuir sus dudas y sus miedos pero también sus
esperanzas y sus energías. Pueden ser algunos de ustedes los que también
levantan la vista y miran hacia esta ventana e intuyan las ansiedades
de quien se oculta tras ese vidrio esmerilado.
Camino por las
veredas desparejas esquivando charcos, mirando de frente a quien se
cruza conmigo para descubrir en el fondo de sus ojos qué desearía
pedirle de regalo a la vida. Ninguno de los caminantes alza la vista, evitando ese momento entre incómodo y absurdo; tampoco alzan la voz, casi
todos se demoran en un silencio atronador, los más se cubren los
metejones con auriculares y los menos los exorcisan cantando
entredientes.
Atravieso la calle por la esquina y recibo de
frente el tufo de los radiadores que nada tienen que ver con quien los
conduce. Lo que si me revela muchas cosas es la forma en que agarran el
volante: imposible encontrar la mirada de quien aferra el volante con
las dos manos a la altura de los hombros. Más fácil es conectarse con
quien tiene el codo sobre la ventanilla, entonando alguna canción de moda o escuchando el partido augurando otro gol que asegure la victoria.
Doblo en una esquina cualquiera de esta ciudad de mentira que ha cobijado sueños inverosímiles, anécdotas oscuras, cuentos terribles, textos robados, se ha nutrido de lo cotidiano, de lo que nos pasa a vos, a ustedes y a mi también y por qué no de cosas que deseamos que sucedan alguna vez y busco la puerta que debería estar acá nomás. Es terriblemente enervante creer que llegamos a casa y en vez de eso, estamos todavía a unas cuadras de distancia; mi cara hace gestos que son imposibles de reproducir con palabras y apuro el paso.
Acá estoy, esperando que nuevos vecinos se apropien de mis veredas, mis plazas y mis balcones y que las hagan suyas de la mejor manera posible, mientras vuelvo a mirar por la ventana, ya más tranquilo y relajado, habiendo preparado un mate y puesto el agua para los fideos.
Hola Etienne.
ResponderEliminarYa que vas de regreso a casa, percibiendo esa "locura" ciudadana, que no me queda claro su alcance... :))))), te acompaño. No se si me quedaré a comer esos fideos en perspectiva.
Mirar a los ojos de las personas, más que descubrir qué quieren, suelo ver qué son. No siempre, desde luego, pero sí en quienes lo permiten...
Sin necesidad de sacar codo alguno por ninguna parte, :))))) hoy práctica prohibida en este país, si te diré que conduzco bien, y hasta elegante en las posturas. Y sobre velocidad, amigo, ni te cuento! ¡Una de mis pasiones! (Sonrío)
Que tu ciudad ha cobijado sueños y realidades no alcanzadas... ¡Cierto! Y por lo que se ve hoy, no parecen estar al alcance de la mano.
El oscuro pasado parece querer volver a imponerse!!
¿Qué sucede en tu país. Qué en sus gentes?
Espero que ese mate te haya sentado muy bien. :)))))
Chao, amigo.
Hola Ernesto, buen día! me quedé clavado en tu pregunta, qué sucede en mi país, qué le pasa a la gente? Y me encantaría poder responderte pero cualquier palabra y frase que aquí escriba, no le haría justicia. Nos han hecho creer una cosa y vamos en dirección contraria y así desde hace 150 años...
EliminarEl mate ayuda a pasar el mal trago, hace compañía y no juzga!
Abrazo amigo!
Es verdad que a veces cuando podemos mirar distanciados de lo que nos rodea, se puede percibir cada una de las cosas que describís aquí. Solo se necesita prestar atención a lo pequeño,a ese gesto que defina. O esa mirada que se esquiva, o esa postura al volante..
ResponderEliminartantas cosas que revelan la realidad de la vida en la gran ciudad.
Gracias por el mate! Yo por hoy ya terminé de tomar.
Un beso!
Hola Luna, buen día! la vorágine del día conspira contra el poder de observación, y ni hablar de la objetividad que ya no se consigue tan fácil, tenemos el juicio teñido de nuestras propias miserias. A veces pienso que la ciudad es como una cárcel a cielo abierto, sumidos en rutinas agobiantes con el pie del sistema sobre nosotros, que los vencimientos a pagar, que las leyes, que la mirada social... Y las redes son el gran hermano moderno.
EliminarPuaj! voy a cambiar la yerba porque este matecito ya se lavó!
Besos!
A veces creo que todos nos sentimos especiales, ajenos a esa locura, a la masa gris que parece devorarlo todo pero, en el fondo, formamos parte de ella, ¿no te parece? No somos especiales, muy pocos los son, nadie que conozcamos en cuaquier caso.
ResponderEliminarHola Beau, buen día! nunca me pensé especial pero se me ocurre que es una buena forma de crear un escudo protector, un distintivo o una pretendida inmunidad contra esa locura; una especie de resistencia estúpida porque sabemos que a fin de cuentas seremos parte de ella. Otra forma sería irse al campo a sembrar rábanos, aunque las cuentas seguirán llegando a nuestro buzón.
EliminarAbrazo!
Algunas personas caminan demasiado las mismas calles.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Hola José, buen día! Lo malo de eso es que te hace creer que es lo único que existe. Que no hay variantes, que no se puede cambiar una calle ni derribar un muro; te altera la ya de por si alterada realidad.
EliminarAbrazo!