viernes, 12 de febrero de 2021

Oscuridad como punto de partida

 La noche fue oscura, navegando en la insensatez del pensamiento nublado, cegado, pensamiento que no tenía rumbo ni destino. No tener noción del alcance de lo ocurrido generaba una cierta pesadumbre, un inquietante sentimiento de responsabilidad amputada. La soledad del pequeño cuarto era solo interrumpida por los haces de luz que penetraban desde los ventanucos rectangulares que coronaban las vacías paredes. Este vacío original cedió su lugar con el paso del tiempo y de los huéspedes, a voces sin redención que oyendo a los gritos de la rebeldía interna rayaban con lo que tenían a mano la pintura de color apagado que cubría el revoque calcáreo. Fechas, nombres, lugares, conformaban un inventario desordenado de almas trashumantes, culpables de vivir sin permiso, realizando promesas sin intención de cumplirlas. 

La pared que interrumpía el uniforme fondo de la habitación ocultaba a duras penas el hueco donde bullía el hedor de los desperdicios naturalmente humanos y servía de segundo capítulo para las peticiones desesperadas, inútiles súplicas sin sentido. 
El suelo frío, dudosamente hospitalario, recibió sin inmutarse el calor desamparado de mi cuerpo; me servía de compañía una manta y un colchón amistoso, recibiendo mis desvaríos solitarios, mis sueños caóticos, protegiendo mis ansias de libertad. El silencio agobiante es la peor de las características decorativas y el eco resultante de los errantes pensamientos bailan pesadamente en los mínimos metros cuadrados. El aislamiento es el peor castigo para los seres concebidos en sociedad. La imposibilidad de reconocerme en otro par de ojos me sumió en un estado de distancia intangible, de mutismo indolente, de terror oscuro. A través de la pesada puerta de impenetrable metal se suponía un mundo activo que continuaba girando, naciendo, desarrollando, muriendo. A ese mundo yo quería volver, quería pertenecer con poderoso deseo. Nunca más esta sórdida celda logrará seducirme.

7 comentarios:

  1. Qué maravillosamente has descrito esa sensación de soledad, de estar aislado, de sentir el suelo frío, sin tener noción del tiempo, las paredes vacías, tan vacías como uno mismo se puede llegar a sentir.


    Me ha encantado este relato, un placer leerte.

    Un abrazo.

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  2. adoro la soledad del silencio buen texto

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  3. María, es un relato difícil porque tiene mucho de real. Y esa sensación de soledad, frío, aislación, de no saber por donde sale el sol, cosas que uno da por sentado que se hacen lejanas...
    Besos!

    Mucha, el silencio es un buen consejero en tanto y en cuanto lo desees y lo sepas escuchar. El problema es cuando es forzado.
    Besos!

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  4. Un relato triste, no me gusta el encierro, la soledad o el aislamiento..... pero tu historia cuenta lo que muchos sienten y viven con esta pandemia.....
    Te felicito logras transmitir toda esa sensacion de soledad.
    Un fuerte abrazo Etienne.

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  5. Gra! Si el texto logra hacerte sentir de esa forma, me doy por cumplido. Esa es un poco la idea de esas palabras...
    Besos de vuelta!!

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  6. La sensación es angustiosa, pero está muy bien descrita.
    Un abrazo.

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  7. Rocío, justamente la angustia, el encierro, la falta de aire, de libertad, era lo que se quería transmitir, asi que me doy por hecho!
    Besos!

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