domingo, 8 de septiembre de 2024

El cerro

Era un lugar mágico, se veía increíble desde la cima del inacabado cerro. Allí, cerca de la ciudad, podías trasladarte a cualquier lugar que quisieras, sólo con la mente... La visión abarcaba todo el mundo, o por lo menos esa era la sensación. Podías imaginar cómo el globo se iba doblando como succionado por un poderoso centro de gravedad, curvándose hasta cerrarse sobre sí mismo y plegarse en el otro lado. El viento que allí hay en forma permanente completa la fortaleza de los poderes naturales arrastrándote hasta el borde y obligándote a aferrarte a las rocas para no caer. Los árboles tachonan el faldeo del cerro y las planicies en oscuros montes siniestros. Los cables de acero que apuntalan las gigantescas antenas, forzados por el aire en movimiento, crean sonidos lúgubres, con una deprimente cadencia que hiela la sangre. Al este, bien en la lejanía, casi cayéndose del cuadro, reposaba tranquilamente el desvelo de mis noches de verano. Aquel inaccesible cerro me turbaba los sueños, se metía en mis conversaciones, creaba un desconcierto que yo no podía controlar y una angustia me invadía cada vez que lo miraba, cada vez que lo pensaba.

Es un espectáculo que no cansa la mirada pues tiene esa originalidad que es única en la naturaleza. Sólido contra el azul frío del cielo, perdido entre las nubes de algodón, oculto tras las tormentas de verano, coronado por la neblina de la mañana, estoico en lucha con el viento. A veces, desde la ruta que lo bordea por el sudoeste, se lo puede ver, flanqueado por su hermano menor, marcando su orgulloso perfil e imponente en su altura. Yo lo veía y no sabía darme cuenta qué era lo que me quería decir...

Un día de febrero, de esos en que uno está de mal humor, que perdés la paciencia al menor comentario inocente y que todo te cae mal, a eso de las dos de la tarde, me fui a limpiar el lava-pié en la entrada de la pileta riñón, para no tener que soportar los comentarios sarcásticos de Mirta, una simpática mujer que desde hace un tiempo dirige a su gusto el balneario municipal. Al bajar la escalera, se me ocurrió que nunca lo había entendido porque el mensaje no me llegaba, no lograba establecer contacto. Necesitaba encontrar una forma de calmar la inquietud en que me encontraba y pensé que la mejor manera de hacerlo era enfrentarme a él, y vencerlo. La temporada de los natatorios terminaba el fin de semana previo al comienzo de clases, por lo que el momento ideal era en Semana Santa. No había otra, estaba decidido. Por entre medio de las ramas del parque, veía que sin inmutarse, el cerro me esperaba.

Siempre es difícil desprenderse de las cosas aunque no sean más que eso, meros objetos. Pienso que debe ser que nos recuerdan momentos, vivencias o los consideramos una especie de amuleto para la suerte. Así fue que tuve que vender ciertos elementos de valor sentimental para comprar todo lo necesario, desde la mochila y la ropa más todo el equipamiento básico y alguna que otra cosa superflua pero que a los ojos del vendedor eran indispensables para que no muera lenta y dolorosamente en la aventura. El tiempo se me fue en preparativos, desde conseguir el permiso del dueño del campo, hasta alguna carta topográfica, sabios consejos de gente que había subido y todo tipo de recomendaciones útiles. Intenté la compañía de un amigo; no podía, era el cumpleaños de su novia. Una semana antes estuvo todo listo y yo, dominado por la impaciencia, dormía muy mal, andaba distraído y nervioso en el trabajo y dos veces estuve a punto de suspender la excursión porque el pronóstico del tiempo daba lluvias y tormentas para el fin de semana.

Cada vez era más claro el mensaje, se iba formando en mi cabeza, tenía forma, empezaba a saber cuál era el motivo, me golpeaba con fuerza, me provocaba un desconcierto sin control; un temor indefinido se me instaló firme en los huesos, una especie de incertidumbre comenzaba a invadirme. Todas estas sensaciones, el malestar físico que se hacía insoportable, el frío que me azotó en todo momento, todo desapareció cuando en un último paso, esforzado movimiento, me aferré con una mano a la gran antena y después de apoyarme con firmeza sobre los pies, levanté la vista y disfruté del homenaje que la naturaleza puede ofrecer a los ojos de un ser viviente.

10 comentarios:

  1. Carajo ni todas las películas de Marvel juntas con sus escenas de acción podrían captar esta "batalla interna", muy bueno, qué fuerte poder decir "la naturaleza me pela la verga" y tener razón. Bravísimo, cuando era un pequeño conejito más majadero y menos gay, había visto un cerro chiquito en camino a la escuela, 4 amigos sí nos juntamos para subir a él, realmente no fue una gran aventura, de hecho sólo caminamos hacia arriba, no fue la gran cosa, pero en serio la curiosidad de subirlo nos taladraba todos los días, Y ESPERE, hay escena post-créditos y algo muy cabrón: en la punta del cerro había una cruz dorada de un metro de alto más o menos, alguien tomó una cruz de alguna iglesia y la puso ahí, CARAJO ¿eso no lo vio venir verdad?, y había un pequeño montículo (30 X 30 centímetros más o menos) que se veía que alguien enterró algo pero muy mal o con prisa, había tela saliendo de él DEFINITIVAMENTE no queríamos ver, pero por lo menos una de las curiosidades terminó, ya habíamos subido ese cerrito. Odio a los seres humanos, amiguitos digan no a las drogas y váyanle al Atlas de Guadalajara, no sean nacos.

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    1. Lo de la cruz es bastante común, queda como señal de conquista de quién llego antes que el resto. Lo de la tela, puede ser una ofrenda, una especie de regalo o bueno, la ropa de algún buscado por la justicia. Nunca lo sabremos.
      Lo de "me la pela" tengo que ir al diccionario no?

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    2. Más tarúpido sos vos, imberbe!

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  2. Bravo Etienne! Este relato suma ingredientes interesantísimos a tus relatos...esa especie de halo misterioso-místico,esa búsqueda, esa desazón...
    Qué bueno!
    Un beso.

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    1. Holaa Luna!! Lo místico no es lo que mejor me sale aunque ha explorado en algunos textos esa temática. La desazón, eso es algo más conocido para mí.
      Besos y gracias!!

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  3. Subir una montaña siempre es un acto revolucionario... muy inquietante y bien hilado el relato....gracias por compartirlo

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    1. Beau, ese cerro es bastante exigente, no hay huella, es más alto que la media, no se hacen excursiones programadas, es bastante arduo lograrlo. Más o menos como una revolución.
      Lo mío es de ustedes! Abrazo!!

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  4. Pensé que se arrojaría al vacío.
    Al menos yo lo pensaría...

    Saludos,
    J.

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    1. Jajaja, ese es un final que yo TAMBIÉN podría haber pensado pero al escribirlo, mi ánimo estaba en otro rumbo.
      Se viene un texto de ese tenor.
      Abrazo José!

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