Los amigos descansan lejos o se cansan de esperar y sin mirar atrás se marchan aún más lejos. Y no es porque uno no pueda brindarles nada, es porque la simple complejidad de lo cotidiano hace imposible una simple coincidencia (de coincidir, estar de acuerdo) y pasamos a depender del azar para comunicarnos.
De golpe y sin previo aviso, el acelerador de la vida se traba en el fondo de nuevo llevando al extremo el vértigo. Me arrastra, me lleva a lugares donde no deseo estar y a pasar momentos con gente que no quiero ver; mi voluntad consciente tiende a alejarse como magnetizada con el mismo polo, rechazando de golpe lo que sucede.
A la larga los individuos se acostumbran a determinados comportamientos extraños porque su repetición los hace tolerables. Aunque seamos honestos, es mucho más interesante no recibir cuestionamiento alguno que poner un esfuerzo en entender; mucho más sencillo enfrentarse a un espejo que me devuelve lo conocido que a un maniquí que nos enfrenta sin miedo.
Tal vez sea mucho hablar de diversidad, digamos disenso o confrontar pensamientos con opiniones, extremos opuestos que piensan igual. Total, nos vamos a quedar con la duda de todas maneras porque no llegaremos a ver el resultado en esta existencia, si es que alguna vez se concreta.