viernes, 21 de noviembre de 2025

Insanía ciudadana

Miro por la ventana y veo gente anónima que camina a paso cansino o apurado, del brazo de una señorita o tirando una correa con una mascota. Veo gente en bicicleta y en moto llevando en el portaequipaje elementos de estudio o de trabajo. Puedo intuir sus dudas y sus miedos pero también sus esperanzas y sus energías. Pueden ser algunos de ustedes los que también levantan la vista y miran hacia esta ventana e intuyan las ansiedades de quien se oculta tras ese vidrio esmerilado.

Camino por las veredas desparejas esquivando charcos, mirando de frente a quien se cruza conmigo para descubrir en el fondo de sus ojos qué desearía pedirle de regalo a la vida. Ninguno de los caminantes alza la vista, evitando ese momento entre incómodo y absurdo; tampoco alzan la voz, casi todos se demoran en un silencio atronador, los más se cubren los metejones con auriculares y los menos los exorcisan cantando entredientes.

Atravieso la calle por la esquina y recibo de frente el tufo de los radiadores que nada tienen que ver con quien los conduce. Lo que si me revela muchas cosas es la forma en que agarran el volante: imposible encontrar la mirada de quien aferra el volante con las dos manos a la altura de los hombros. Más fácil es conectarse con quien tiene el codo sobre la ventanilla, entonando alguna canción de moda o escuchando el partido augurando otro gol que asegure la victoria.

Doblo en una esquina cualquiera de esta ciudad de mentira que ha cobijado sueños inverosímiles, anécdotas oscuras, cuentos terribles, textos robados, se ha nutrido de lo cotidiano, de lo que nos pasa a vos, a ustedes y a mi también y por qué no de cosas que deseamos que sucedan alguna vez y busco la puerta que debería estar acá nomás. Es terriblemente enervante creer que llegamos a casa y en vez de eso, estamos todavía a unas cuadras de distancia; mi cara hace gestos que son imposibles de reproducir con palabras y apuro el paso.

 Acá estoy, esperando que nuevos vecinos se apropien de mis veredas, mis plazas y mis balcones y que las hagan suyas de la mejor manera posible, mientras vuelvo a mirar por la ventana, ya más tranquilo y relajado, habiendo preparado un mate y puesto el agua para los fideos.

martes, 11 de noviembre de 2025

Transcurso

 A través del tiempo, compartiendo veladas, pasando juntos momentos varios incluyendo tragos amargos e inmensas alegrías, uno se va dando cuenta de muchas cosas, uno va encontrando las respuestas para esas preguntas acumuladas que torturan y desvelan por las noches, que persiguen y cuestionan durante el día.

A través de la experiencia que da la existencia misma aprendemos a sortear los escollos que nos pone la vida, podemos resolver intrincados enigmas, convivimos con cuestionamientos, a veces intrascendentes, lo que nos convierte en esmerados seres humanos, sociables, aparentemente aptos para interactuar con otras personas, manteniendo a la vista el factor de lo imprevisto, inherente al carácter de ser vivo. A veces funciona, otras no tanto.

A través del transcurso de nuestras vidas vamos sumando anécdotas, muchos hechos, variados encuentros, diversos sucesos, que en conjunto nos brindan una escueta visión de lo que en realidad es el mundo, pero que nos informan con intachable veracidad el lugar que ocupamos en él y en la vida de los demás, cómo nos afectan y cómo los afectamos.
 
Estoy casi seguro que las cosas que nos suceden tienen su razón de ser, su correspondiente resolución, su motivo para ser, para suceder aquí, ahora y no antes ni después. Eso me gusta pensar, que todos podemos aprender de lo que nos pasa y que nos quede vida para aplicarlo. 

martes, 4 de noviembre de 2025

A menudo los extraño

Extraño a mis amigos...
Desde que la vida quedó a cargo mío, que mis padres dejaron de ocuparse de trámites de salud, compra de ropa y organización de viajes y empecé a desempeñar las actividades que la vida adulta exige, me ha quedado muy poco tiempo para disfrutar de la compañía de mis amigos.
A veces, la existencia te va llevando con las urgencias de lo cotidiano, otras literalmente te arrastra y en la velocidad en que sucede todo, las cosas buenas, las malas, las rupturas, los encuentros, los despidos, las mudanzas y la distancia física, las tragedias, la vida misma para redondear, a veces nos olvidamos lo importante que son los amigos.
A veces los pienso, varias veces he de reconocer, pocas veces he escrito una carta aunque debería. Llamar por teléfono es algo que sirve, acerca la voz pero uno siempre termina con la sensación de que interrumpe algo importante, el mundo pareciera que vive de reunión en reunión, y no termina de comunicar lo que te oprime el pecho.
Nada reemplaza a poder compartir con ellos un asado con esas sobremesas de ensueño, una vuelta del perro en el centro haciendo rostro con música brotando por las ventanas, una mateada con facturas de ayer, una charla atrasada con un café de por medio. Ni hablar si hay posibilidad de un viaje
Cuando me acorrala la nostalgia, y no puedo recurrir a ellos, me aferro a las cosas: miro fotos y se me arruga el alma, me transpiran los ojos al ver rostros lejanos, cuerpos perdidos, viajes irrepetibles. Esas imágenes me trasladan y veo todo desde arriba, como sobrevolando la historia, excepto que no puedo mirarme a la cara, aparezco sin memoria, sin gestos porque no puedo cambiar nada aunque quisiera. Recorro los amuletos acumulados en años de juventud guardados con celo y preservados en cajas de zapatos sobrevivientes de varias mudanzas y revivo anécdotas, viajes, peleas, abrazos... 
Mis amigos no saben que son lo más importante en mi vida. Ellos no dimensionan el infinito poder que tienen, apenas creen que me hacen un favor estando allí, cerca del corazón. ¿Qué significa poder confiar en alguien, contarle lo que te abruma y que no te juzgue? ¿Cuánto vale poder alivianar tus pensamientos sin sufrir otro rechazo, otra cachetada? ¿Qué palabra aunque dura y frontal es la que nos permitimos escuchar sin ofendernos? Ellos no lo saben, simplemente lo ejecutan, acaso respondiendo a un mandato ancestral, acaso porque intuyen que me están salvando.

Si, extraño a mis amigos..