Extraño a mis amigos...
Desde que la vida quedó a cargo mío, que mis padres dejaron de ocuparse de trámites de salud, compra de ropa y organización de viajes y empecé a desempeñar las actividades que la vida adulta exige, me ha quedado muy poco tiempo para disfrutar de la compañía de mis amigos.
A veces, la existencia te va llevando con las urgencias de lo cotidiano, otras literalmente te arrastra y en la velocidad en que sucede todo, las cosas buenas, las malas, las rupturas, los encuentros, los despidos, las mudanzas y la distancia física, las tragedias, la vida misma para redondear, a veces nos olvidamos lo importante que son los amigos.
Desde que la vida quedó a cargo mío, que mis padres dejaron de ocuparse de trámites de salud, compra de ropa y organización de viajes y empecé a desempeñar las actividades que la vida adulta exige, me ha quedado muy poco tiempo para disfrutar de la compañía de mis amigos.
A veces, la existencia te va llevando con las urgencias de lo cotidiano, otras literalmente te arrastra y en la velocidad en que sucede todo, las cosas buenas, las malas, las rupturas, los encuentros, los despidos, las mudanzas y la distancia física, las tragedias, la vida misma para redondear, a veces nos olvidamos lo importante que son los amigos.
A veces los pienso, varias veces he de reconocer, pocas veces he
escrito una carta aunque debería. Llamar por teléfono es algo que sirve,
acerca la voz pero uno siempre termina con la sensación de que
interrumpe algo importante, el mundo pareciera que vive de reunión en reunión, y no termina de comunicar lo que te oprime el pecho.
Nada reemplaza a poder compartir con ellos un asado con esas sobremesas de ensueño, una vuelta del perro en el centro haciendo rostro con música brotando por las ventanas, una mateada con facturas de ayer, una charla atrasada con un café de por medio. Ni hablar si hay posibilidad de un viaje
Cuando me acorrala la nostalgia, y no puedo recurrir a ellos, me aferro a las cosas: miro fotos y se me arruga el alma, me transpiran los ojos al ver rostros lejanos, cuerpos perdidos, viajes irrepetibles. Esas imágenes me trasladan y veo todo desde arriba, como sobrevolando la historia, excepto que no puedo mirarme a la cara, aparezco sin memoria, sin gestos porque no puedo cambiar nada aunque quisiera. Recorro los amuletos acumulados en años de juventud guardados con celo y preservados en cajas de zapatos sobrevivientes de varias mudanzas y revivo anécdotas, viajes, peleas, abrazos...
Mis amigos no saben que son lo más importante en mi vida. Ellos no dimensionan el infinito poder que tienen, apenas creen que me hacen un favor estando allí, cerca del corazón. ¿Qué significa poder confiar en alguien, contarle lo que te abruma y que no te juzgue? ¿Cuánto vale poder alivianar tus pensamientos sin sufrir otro rechazo, otra cachetada? ¿Qué palabra aunque dura y frontal es la que nos permitimos escuchar sin ofendernos? Ellos no lo saben, simplemente lo ejecutan, acaso respondiendo a un mandato ancestral, acaso porque intuyen que me están salvando.
Nada reemplaza a poder compartir con ellos un asado con esas sobremesas de ensueño, una vuelta del perro en el centro haciendo rostro con música brotando por las ventanas, una mateada con facturas de ayer, una charla atrasada con un café de por medio. Ni hablar si hay posibilidad de un viaje
Cuando me acorrala la nostalgia, y no puedo recurrir a ellos, me aferro a las cosas: miro fotos y se me arruga el alma, me transpiran los ojos al ver rostros lejanos, cuerpos perdidos, viajes irrepetibles. Esas imágenes me trasladan y veo todo desde arriba, como sobrevolando la historia, excepto que no puedo mirarme a la cara, aparezco sin memoria, sin gestos porque no puedo cambiar nada aunque quisiera. Recorro los amuletos acumulados en años de juventud guardados con celo y preservados en cajas de zapatos sobrevivientes de varias mudanzas y revivo anécdotas, viajes, peleas, abrazos...
Mis amigos no saben que son lo más importante en mi vida. Ellos no dimensionan el infinito poder que tienen, apenas creen que me hacen un favor estando allí, cerca del corazón. ¿Qué significa poder confiar en alguien, contarle lo que te abruma y que no te juzgue? ¿Cuánto vale poder alivianar tus pensamientos sin sufrir otro rechazo, otra cachetada? ¿Qué palabra aunque dura y frontal es la que nos permitimos escuchar sin ofendernos? Ellos no lo saben, simplemente lo ejecutan, acaso respondiendo a un mandato ancestral, acaso porque intuyen que me están salvando.
Si, extraño a mis amigos..