Viste cuando lo sentís? Así de poderoso era, así de intensa era. Levanté la vista y me estaba mirando fijamente, sin motivo alguno más que lo que le rondaba en la cabeza.
- Ya no puedo más. - escuché que decía.- Siempre decís lo mismo, si alguna vez hicieras algo al respecto...
- Podría hacerlo, pero al segundo me arrepentiría. No le veo salida.
- Opciones hay, todas tienen riesgos y también oportunidades de ser una mejor persona.
- Vos lo decís porque no te importa nada, como dice ese graffitti en la pared.
- Dependo de vos, depende de cómo lo veas, tengo mucho que perder.
- ¿Me estás diciendo inestable? Yo no soy una persona impulsiva, menos...
- Bla, bla, bla! - en tono burlón.
- Me harté, no se puede hablar con vos.
Al volver a la cocina, ya estaba de mejor humor. No porque le gustara estar ahí ni hacer lo que se suele hacer ahí, sino porque el sol le había entibiado el hombro y los huesos ya no le molestaban tanto.
- Podría hacer algo, tal vez sentarme a tomar un vaso de cerveza.
- Eso apenas puede considerarse hacer algo.
- Siempre hay una observación a todo, no? No podés aceptar la cosa tal cual viene, siempre hay que tratar de corregirla.
- Pero tengo razón, no? Para mi, hacer algo implica al menos transpirar un poco. Mover los músculos, esa clase de "hacer cosas".
- Ya de oirte decirlo me acalambré. Aunque lo que me molesta no es que tengas razón, sino la forma de decirlo, con esa soberbia arrogante, con ese desdén sabelotodo.
- Alguien tiene que decirte las cosas, nunca hacés caso.
- Gracias.
- Por qué me agradecés?
- Por salvarme. O intentar hacerlo...