La humedad pegajosa del puerto se me mete entre medio de la lana del suéter, mientras estoy acuclillado detrás de unas cajas de madera, algún cajón de plástico y todo con un hedor a pescado que me hace saltar las lágrimas. La oscuridad de la noche se vuelca encima de la embarcación, que hierve de actividad. En dos o tres miradas detecto una veintena de hombres acarreando bultos de diverso volumen bajo la atenta mirada de otros cuatro o cinco hombres armados. Al costado de la fila de camiones, en el borde de la penumbra veo estacionado un lujoso auto en cuyo interior está la persona que me interesa.
Muevo la pierna para evitar el incipiente calambre que empiezo a sentir y me deslizo de costado hacia la escalerilla que baja hacia el espigón. Entre redes y enormes grúas me escabullo rodeando todo el lugar donde se está moviendo la mercancía hasta llegar a la inmediatez de la parte trasera del auto. Ahora veo que es de color azul muy oscuro, tanto que parece negro. Ahora, en un flash de la memoria, lo reconozco y lo ubico en dos o tres momentos de la investigación, cuando fuimos a allanar la casa de ese senador, cuando quisimos sin éxito proteger a un testigo de una tremenda balacera y tal vez el más personal, cuando explotó un dispositivo en casa de la fiscal, que también resultaba ser mi hermana.
Una luz cegadora se posó de pronto enfrente mío, a la par que escuchaba el amartillar de un arma cerca de mi parietal derecho. Todo fue bastante rápido, no tuve que mover las piernas que sufrían el cosquilleo del calambre ya que me arrastraron hasta la puerta trasera del auto, para mostrarme el rostro de quien había estado tras toda esta fantástica operación.
- No podías dejarlo, tenías que meter tu nariz en lo que no te importa- me gritaron con desprecio.
- Así somos los sabuesos, no soltamos el hueso hasta el final. -respondí escondiendo mi sorpresa- Nunca pensé que pudieras traicionar así tus principios.
- No pensé que fueras tan inocente -dijo con bronca- todos sabemos que el principio de todo en este maldito mundo es el dinero.
Muy real y lamentablemente frecuente...
ResponderEliminarQué bien que sabes narrar..
Me encanta.
Besos!
Hola Luna!
EliminarLo redacté con mi cabeza a medio camino entre escenas de películas y de libros que he leído, la atmósfera de puerto siempre me dio una sensación aplastante.
Me gusta que te encante!
Besos!
Todo lo imagino animado por Sylvain Chomet.
ResponderEliminarConejo!
EliminarMe parece que Sylvain es bastante más luminoso, aunque me gusta su humor y los giros de sorpresa que le pone a sus historias.
Datazo tiraste!
Es verdad q está narrado maravillosamente...cómo q nos deslizamos agazapados entre tus letras y de pronto....ta ta ta chan... nos enganchan por el cogote como a los conejos y nos echan la bronca con los pies en el aire al habernos descubierto ...muy bueno, mi enhorabuena !
ResponderEliminarHola María!
EliminarLa historia daba para bastante más, mi impaciencia y mi poco criterio crítico hicieron que apriete el botón de publicar más rápido de lo aconsejable. Tal vez era porque ya no aguantaba más el calambre, jaja!
Besos!
Es verdad q está narrado maravillosamente...cómo q nos deslizamos agazapados entre tus letras y de pronto....ta ta ta chan... nos enganchan por el cogote como a los conejos y nos echan la bronca con los pies en el aire al habernos descubierto ...muy bueno, mi enhorabuena !
ResponderEliminarjajaja siempre me sale doble ...sorry!!!
ResponderEliminarNo es necesario el perdón si no existe la ofensa.
EliminarOtro beso!
El dinero no sirve para nada,ni lo puedes comer ni te calienta, a no ser que lo quemes pero... sí, es el inicio y el final de todo, qué extraños somos los humanos.
ResponderEliminarMuy bien narrado, me había olvidado añadirlo porque era obvio, pero creo que las cosas buenas siempre hay que señalarlas por si acaso ;) El título no lo he pillado.
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