viernes, 14 de febrero de 2025

De ti amo

 De ti amo esa dulzura
con que tus ojos me miran,
esa ternura que me brindas
en cada abrazo, en cada beso,
la paz que siento cuando
los dos estamos juntos
y somos un solo cuerpo enamorado.

De ti amo esa impaciencia
que te llena el corazón
cuando no estamos juntos
la sorpresa que implica
descubrir cosas de a dos
que nunca antes valoraba
un amanecer, un beso apasionado,
una tarde sentados, una cena íntima.

De ti amo esos ojos moros
que cuando se posan en mi
producen una cosquilla maravillosa
tus manos que son fuego
cuando me tocan
y convierten mi piel
en una tela suave y ardiente,
tu cabello lleno de vida
fiel reflejo de tu energía.

De ti amo tu cuerpo
sencillo y sin rodeos
llano y básico
pero capaz de complacer
mis más ocultas pasiones.

Pero más aun amo tu alma blanca
tus palabras a veces amables
a veces celosas
tus besos sinceros
tus miradas de amor.

Te amo toda entera
sin excepciones
sin vergüenzas.

jueves, 23 de enero de 2025

Delirando de calor, pensamientos aleatorios

Todo lo que hacemos y lo que decimos, incluso aquello que sentimos tiene una profunda implicancia en aquellas personas que nos rodean, que a diario nos acompañan. 

A todos nos gustaría lograr en ellos un entendimiento completo, un acompañamiento total de nuestras acciones sin considerar la posibilidad de un tropiezo doloroso. Y de golpe nos encontramos con que nadie dejará de opinar en contra, nadie dejará pasar la oportunidad de sembrar esa duda maligna, ese malestar incómodo.

El fracaso en la comunicación existe, es un fantasma que vigila, que nos ronda expectante esperando su oportunidad para apresarnos, para hacernos sus víctimas; no discrimina, no hace diferencia y no le importa que comamos a horario, que recemos antes de ir a dormir, que cumplamos con la ley.

Todo aquello que nos forma como personas se transforma en substancia única, irrepetible, absolutamente intransferible.
La tolerancia ásperamente tácita, irónicamente explícita y cualquiera de sus variantes, siempre se constituirán en el previsible regalo traslúcido en los ojos de quienes nos ven, esforzados en el imposible consenso, deseando con silenciosa desesperación esas ariscas palabras de solícita comprensión.

Pero tiene un defecto incorregible en su esencia y es que siempre hay otra posibilidad, una segunda vez en la cual salir airoso, porque la vida siempre da revancha, dependiendo solamente de uno mismo dejar que el desaliento nos gane otra vez.

Lo bueno de la vida es que no termina en una derrota, en una caída; siempre hay otra oportunidad para reivindicarse, para seguir adelante.

lunes, 13 de enero de 2025

El silencio de la ciudad

Ahora que las vacaciones están transcurriendo y el año nuevo se va desgajando de a poco, sobre la ciudad pesa un extraño silencio. A veces, un murmullo de brisa se cuela por entre las ramas de las acacias y los plátanos refrescando la vereda recién regada. Otras, un remolino de viento cálido arrastra los papelitos que dormían al reparo del cordón cuneta. El calor agobia y es tal vez un elemento que apaga las voces, las acalla y modera y los raros paseantes que pisan las veredas cubiertos por sombreros y anteojos de sol avanzan en esforzado silencio.
Una calle en la que tradicionalmente es imposible encontrar un sitio para estacionar, ahora ofrece múltiples opciones; pero tampoco hay autos que quieran ocupar esos espacios vacíos. Si uno se instala en medio de esa calle y mira hacia el frente se pueden apreciar sin barreras ni peligro de sufrir un atropello los árboles que delatan el arbolado parque a algunas cuadras de distancia.
Sentado en un cantero donde reverdece un paraíso se puede disfrutar del silencio, tachonado en forma esporádica por algún taxi perdido o una moto que reparte pedidos de aplicación. Se echan de menos (o por lo menos se nota su ausencia) los golpes rítmicos de un bombo protestón, las frenadas desafinadas de los internos de la línea 18B y los graves de la música electrónica brotando de un exagerado auto modificado.
El calor aplastante, el sol que amenaza con sus rayos y el asfalto recalentado hasta lo imposible el aire, tanto que se vuelve irrespirable, silencian durante la siesta los cantos de las aves y hasta el perro que le ladra a las bicicletas de la bicisenda yace con la lengua afuera en la vereda.
El silencio se esparce, se derrama por la ciudad, rebota en las vidrieras cubiertas de lonas, descansa en la sombrita de un zaguán y se esconde en el fondo de un baldío.