Hace
algo de fresco y la noche de verano está agradable; los aislados ruidos nocturnos parecen ser más nítidos, más puros y por eso
mismo más intimidantes. Y sentado en un sillón tengo tiempo de pensar,
poner la cabeza en foco y dejarla fluir sin interrupciones del mundo exterior.
Es
que uno, sumido en la velocidad cotidiana, en los compromisos urgentes,
en las nimiedades y detalles superfluos, no se hace una pausa para
reflexionar y lo deja, con suerte, para estos autoexámenes de fin de año. No hace falta mucho tiempo, solo unos momentos serán
suficientes -me dije y puse la playlist que me empuja el alma hacia ese
camino sinuoso que es la introspección- tiempo invertido para que el
sueño no se haga pesadilla.
Pensaba en nuestra vida cotidiana, que repetimos conscientemente un día tras otro, tal vez con mínimas
variaciones, pero si no nos damos cuenta de atesorar lo que nos ocurre y
aprender de lo acontecido, no habrá valido la pena, y el "Tú estás aquí
y yo estoy aquí" adquiere otra dimensión, otro valor. Ni hablar el
contraste que la realidad tóxica nos arroja en el rostro, haciendo
hincapié en la frágil existencia humana, en que lo que nos desvela suele
ser una nimiedad y no a la inversa.
Miro un poco más allá y veo pasar un auto dejando tras de sí una estela de polvo, y tal vez un vecino que sacó a pasear a su perro y veo a jóvenes que en grupo y a los gritos van a disfrutar de la noche y pienso que
ese tiempo ya pasó para mi y para mucha gente y habrá de ocurrir para
otros muchos. Y no. Pasamos nosotros, nos sumergimos en el calendario
cada vez más hondo, más profundo, mientras el tiempo simplemente es.
Las
heridas encuentran su fin cuando las hojas del almanaque se acumulan de
a decenas, desaparecen las marcas superficiales y queda la enseñanza, las cicatrices. Las heridas nos
dicen que crecimos, que somos capaces de superarnos, de avanzar. Y en
esa dimensión, el tiempo es otro ingrediente, un plano que hasta no hace
mucho era ignorado.
Los
objetivos que ayer nos deslumbraron hoy tienen una capa de óxido que
los recubren y los envejecen; ni hablar los montones de cosas que
pensamos nos darían nivel social que hoy regalamos por no encontrarles
mejor destino. Hoy las metas son más sencillas y tienen un horizonte más cercano, nos conformamos con menos por más salud mental
Momento
de silencio. Tiempo, pido gancho. Si pidiéramos recuperar todos esos
minutos perdidos, todos ese tiempo desperdiciado en inútiles peleas, en
agravios gratuitos, en lapsus voluntarios, en declaraciones pomposas, en
filas infinitas, supongo que encontraríamos otras formas más elegantes
de gastarlos. Es el destino final del tiempo, escurrirse intangible por
entre los dedos como arena marina.
Y al tiempo no le somos importantes, nuestros dedos se arrugarán y desaparecerán y seguirá fluyendo ignorante de todo lo demás y aún más, infinito pasar que hasta el tiempo se supera a sí mismo hasta el fin de sí mismo.
Por eso no me gusta pensar o meditar demasiado, luego llego a conclusiones que nomás no y mejor no. Iba a escribir "no" pero para mí esto ya es tecladofilia, aunque se vea poquito el comentario, iba a ser un simple "no" ¿lo ve? sí me medio esfuerzo un poco... aunque dejo pie para algún "no" en un futuro, bueno por lo menos sabe que comento un sí o un no porque leí la entrada y tengo poco tiempo/pocas ganas/poco interés en ese momento y demás PERO SÍ LEO, sí pongo atención y me encanta leer, si no no estaría aquí. Odio a los que escriban debajo de mi comentario.
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