Todo brilla bajo el helado resplandor del sol invernal. Un rayo traspasa
el ventanal, reposa sobre la espalda del sillón y termina desparramado
bajo la pata de la mesa.
Adentro del living atestado de muebles la atmósfera es cálida y así debe ser. Varias mantas descansan sobre el baúl del living y en las camas de ambas habitaciones, uno nunca sabe dónde y cuando las necesitará tener a mano. También pequeños trozos de tela para enjugar cualquier efluvio encuentran asilo en bolsillos urgentes.
A pesar del paso del tiempo, aún siguen viniendo visitas; el ritual es básicamente el mismo: timbre, abrazos, felicitaciones, regalo, mate, charla varia, saludos y despedida. No podría decir que las disfruto, tampoco que me molestan pero a veces una necesita (en la acepción más vital) de un poco de tranquilidad y silencio. Lo que mi heredera no podrá nunca reclamar es por la falta de presentes, eso no cabe la menor duda.
Todo lo que una madre pueda decir acerca de su vástago podrá ser (y con justa razón) tildado de parcial, el juicio nublado por cataratas de babas maternales impide hacer un despliegue honesto de características, subrayando las enormes capacidades que transformarán a nuestra hija en cualquier cosa sobresaliente que se nos ocurra e ignorando los ya de por sí inexistentes defectos. Los agudos gritos son interpretados como la afinación de una futura barítona, los intermitentes llantos pronostican a la sucesora de Andrea del Boca y los dedos largos auguran cualidades innatas para descollar tocando el piano. Toda ella está concebida para arrasar con los corazones humanos, sin distinción de género ni color, sus pestañas curvas hacen un aleteo hipnótico, sus brazos estilizados confeccionados para estrujar cinturas y sus infinitas piernas vadearán los océanos sin esfuerzo.
Atrás en el olvido quedarán las noches en vela, caminatas alrededor de la mesa aferrada a la esperanza de que sus ojos pronto encuentren descanso y mi cuerpo sosiego. Estas cosas no son más que detalles pintorescos de una relación que se fortalece con cada segundo que transcurre.
Si alguien alguna vez pudiera buscar y no encontrar una definición de belleza, que me llame sin dudar, una foto de ella será más que suficiente para simplificar el concepto.
Fuera, la fría noche se cierra haciendo de los transeúntes pequeñas fumarolas de vapor, la luna vigila espectante la ventana de aquel tercer piso, como queriendo compartir un pequeño momento con el sol que allí descansa.
Adentro del living atestado de muebles la atmósfera es cálida y así debe ser. Varias mantas descansan sobre el baúl del living y en las camas de ambas habitaciones, uno nunca sabe dónde y cuando las necesitará tener a mano. También pequeños trozos de tela para enjugar cualquier efluvio encuentran asilo en bolsillos urgentes.
A pesar del paso del tiempo, aún siguen viniendo visitas; el ritual es básicamente el mismo: timbre, abrazos, felicitaciones, regalo, mate, charla varia, saludos y despedida. No podría decir que las disfruto, tampoco que me molestan pero a veces una necesita (en la acepción más vital) de un poco de tranquilidad y silencio. Lo que mi heredera no podrá nunca reclamar es por la falta de presentes, eso no cabe la menor duda.
Todo lo que una madre pueda decir acerca de su vástago podrá ser (y con justa razón) tildado de parcial, el juicio nublado por cataratas de babas maternales impide hacer un despliegue honesto de características, subrayando las enormes capacidades que transformarán a nuestra hija en cualquier cosa sobresaliente que se nos ocurra e ignorando los ya de por sí inexistentes defectos. Los agudos gritos son interpretados como la afinación de una futura barítona, los intermitentes llantos pronostican a la sucesora de Andrea del Boca y los dedos largos auguran cualidades innatas para descollar tocando el piano. Toda ella está concebida para arrasar con los corazones humanos, sin distinción de género ni color, sus pestañas curvas hacen un aleteo hipnótico, sus brazos estilizados confeccionados para estrujar cinturas y sus infinitas piernas vadearán los océanos sin esfuerzo.
Atrás en el olvido quedarán las noches en vela, caminatas alrededor de la mesa aferrada a la esperanza de que sus ojos pronto encuentren descanso y mi cuerpo sosiego. Estas cosas no son más que detalles pintorescos de una relación que se fortalece con cada segundo que transcurre.
Si alguien alguna vez pudiera buscar y no encontrar una definición de belleza, que me llame sin dudar, una foto de ella será más que suficiente para simplificar el concepto.
Fuera, la fría noche se cierra haciendo de los transeúntes pequeñas fumarolas de vapor, la luna vigila espectante la ventana de aquel tercer piso, como queriendo compartir un pequeño momento con el sol que allí descansa.
Para una madre somos seres perfectos, criaturas únicas con un destino bordado en hilo de oro... cuando nuestras madres nos abandonan nos dejan solas ante un mundo aterrador.
ResponderEliminarHay madres de todo tipo y cada uno puede hablar de lo que conoce o intuye o le contaron. E incluso, la misma historia puede ser diferente del punto de vista de uno u otro, del hijo abandonado que sufre la ausencia y de la madre abandónica que prefiere desgarrarse por dentro antes que darle una mala vida. En el medio, las criaturitas pequeñas, tiernas, babosas y gritonas, ignorantes de todo lo que pasa a su alrededor.
EliminarNadie eligió, solo sucedió y la diferencia con el resto de los seres vivos, es que lo podemos analizar. El resto es pura naturaleza.
Delicioso...y tan tan cierto... :) (una madre babosa yo...)
ResponderEliminarMe ha encantado Etienne, totalmente certero el llamado de la mamífera con su cría.
Beso enorme.
Son momentos muy raros, de gran conexión, de puro instinto, de autoconservación, es algo digno de observarse.
EliminarAhh y olvidaba, esa descripción del cielo azul y helado de los inviernos en Buenos Aires, me llevan en un instante a volver a sentirlo!
ResponderEliminarbeso
Buenos Aires Ciudad? o en algún punto de Buenos Aires provincia? En el campo el cielo es más azul y diáfano, el frío de la helada solidifica el aire y vaporiza el aliento.
EliminarTe dejo besos!
Suponía que estando nosotros en pleno otoño, vosotros estaríais en plena primavera y sin embargo ahí es invierno.. o lo es sólo en tu texto ; ) Preciosa e híper realista esta descripción tuya de los primeros días tras la llegada de nuestra pequeña..¡ nada más hermoso, ni más maravilloso que ella! como muy bien dices, se olvida todo, las noches en vela, los llantos y todos los desfiles de familiares, amigos y pelmas circundantes jajaja ... todo se olvida, todos sucumbimos a su encanto: )
ResponderEliminarEnhorabuena si has sido papá y un abrazo fuerte, para ella un besito ; )
Eso de la paternidad y de la escritura del texto ocurrió en invierno del hemisferio sur, allá por julio y hace unos cuantos años. Hoy es una preadolescente que ya casi me supera en altura...
EliminarLe doy más besos hoy, los tuyos y los míos!
De las pocas cosas que les admiro a mi madre y mi abuelita, las conejas matriarcas, siempre la verdad en todo momento aunque duela, me dijeron que fui un error pero me quieren igual y que estoy más feo que un "puto mono" dicho textualmente de los labios de la abuelita coneja, tampoco andaban presumiendo cosas que yo hacía o decía, tampoco decían cosas como "miren, ese es mi hijo". Lo dije antes en mi bloguito lo digo ahora en el suyo; los conejitos Zavala somos unos putos fríos, no sabemos dar palabras de aliento ni apoyo, igual por eso nunca tuvimos parejas ninguno de los 3. PERO eso sí, siempre MUY sinceros aunque duela. Nunca abrazos, ni nada de eso, más que querernos yo diría que "nos soportamos lo suficiente" o "no nos desagradamos tanto". Ya ni digo del Atlas porque nomás no.
ResponderEliminarPos no sabes lo que se pierden, decirle a alguien lo importante que es, lo mucho que la querés o el infinito que la vas a extrañar hasta la próxima ves que la veas, es lo más reconfortante que te puede pasar.
EliminarAccidentes hay muchos, el tema es cómo lo resolvés.
Por este tipo de cosas es tan doloroso cuando ya no están.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Por eso hay que disfrutar todo lo que se pueda cuando están, absorber cada aroma, fijar cada imagen, abrazarlos...
EliminarSalute José!