Ante un determinado problema, un escollo a sortear, un entuerto que resolver, tenemos múltiples herramientas y opciones que solemos algunas veces ignorar, otras veces confundir y la mayoría de las veces transformar. Otros problemas nos enfrentan a nosotros mismos, siendo a veces desafíos que terminan cambiando muchas de las estructuras que consideramos vitales.
Tratar de buscar y en efecto encontrar un elemento que sirva para satisfacer alguna necesidad que crece incontrolable en medio de nuestro pecho tal vez no solucione del todo el problema, tal vez incluso origine un nuevo estado de pasajera, falsa alegría. Una solución parcial, una escapatoria fácil o un desvío necesario.
Pero a fin de cuentas necesitamos esas pequeñas, diminutas islas de placer para continuar con la cabeza en alto y no aflojar a mitad de camino.
Hay también una posibilidad que esta volátil felicidad pueda ser compartida por algún otro personaje que muy probablemente se haga partícipe él mismo de nuestro sentimiento y lo haga propio multiplicando el efecto motivador. Bien vale que esparzamos las sonrisas que de esto surgen, son excelentes subproductos y poseen positivos efectos en quienes las perciben.
Y si naufragamos en la escasez y la fugacidad del bondadoso efecto reparador no quedará otra opción que entrecerrar los ojos para evitar que la arena nos hiera, ahuecar los brazos en busca de calor y encasquetar bien fuerte el sombrero y seguir con la mirada al frente, sin mirar atrás.
Dejar la isla de comodidad para enfrentar el río turbulento y terminar de cruzar hacia la otra orilla, ese fue siempre el objetivo a cumplir.
¿Vamos saltando de insatisfacción en insatisfacción entonces?? Mira que siempre lo había sospechado. Qué sería de la vida sin esos pequeños escapismos, ¿verdad?
ResponderEliminarCreo que es el motor que genera las motivaciones y la fuerza para liberarnos del abrazo del sillón, una piedra que genera una especie de incomodidad que nos hace movernos de ahí. Ni bien creemos encontrar nuestro ideal de lugar, ahí se termina/pausa esa cosquilla que nos empuja para adelante.
EliminarAbrazoo!
Sí, siempre he pensado que así es como nos movemos los seres humanos, persiguiendo una zanahoria imaginar que, además, nos hemos puesto nosotros :) En cuanto tenemos lo que deseamos, nos invade la insatisfacción y tenemos que buscar otra cosa :)
EliminarLo que pasa que nos hemos acostumbrado a la comodidad y al placer. Y cada vez queremos más cosas. No nos damos cuenta que la felicidad no se consigue con tener más. Sino con disfrutar de lo poco que tengamos. Lo demás nos sobra. Mejor preferir estar disfrutando de la naturaleza aunque estemos incómodos que en un sofá de masajes en casa. La comodidad no da la felicidad. Eso pienso yo.
ResponderEliminarUn placer leerte, Etienne.
Un abrazo.
Esas cosas superfluas, no solamente sobran sino que nos estorban, nos distraen de lo que somos, de lo que hacemos para ser nosotros. Hay una relación inversamente proporcional entre la cantidad de posesiones y el disfrute que nos proporcionan. La comodidad ni de cerca es la felicidad, porque ser feliz es otra cosa, es vivir, y vivir pasa por un camino diferente.
EliminarDejar nuestra zona de confort da miedo, genera ansiedad,porque nos enfrentamos al vacío de no saber. Y como estamos acostumbrados a la inmediatez, entonces surge ese agujero en el que tememos caer.
ResponderEliminarEncontrar esa parcela de paz y reconocimiento interno debería ser obligatorio.
Es la única manera de volvernos a mirar.
Precioso.
Un beso.
Odio ese fanatismo a la inmediatez, me pone mal. Es que las cosas que cuestan, que llevan tiempo, que tienen un proceso son mucho mejores. Hay que tener un poco de paciencia nada más. Esa velocidad es culpable de que sea hoy más difícil encontrar esa parcela, la pasamos de largo sin darnos cuenta...
EliminarJusto hoy que me sentía muy mal, me metí a mi habitación y en mi mente busqué "necesito esa isla de seguridad, donde nadie me ve, donde nadie me escucha, donde sólo estoy yo y nada más", tenía un poco el cuerpo cortado, como si me fuera a dar fiebre, puse mis películas favoritas, una detrás de la otra, me puse mi pijama de calaveritas, muy femenina por cierto pero HIPER cómoda, me tiré en mi cama y me tapé, todo era PERFECTO, tal y como lo necesitaba.
ResponderEliminarAl cabo de unas horas me desperté, ya no me sentía mal, al contrario me sentía más descansado, con las pilas puestas para lo que viniera. Las islas no sólo son necesarias, deberían ser una obligación, tener un sitio específico (la sala, el comedor, la cocina, nuestra habitación) y hacerlo un mega bunker donde sólo estamos nosotros y hacer sólo lo que queremos para darnos esa tranquilidad, esa paz, eso que nos recarga las baterías mentales.
Siento que el haber hecho eso me quitó el mal que tenía, no soy doctor y no sé cómo explicar eso que pasó, ¿será placebo? qué se yo, soy muy raro y bonito como para andar pensando muy profundamente en éstas cuestiones. Me lleva la chingada, esa tecladofilia, cuando sale sale. Qué rico se siente presionar las teclas del teclado, el sonido, la sensación entre los dedos, me vale lo que digan, si alguien más que Etienne está leyendo ésto ¿por qué lo hace? carajo, ni le estoy escribiendo a usted, bue, cada quién, que también; ¿para qué demonios alguien leería algo que no le corresponde? ¿o sí? porque está escrito en público, en un lugar que se puede leer por cualquiera. Chingá, ya me salí del tema.
Enigüey, desde hace ya unos días había subido una entrada para los que me visitan frecuentemente, necesito que me diga un apodo suyo para poder ponerlo en mi lista de contactos en mi bloguito feo y así los pela-gatos que visitan mi blog puedan ver el suyo también, ya sabe cómo funcionan éstas cuestiones de los "lincs" en los "blós". Viva la familia, arriba el Atlas de Guadalajara, tengo micro pene y un balazo en la oreja o algo así, SÍ ya sé, tecladofilia, buen ya sin querer queriendo le hice una mini entrada de mi blog en su comentario así es la vida; "todo lo que sube, jamás su rama endereza", bueno la idea es esa.
Hiciste una cura de sueño, menos mal que tu isla es un dormitorio, no te veía durmiendo con ese pijamita en el comedor de tu casa. A veces, uno sabe lo que le pasa y va al doctor para preguntarle cómo se llama y cómo se cura.
EliminarPocas chances tiene el Atlas rojinegro, hay que asociarse con alguna petrolera para que refuerce la delantera.
Si algo nos obliga a dejar nuestras islas de comodidad tal vez sea que no estábamos del todo cómodos en ellas. Además, no toda búsqueda está condenada a satisfacer nuestro anhelo de encontrar lo que ni sabemos que necesitamos.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Tal vez no era comodidad sino ese sopor de lo que nos adormece, esa cotidianeidad venenosa que se adueña de nosotros en esos momentos.
EliminarYo voy hacia adelante, me resisto a la imposición de necesidades y vivo frugal y austero. No encajo en la sociedad, el deber ser arrastra ingenuos y puedo estar afuera de todo, aún a costa de cierta soledad.
Yo no creo en la felicidad pero creo en el valor de su ausencia sin su contrario. Ese me parece el mejor estado: el no-estado. Creo que esas islas no-están precisamente y por eso nos liberan, nos permiten ahuyentar el uno y su contrario. Nos permite entrar en el no-ser. Luego, bueno, llega la vida y su burocracia y toca regresar. Abrazos, Etienne.
ResponderEliminarAlgo así como extrañarla cuando ya no está o cuando nunca estuvo? Lo que me pasa con el no-estado (he estado ahí) es que se te escurre el tiempo, las cosas suceden sin nuestra voluntad.
EliminarElijo creer que sirve para algo todo lo que nos sucede, lo bueno y lo malo, como para justificarlo, no?
Abrazo amigo Felipe!!