Cuando es difícil hallar las palabras que expresen con precisión lo que tu mente imaginó, cuando se torna una peligrosa misión explicar sin temores a malas interpretaciones lo que quiere a golpes salir de tu pecho, eso que te dibuja una exuberante sonrisa en los labios, eso que de a uno no alcanza a madurar, eso que no acepta ser manejado por nadie ni por nada.
Cuando el verde cristalino te enfoca sin pestañear, cuando las palmas transpiran de solo sentir su proximidad y el entorno de golpe se silencia para dar espacio al más vertiginoso suspenso. Cuando ya no existe palabra inventada ni por inventar que perfeccione ese momento.
Cuando escasean las palabras, desaparecen los sinónimos, se oculta por completo el alfabeto, cuando en lugar de articular perfectas frases decoradas de exactos adjetivos y míticos modificadores (directos e indirectos), sólo hallamos monosílabos o sonidos guturales, nada más, es allí el momento, el instante único en que sin anestesia de ningún tipo, sin ataduras, sin camuflajes en que la acción reemplaza a las palabras.
Sí.
ResponderEliminarQué pasa? La niña que lo encandila está presente y de una incontrolable tecladofilia pasamos a un incomprensible monosílabo? Vamos, sea hombre (conejo)!!
EliminarEntonces, ¿las palabras sólo sirven para demorar la acción? Podría ser, eso lo he visto muchas veces en mi trabajo, reuniones eternas y ningún resultado ;)
ResponderEliminarSaludos
Ah! parece que tuvimos el mismo trabajo! reuniones de muchas horas para no decidir nada...
EliminarLas palabras decoran, adornan, tal vez ocultan. Las acciones hablan por ellas, no?
El silencio, aunque incómodo, suele ser la mejor respuesta en muchas ocasiones.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Estoy de acuerdo con esto que comentás, incluso, viene a ser como el punto y aparte de un tema que ya no tiene nada que aportar, e incluso, el silencio evita que se produzcan desencuentros entre personas. Digo, es preferible un silencio y su consecuente duda que la palabra y su certeza.
EliminarAbrazo!