jueves, 2 de marzo de 2023

Infinito desvarío de una mente afiebrada

En la ciudad, ahora insoportable por el calor sofocante, muy poca gente va al cine. En realidad, tiene más convocatoria un piquete para cortar una calle que el estreno de alguna película del universo Marvel o un recital gratuito de Elián (aunque esto no es medida para cierto target de llanura). Recordemos al paso que en tiempos estivales en esas inmensas salas es relativamente fácil igualar e incluso superar la temperatura de dos cuerpos teniendo sexo (se puede usar la palabra sexo sin ser censurado por la corrección política?) y, a título personal, prefiero quedarme en casa cómodo al frente de la pantalla plana, mientras con una mano juego con el control remoto satelital y con la otra agito indolente dos cubos de hielo en un vaso de gin-tonic que hacerme un viaje a esa sala atravesando el mismísimo infierno en la tierra. Lo que sí reúne mucha gente es la comida y consecuentemente, la bebida. He visto a individuos conformando una extensa cola a la intemperie esperando por una mesa en un tenedor libre. Ahora digo yo: no perdemos oportunidad para rezongar a voz en cuello cada vez que la cola del supermercado tiene enfrente nuestro a más de dos carritos pero dejamos que se nos vaya la vida haciendo tiempo para entrar a esa parrilla. Si, ya sé que la comparación ni siquiera es mala literatura pero es la realidad y no estoy haciendo más que describirla. Y estoy muy tentado de decir que la vida misma debería ser filmada todo el tiempo porque se ven en cada esquina o en cada colectivo escenas dignas de algún sofisticado premio cinéfilo. Ah qué? Que los celulares ya lo están haciendo? El arte de proyectar imágenes fijas a cierta velocidad para inducir al observador a creer que tienen movimiento es antiguo, casi tanto como el amor, sólo que ahora ha cambiado el formato y el alcance a la masa de espectadores y me gustaría decir que no tan vigente. Pero el amor ha perdido terreno en el mapa de interés de la gente, o no, en realidad se ha perdido de vista al otro y ahora amamos la propia individualidad. Y cuando nos cansemos de mirarnos el ombligo por una aplicación y ya sea tarde, no nos va a alcanzar el arrepentimiento.

5 comentarios:

  1. El calor te inspira a tu propia mirada interna de una realidad que es ...sin más.
    Buenos Aires sofocada por el calor, por los cortes de luz,por la inercia y por esa agresividad que nos despierta el verano ardiente.
    No se puede hablar de amor, sin duda. Estamos tal vez demasiado anestesiados con estas realidades sofocantes,no solo por el calor.
    Excelente desvario!

    Un beso grande!

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  2. Hola Luna!
    No se puede porque nada invita, nada inspira, pero hoy más que nunca el tema debería ser ese, el amor por la vida. El calor es un invitado de piedra, un decorado más en lo que me da por decir que es la antesala del infierno!
    TE dejo muchos besos y gracias por leer siempre!

    Hola JP!!
    Si logro que alguien reflexione un poquito y mejore su propio entorno, me doy por cumplido!
    Te dejo muchos besos!

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  3. Amo mi ciudad Mar del Plata
    Nací en BsAs
    Vivo en Miami
    Soy mujer
    Escritora pianista
    Toco el violín.
    Pinto y bosquejo.
    A veces amo
    Jamás odio
    Me río del mundo
    Me gusta ;p que escribes
    Te dejo un saludo

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  4. Hola Mucha!
    A pesar de lo que se pueda decir por ahí, yo sé quien sos; ya hace bastante que habitas esta Ciudad y nunca he tenido quejas. Vecina ejemplar, saluda por la calle, artista sensible, camina sonriendo, goza de la vida. El resto no importa.
    Te dejo besos!

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