Al principio luché. Me resistí con las pocas armas que tenía a mi alcance. Una frase que pretendía ser irónica; una altisonante respuesta seguida de una mueca soberbia como dando por finalizada la cuestión. Quería hacerme notar y a veces lo conseguía, más por lo papelonero de mi accionar que por las proezas logradas y ni así aún desistía, ni siquiera a pesar de ciertas sonrisas burlonas y de notar la barrera infranqueable que intuía jamás traspasaría. De a poco me fui acostumbrando al entorno mediano, al promedio, a rescatar insignificantes reconocimientos de nadie que merezca la pena. Fui reemplazando los logros pretendidos por las participaciones, porque no desistía en querer hacer algo, si no fuera por los demás, aunque sea por mi mismo.
Lo que más me dolía eran ciertas situaciones en las que mi voz se perdía sin que nadie la escuchara. En conversaciones, en discusiones, cuando quería llamar a alguien, nunca me escuchaban. De a poco se fue transformando en un susurro, en una corriente de aire fétido que sacaba mi veneno y caía a pocos centímetros de la punta de mi pie manchando el cemento.
Conforme pasó la vida, hasta mi cuerpo empezó a cristalizarse, como si haber vivido tanto tiempo como un fantasma se hubiera hecho una costumbre. A veces la gente me miraba como queriendo asociar ese borrón con un recuerdo, con una persona que alguna vez compartió un fugaz momento; un personaje de reparto es difícil de identificar. Más tarde sólo fui un espejo en el que mirarse y la gente se sentaba frente a mi a comentar detalles de su vida, una especie de confesionario del cual no esperaban nada más que silencio; nunca les importó la ínfima posibilidad de que tenga una opinión ni si me interesaba escuchar semejante perorata.
Al final, y para que no se haga tan insoportablemente largo, me aislé. Fue natural, es decir, nadie se quiere juntar con una figura de cartón pintado, silenciosa, aburrida. De forma constante se espaciaron los llamados, las invitaciones hasta que no hubo más que silencio. Y si uno no sabe manejar el silencio, sumado a la compañía perniciosa de la soledad, es un dúo muy peligroso. Me olvidaron más fácil que olvidar los pecados de la noche anterior, o ni siquiera, ya que no era nada memorable, tal vez ni se dieron cuenta.
Ya sé que para usted, con una brillante placa y un arma en su cintura y para usted, con un título universitario colgando en su consultorio no significa nada ni justifica lo hecho, pero déjeme señalar que ya no seré invisible, que alguien, aunque sea por los motivos equivocados, me recordará.
Es un cuento o relato en el que se presenta como figura trasversal la soledad , aveces tan necesaria como perniciosa dependiendo de como se la lleve. Un abrazo
ResponderEliminarQué buen relato Etienne!
ResponderEliminarTenés el talento de escribir dejando como huellas "inconsistentes" si me permitís la palabra, porque parecieran que esas huellas, pueden hundirte en un pantano,o desaparecer de repente y perderte en la bruma o sencillamente ser huellas falsas puestas a propósito con la finalidad de que te sientas imbuido por ese clima que podés crear con tanto talento.
me encantó.
Un beso!
A mí me parece que todos seremos recordados, no hace falta tener una carrera brillante y un porvenir maravilloso, lo que importa es ser buena persona, esa es la carrera más importante. Lo humano, lo que hemos sembrado.
ResponderEliminarMe encantan tus relatos y reflexiones. Venir a tu ciudad es perderme por unos momentos hacia un mundo enriquecedor, humano y a la vez mágico.
Besos y feliz día.
Hola Pablo!
ResponderEliminarEs un relato de una reflexión, de una situación en la que el personaje intenta justificar desde su visión algo que resulta injustificable. La soledad, como el yin y el yang, está presente aún en aquellos que siempre están acompañados.
Abrazo y bienvenido a la Ciudad!!
Hola Luna!
Hay personajes inconsistentes que intentan crearse su propio universo, asustados por la posibilidad de desaparecer para siempre; los asusta ser nada, los preocupa dejar una huella perenne y saben que nunca lo harán.
Demasiado generosas tus palabras, solo intento crear atmósferas en un breve texto.
Te dejo besos!!
Hola María!!
ResponderEliminarEstamos de acuerdo en que todos dejamos algo para recordar y que eso nos mantiene en la memoria de los que nos suceden y la bondad de corazón es la que nos hace eternos. Hay personajes que son pretenciosos, que quieren más de lo que pueden y surgen entonces estas reflexiones algo alocadas.
Gracias por venir y permanecer y persistir en la lectura!!
Te dejo besos!!
Hola Etienne, como estas?
ResponderEliminarA medida que te iba leyendo, empece a sentir lo que iba experimentando tu personaje.
Como fue su proceso de ser una persona visible a ir desapareciendo poco a poco.
Como las personas con su conducta lo iban aislando, no lo escuchaban ni pedian su opinion.
Y me intriga que habra hecho, para volver a ser reconocido o visible en la sociedad.... me imagino asesinar al alguien muy importante.
Etienne espero que haya interpretado bien tu fantastico relato 😊.
Un beso.
Hola Gra! Todo bien por acá, ya pasó el viento y ahora dejó una mañana fresca y cristalina, limpia de nubes.
ResponderEliminarEn este mundo de imágenes, de fama, de figurar en alguna pantalla, sigue habiendo personas invisibles (que en definitiva son la mayoría) y que pasan por este camino sin dejar rastros, con el inconfesable deseo de ser alguien. Es más, si hacés un ejercicio de tratar de recordar a todos los de tu aula en algún grado, o algún grupo de arte, gimnasia o lo que sea, vas a ver que hay gente que cuesta hasta recordarle la voz. En tanto que el fin del relato lo dejé a propósito sin especificar, aunque pensé en las matanzas en los colegios o en shoppings, cosas así que combinan lo reprimido de la persona con este afán de ser recordado.
Te dejo besos inolvidables!