En nuestra sociedad humana, en todas sus variantes de evolución y desarrollo, hay muchas veces que los rituales marcan cierto sentido de pertenencia, de orgullo grupal en sus miembros. Lograr ser aceptado en una tribu urbana, una vez traspasado el umbral de suspicacia que en general las protege, requiere de ciertos méritos personales que acrediten la capacidad individual para ser parte de ella.
No me estoy refiriendo a rituales de origen exótico ni violentos en el primer caso ni de grandes talentos ni méritos extraordinarios en el segundo, si no más bien de aceptación y compartir el gusto por determinadas cuestiones sumamente básicas.
En nuestro país, en cualquier paisaje urbano y en el mero campo, entre miembros de una familia o amigos en un parque, entre un grupo de estudiantes universitarios o la típica visita a la tarde no planificada, siempre está presente el mate como enlace de la conversación, como nexo tácito entre las personas.
No me estoy refiriendo a rituales de origen exótico ni violentos en el primer caso ni de grandes talentos ni méritos extraordinarios en el segundo, si no más bien de aceptación y compartir el gusto por determinadas cuestiones sumamente básicas.
En nuestro país, en cualquier paisaje urbano y en el mero campo, entre miembros de una familia o amigos en un parque, entre un grupo de estudiantes universitarios o la típica visita a la tarde no planificada, siempre está presente el mate como enlace de la conversación, como nexo tácito entre las personas.
Con todos los que trabajo aquí en la oficina tomamos mate. Algunos lo prefieren con un poco de azúcar, otros bien amarguito y hay quienes le agregan algunos granos de café. Depende de quien cebe el mate varía el hecho de que sea dulce o amargo y la velocidad de la ronda.
Compartir entre nosotros ese ritual nos hace mejores compañeros, profundiza el conocimiento personal y genera otro espacio íntimo en el cual acercar los espíritus y zanjar alguna que otra diferencia. Estoy seguro que muchas discusiones han sido menos agresivas compartiendo el mate como moderador.
Y les aseguro que el mérito de recibir un reconocimiento con la frase: “¡Che, pero que buenos que están estos mates!” no lo obtiene cualquiera Y ni hablar si lográs que no se lave enseguida, que mantenga ese sabor potente por varias rondas, ahí te ganás el certificado de cebador designado.
Compartir entre nosotros ese ritual nos hace mejores compañeros, profundiza el conocimiento personal y genera otro espacio íntimo en el cual acercar los espíritus y zanjar alguna que otra diferencia. Estoy seguro que muchas discusiones han sido menos agresivas compartiendo el mate como moderador.
Y les aseguro que el mérito de recibir un reconocimiento con la frase: “¡Che, pero que buenos que están estos mates!” no lo obtiene cualquiera Y ni hablar si lográs que no se lave enseguida, que mantenga ese sabor potente por varias rondas, ahí te ganás el certificado de cebador designado.
Así es...
ResponderEliminarAunque en Europa lo ven con algo de "asquito" no podría estar sin mis mates, y eso que los tomo sola...en casa nadie me acompaña!
Un beso.
Me encantó este recuerdo!