viernes, 27 de diciembre de 2024

Tarot o la suerte de fin de año

La señora que arrullaba el mazo de cartas de tarot en sus manos tenía un perfil hermoso, hasta de modelo diría yo. Pero eso era cuando estaba con el semblante risueño, que fue cuando me recibió, el resto del tiempo una especie de bruma gris se le posaba en los ojos que los hacía parecer velados y se le ensombrecía el rostro.

- No, no... -dijo meneando la cabeza y dejó el suspenso colgado del inacabado final de esa frase que decía demasiadas cosas.
- Vine aquí a saber, no a esconder la cabeza como el avestruz -dije con algo de prepotencia, queriendo sonar seguro pero la voz me sonaba algo quebrada.
- Le puedo decir que el centro de su vida lo sintetiza una persona morocha de naturaleza algo caótica, algo inestable, que juega con sus decisiones como a la rueda de la fortuna. Le puedo decir también que le va a ocasionar conflictos en su trabajo, algún encontronazo, alguna discusión.
- No me gustaría tener conflictos laborales en plena crisis.- En ese momento pensé que comprar dólares había sido una idea extraña.
- Hay algo más, una especie de golpe de suerte parecerá que le soluciona los problemas, pero será solamente el comienzo de una larga desventura.
- ¿Puede darme una buena noticia? - aventuré algo ansioso.
- Lo que es bueno para alguien, es malo para otro.- murmuró una frase con pretensión de máxima. 
Miré hacia arriba y me encontré con la mirada fija de un búho negro; me corrió un escalofrío por la espalda.
- Me gustaría salir con algo concreto de esta visita...
- Eso lo tendrá que descubrir usted. Yo simplemente expongo los hechos, no les pongo adjetivos.

Ahí me dí cuenta que no había soltado el vaso de agua que había tomado por costumbre al comienzo de la sesión. Lentamente lo solté, asimilé el reto que bien merecidamente me propinó y dije, desafiante:
- Podría por una vez darme algo concreto. Siempre son cosas que se le podrían aplicar a cualquiera.
- Usted, un hombre que viaja bastante, por trabajo o placer, está esperando una mejora en su trabajo, noticias que dudo que lleguen.- hubo un chasquido imperceptible, como de una ramita al quebrarse- Y también le puedo aventurar que el carácter volátil de una persona, que está vinculado con usted por temas laborales, generará luchas de poder dentro de su grupo más cercano.
- ¡Basta, no siga! -grité al mismo tiempo que saltaba de la silla.
- Es más, salió en las cartas pero me cuidé de dejarla al costado. Ahora que me ha alborotado la sesión se lo diré: hay una mujer, una mujer hermosa y maligna por igual y no podrá huir de su influencia. Y sepa que será su perdición.
El búho despegó sus alas en un batifondo de plumas y se arrojó sobre la mesa desparramando las cartas y rozándome la cabeza con la punta de sus garras. Sorprendido, traté de mirar hacia adelante pero una luz me encandiló dejándome tambaleante.
- Su destino está sellado, lo dicen las cartas. Ahora váyase con su suerte.
Agachó la cabeza, y quedó en el fondo de un trance, desconectada del cuerpo. El búho me toreó y no me quedó alternativa que salir de la carpa.
Afuera, el sol de verano seguía brillando para todos. Para mi, se había ensombrecido el horizonte.

martes, 17 de diciembre de 2024

Tiempo

Hace algo de fresco y la noche de verano está agradable; los aislados ruidos nocturnos parecen ser más nítidos, más puros y por eso mismo más intimidantes. Y sentado en un sillón tengo tiempo de pensar, poner la cabeza en foco y dejarla fluir sin interrupciones del mundo exterior.
Es que uno, sumido en la velocidad cotidiana, en los compromisos urgentes, en las nimiedades y detalles superfluos, no se hace una pausa para reflexionar y lo deja, con suerte, para estos autoexámenes de fin de año. No hace falta mucho tiempo, solo unos momentos serán suficientes -me dije y puse la playlist que me empuja el alma hacia ese camino sinuoso que es la introspección- tiempo invertido para que el sueño no se haga pesadilla.
Pensaba en nuestra vida cotidiana, que repetimos conscientemente un día tras otro, tal vez con mínimas variaciones, pero si no nos damos cuenta de atesorar lo que nos ocurre y aprender de lo acontecido, no habrá valido la pena, y el "Tú estás aquí y yo estoy aquí" adquiere otra dimensión, otro valor. Ni hablar el contraste que la realidad tóxica nos arroja en el rostro, haciendo hincapié en la frágil existencia humana, en que lo que nos desvela suele ser una nimiedad y no a la inversa.
Miro un poco más allá y veo pasar un auto dejando tras de sí una estela de polvo, y tal vez un vecino que sacó a pasear a su perro y veo a jóvenes que en grupo y a los gritos van a disfrutar de la noche y pienso que ese tiempo ya pasó para mi y para mucha gente y habrá de ocurrir para otros muchos. Y no. Pasamos nosotros, nos sumergimos en el calendario cada vez más hondo, más profundo, mientras el tiempo simplemente es.
Las heridas encuentran su fin cuando las hojas del almanaque se acumulan de a decenas, desaparecen las marcas superficiales y queda la enseñanza, las cicatrices. Las heridas nos dicen que crecimos, que somos capaces de superarnos, de avanzar. Y en esa dimensión, el tiempo es otro ingrediente, un plano que hasta no hace mucho era ignorado.
Los objetivos que ayer nos deslumbraron hoy tienen una capa de óxido que los recubren y los envejecen; ni hablar los montones de cosas que pensamos nos darían nivel social que hoy regalamos por no encontrarles mejor destino. Hoy las metas son más sencillas y tienen un horizonte más cercano, nos conformamos con menos por más salud mental
Momento de silencio. Tiempo, pido gancho. Si pidiéramos recuperar todos esos minutos perdidos, todos ese tiempo desperdiciado en inútiles peleas, en agravios gratuitos, en lapsus voluntarios, en declaraciones pomposas, en filas infinitas, supongo que encontraríamos otras formas más elegantes de gastarlos. Es el destino final del tiempo, escurrirse intangible por entre los dedos como arena marina.
Y al tiempo no le somos importantes, nuestros dedos se arrugarán y desaparecerán y seguirá fluyendo ignorante de todo lo demás y aún más, infinito pasar que hasta el tiempo se supera a sí mismo hasta el fin de sí mismo.

martes, 10 de diciembre de 2024

Sin plan ni intención

Estoy acostado en mi cama, los luminosos rayos del sol entran pidiendo permiso por entre las cortinas de mi ventana, inexistentes nubes de un cielo celeste con ganas, las sábanas tiradas a un costado, la almohada toda desordenada en el piso junto a los zapatos.
Pienso en todos los sentimientos que mi corazón ha sentido, en todos los rostros pasajeros que mis manos han acariciado, mi memoria toda se recrea de gráciles recuerdos, imborrables palabras, ásperos abrazos traicioneros, agradables momentos vividos.
Recordar es un lindo ejercicio que desempolva en la memoria los hermosos ratos que nunca debemos olvidar; recordar mantiene joven el espíritu al mismo tiempo que nos facilita la aceptación de que al cuerpo le cuesta más hacerlo. Las experiencias vividas y el conocimiento adquirido no son gratis.

Estoy sentado en una silla mirando por la ventana mientras la música invade mis oídos en suaves arrebatos de ritmo muy controlado. El hilo musical vagabundea entre estilos y años, pero todas las piezas remiten a un momento, una persona, un hecho significativo, un abrazo tras un llanto, un cigarrillo luego de hacer el amor.
Pienso en todas las personas que a lo largo de mi existencia han respirado el mismo aire que yo, han caminado sobre las mismas huellas y han corrido junto a mi tras una meta en común sin más recompensa que la satisfacción personal.
Recordar a veces exalta el ánimo proponiéndonos continuar y desafiándonos a sumar más momentos al equipaje de nuestra historia. A veces aún no hemos vivido todavía el mejor recuerdo de nuestras vidas.

Estoy parado con las manos en los bolsillos, el suave viento meciendo mi cuerpo, observando como el sol de verano aprieta cada vez más con sus rayos la desprotegida tierra.
Pienso en todos los momentos en que pudimos hacer algo, sumar un granito de arena, hacer la diferencia como dicen por ahí, decir alguna palabra que aporte tranquilidad o un atisbo de solución al problema sin pensar en más que el bienestar del otro.
Recordar a veces no es más que un ejercicio de humanidad.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Limón, huye!

La humedad pegajosa del puerto se me mete entre medio de la lana del suéter, mientras estoy acuclillado detrás de unas cajas de madera, algún cajón de plástico y todo con un hedor a pescado que me hace saltar las lágrimas. La oscuridad de la noche se vuelca encima de la embarcación, que hierve de actividad. En dos o tres miradas detecto una veintena de hombres acarreando bultos de diverso volumen bajo la atenta mirada de otros cuatro o cinco hombres armados. Al costado de la fila de camiones, en el borde de la penumbra veo estacionado un lujoso auto en cuyo interior está la persona que me interesa. 

Muevo la pierna para evitar el incipiente calambre que empiezo a sentir y me deslizo de costado hacia la escalerilla que baja hacia el espigón. Entre redes y enormes grúas me escabullo rodeando todo el lugar donde se está moviendo la mercancía hasta llegar a la inmediatez de la parte trasera del auto. Ahora veo que es de color azul muy oscuro, tanto que parece negro. Ahora, en un flash de la memoria, lo reconozco y lo ubico en dos o tres momentos de la investigación, cuando fuimos a allanar la casa de ese senador, cuando quisimos sin éxito proteger a un testigo de una tremenda balacera y tal vez el más personal, cuando explotó un dispositivo en casa de la fiscal, que también resultaba ser mi hermana. 

Una luz cegadora se posó de pronto enfrente mío, a la par que escuchaba el amartillar de un arma cerca de mi parietal derecho. Todo fue bastante rápido, no tuve que mover las piernas que sufrían el cosquilleo del calambre ya que me arrastraron hasta la puerta trasera del auto, para mostrarme el rostro de quien había estado tras toda esta fantástica operación.

- No podías dejarlo, tenías que meter tu nariz en lo que no te importa- me gritaron con desprecio.

- Así somos los sabuesos, no soltamos el hueso hasta el final. -respondí escondiendo mi sorpresa- Nunca pensé que pudieras traicionar así tus principios.

- No pensé que fueras tan inocente -dijo con bronca- todos sabemos que el principio de todo en este maldito mundo es el dinero.