Amanece en el valle, una mañana de penetrante helada muy fría y soleada. Las vides soportan impasibles el paso del otoño arrugando sus hojas secas y convirtiendo en pasas las pocas uvas que sobrevivieron a la vendimia estival.
En fila y aferradas a una guía, las plantas de malbec y merlot reciben los primeros rayos de sol a la espera de la poda que pronto los operarios llevarán a cabo; más allá las plantas de chardonnay reciben por goteo controlado la dosis exacta de humedad para que sus racimos generen el mejor varietal.
Pasos trémulos a la entrada de la bodega, vacilantes. El enólogo, embriagado de placer, prepara las botellas que el grupo de ejecutivos catará un poco más tarde; botellas que contienen vino de calidad de exportación serán abiertas y disfrutadas en un almuerzo de negocios. Mientras tanto, en la cocina, el chef realiza el maridaje más exquisito entre los vinos seleccionados y el menú exclusivo sabiendo de la importancia del evento.
Los comensales llegan de a poco de un paseo por el campo en el que alguna alianza ha sido diseñada. Se ubican uno a uno en la mesa frente a las brillantes copas de límpido cristal; unas tablas de quesos y fiambres variados otorgan a la mesa un aroma campestre.
El vino tinto comienza a llenar las copas, los aromas recurren a recuerdos para buscar similitudes, los sabores se revuelven tumultuosos sobre la lengua y raspan gargantas delicadas. Los taninos, los sedimentos, los brillos y ese inconfundible color bordó tiñen de exóticos sabores los paladares de los comensales.
Y al final de la actividad, el color oro brilla dentro de las pequeñas copas. Dulce uno, un poco más ácido el otro, la calidad y el esfuerzo se saborea en finísimos elixires destilados con sabiduría. Murmullos sordos cuyo volumen va de a poco creciendo hasta hacer una marea inconexa de sonidos oscilantes.
Suave, tu mano hizo una pequeña presión en mi muñeca, señal inequívoca de que la velada gastronómica había terminado dando espacio al segundo capítulo. Tus labios rozaron mi mejilla y mis ojos ya turbios por el efecto del disfrute vitivinícola se desmayaron ante tu rotunda invitación.
jaja Es natural q por previosos q sean los paisajes, deliciosos los caldos y sus emanaciones etílicas y las viandas ante una ligera presión en la muñeca de alguien apetecible para irse too lo demás se evapore..No obstante, se nota q controlas en profundidad el tema de los vinos , gracias por este ratito! un abrazo fuerte!
ResponderEliminarNo hay mejor platillo ni más poderoso afrodisíaco (para mí) que una mujer apetecible! El tema vinos me gusta, he leído y aprendido lo básico, he tomado más de lo que podría hablar. Y bueno, hace frío y con algo hay que combatirlo, no? Besos!!
EliminarSiempre he visto mucho teatro en las catas de vinos, una especie de juego en la que todo el mundo participa por no quedarse fuera... pero un apretón en la mano en el momento justo, ahí sí, ahí se condensa toda la verdad del mundo.
ResponderEliminarYo tiendo a ver mucho teatro en casi todo, viajando veo cosas artificiales para decorar destinos o engrandecer atractivos. Sin embargo hay cosas interesantes debajo de esa banalidad, y sobre todo mucho trabajo. Y el vino, delicioso vino...
EliminarSiendo el incel que soy, me quedo con el vino. Carajo no debí leer su entrada saliendo del gimnasio, me muero de sed, afortunadamente no de hambre de la otra tee hee.
ResponderEliminarHay que satisfacer todo apetito, no hay que quedarse con nada adentro, mejor afuera dijo Shrek, jaja.
EliminarMe encanta como contás la parafernalia de esos eventos! Te quedó impecable, pero ese final es...lo mejor de la cata!
ResponderEliminarUn beso grande!
Cómo dice Beau, hay mucho acting y simulación, hay cosas que sirven y muchas otras que son relleno. La mayoría consume sin querer enterarse demasiado. Y lo otro, es cien por cien imaginación alucinada, jaja!
ResponderEliminarNunca me pasó nada semejante. Debe ser porque no tomo vino. Seguro que sí.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Yo tomo bastante vino, y otras bebidas espirituosas pero tampoco
Eliminartuve la suerte. Me contaron algunas parecidas que le ocurrieron a personas abstemias y entreveré la historia como para endilgarle la culpa al alcohol.
Desmayarse para despertar...¿en otra textura y aromas?
ResponderEliminarSería deseable no perder la conciencia, pleno disfrute sería desdichado desperdiciar. Las texturas y los aromas ayudan, decoran y visten lo que es una cuestión de cuerpos.
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