Abrí los ojos que tenía apretados con excesiva fuerza, miré hacia el horizonte y vi oscuras nubes que derramaban su acuosa carga, dejando ver tras la cortina gris la dorada bola de fuego, apenas su acariciante luz traspasa y se pierde sobre la superficie de la tierra.
Giré la cabeza por sobre mi hombro apenas húmedo por las gotas que empezaban a caer sobre mí; miré en búsqueda de algún refugio que el cordón de la vereda no podía ofrecerme y a lo lejos divisé una cortina de álamos que indicaba la presencia de una chacra y tal vez, una acequia por la que seguramente fluía un hilo de agua con la que se riega la verde mata de cereal o el árbol de fruta.
Me levanté y sin mirar los hoscos rostros de los automovilistas apurados montados en sus vehículos veloces crucé la calle con pasos largos y rápidos convencido de que ahí lo encontraría. Al llegar, sin perder un segundo busqué entre las raíces de los árboles, entre las ramas de los arbustos del boulevard, bajo la alcantarilla, detrás de la compuerta del derivador.
Un relato de inesperado final!
ResponderEliminarPensé que buscaba algo satánico,o un cadáver "incómodo" para él..
Me ha encantado! Muy buen relato corto Etienne!
Un abrazo grande.
Hola Luna!
ResponderEliminarTe confieso que el origen de este texto fue otro mucho más inocente y naïf, lo readapté y pensé en el efecto de cierto anillo que debía ser destruido y bueno, esto fue lo que salió!
Y de paso te comento que todo lo que dejo en los comentarios les pertenece a los dueños de los blogs (más considerando de donde sale la inspiración) así que no necesitas pedir permiso!
Gracias por pasar y dejar huella!
Besos!!
Oh. Seguí atento hasta el final. Al principio ya empezaba a imaginarme algo Lovecraftiano.
ResponderEliminar"la fuerza del mal contenida..."
ResponderEliminarCarambas, sí. En estado potencial, esperando desparramarse como los venenos en los vasos servidos, como los silencios de quien ya casi grita el insulto.
Tremendo, Etienne!
Abrazos.
F.