jueves, 23 de enero de 2025

Delirando de calor, pensamientos aleatorios

Todo lo que hacemos y lo que decimos, incluso aquello que sentimos tiene una profunda implicancia en aquellas personas que nos rodean, que a diario nos acompañan. 

A todos nos gustaría lograr en ellos un entendimiento completo, un acompañamiento total de nuestras acciones sin considerar la posibilidad de un tropiezo doloroso. Y de golpe nos encontramos con que nadie dejará de opinar en contra, nadie dejará pasar la oportunidad de sembrar esa duda maligna, ese malestar incómodo.

El fracaso en la comunicación existe, es un fantasma que vigila, que nos ronda expectante esperando su oportunidad para apresarnos, para hacernos sus víctimas; no discrimina, no hace diferencia y no le importa que comamos a horario, que recemos antes de ir a dormir, que cumplamos con la ley.

Todo aquello que nos forma como personas se transforma en substancia única, irrepetible, absolutamente intransferible.
La tolerancia ásperamente tácita, irónicamente explícita y cualquiera de sus variantes, siempre se constituirán en el previsible regalo traslúcido en los ojos de quienes nos ven, esforzados en el imposible consenso, deseando con silenciosa desesperación esas ariscas palabras de solícita comprensión.

Pero tiene un defecto incorregible en su esencia y es que siempre hay otra posibilidad, una segunda vez en la cual salir airoso, porque la vida siempre da revancha, dependiendo solamente de uno mismo dejar que el desaliento nos gane otra vez.

Lo bueno de la vida es que no termina en una derrota, en una caída; siempre hay otra oportunidad para reivindicarse, para seguir adelante.

lunes, 13 de enero de 2025

El silencio de la ciudad

Ahora que las vacaciones están transcurriendo y el año nuevo se va desgajando de a poco, sobre la ciudad pesa un extraño silencio. A veces, un murmullo de brisa se cuela por entre las ramas de las acacias y los plátanos refrescando la vereda recién regada. Otras, un remolino de viento cálido arrastra los papelitos que dormían al reparo del cordón cuneta. El calor agobia y es tal vez un elemento que apaga las voces, las acalla y modera y los raros paseantes que pisan las veredas cubiertos por sombreros y anteojos de sol avanzan en esforzado silencio.
Una calle en la que tradicionalmente es imposible encontrar un sitio para estacionar, ahora ofrece múltiples opciones; pero tampoco hay autos que quieran ocupar esos espacios vacíos. Si uno se instala en medio de esa calle y mira hacia el frente se pueden apreciar sin barreras ni peligro de sufrir un atropello los árboles que delatan el arbolado parque a algunas cuadras de distancia.
Sentado en un cantero donde reverdece un paraíso se puede disfrutar del silencio, tachonado en forma esporádica por algún taxi perdido o una moto que reparte pedidos de aplicación. Se echan de menos (o por lo menos se nota su ausencia) los golpes rítmicos de un bombo protestón, las frenadas desafinadas de los internos de la línea 18B y los graves de la música electrónica brotando de un exagerado auto modificado.
El calor aplastante, el sol que amenaza con sus rayos y el asfalto recalentado hasta lo imposible el aire, tanto que se vuelve irrespirable, silencian durante la siesta los cantos de las aves y hasta el perro que le ladra a las bicicletas de la bicisenda yace con la lengua afuera en la vereda.
El silencio se esparce, se derrama por la ciudad, rebota en las vidrieras cubiertas de lonas, descansa en la sombrita de un zaguán y se esconde en el fondo de un baldío.

viernes, 3 de enero de 2025

Primer carta del año

Ya se pasó el fin de año y empezó, aunque no se note, uno nuevo; algunos empezaron antes con los asuetos y jornadas no laborales y todos están pensando en las vacaciones y en no cumplir horarios.

El año viejo se nos fue en un balance desparejo, con más prepotencia que hechos, con más palabras y discursos que acciones para entender al otro, con vaivenes propios de una sociedad que sufre como ninguna la rebeldía de la adolescencia, que no se da cuenta que tiene la mejor mano para ganar sin siquiera recurrir a la mentira y que sin embargo lo hace para pretender demostrarse corajuda. Se pretende adulta pero se comporta como púber intentando impresionar a alguna niña esquiva.  Lo que importa no es en este caso el pasado, sino lo que viene y si no podemos enfrentarlo con renovado espíritu entonces estamos sonados. .

Pero este fin de año es diferente: no puedo ver en la gente la energía que se suele renovar en esta etapa, ese pensamiento positivo de renovar las cuentas, renovar la vida. Al contrario, los escucho algo abatidos, nerviosos y no quisiera decir desesperanzados. El tono de voz refleja que la realidad en la que se ven inmersos ya ocurrió y que se está por repetir irremisiblemente. Veo desazón, veo inquietud, veo infinita resignación. Pero también brilla en sus ojos la certeza de que no bajarán los brazos.

Sigo pensando (lo escribí ya alguna que otra vez y lo reafirmo) que el espacio virtual da vida a muchísimas cosas que se cristalizan en la vida real (o al revés, lo importante es que coexistan y no se aniquilen entre sí) y que me han dado un apoyo que no sabía que necesitaba. Esto es difícil de explicar, aún más cuando la intensidad de los contactos disminuyó en estos últimos tiempos; esta ausencia se resiente más debido a esto. Agradezco la persistencia, la lealtad, la presencia en mi ausencia, realmente la valoro y aprecio mucho.  

 ¿Deseos para el año que viene? Deseo que todos ustedes sean felices.

Cada vez que pasa una estrella, en mi cumpleaños, cuando pasa un coche con los recién casados, todas esas ocasiones para pedir deseos, yo no pido nada. ¿Qué puedo pedir si ya tengo lo que quiero?. Entonces pido eso, que sean felices. O mejor, pido lo que ustedes quieran pedir. Y como dice en la parte de atrás de muchos camiones, te deseo el doble de lo que vos me deseás a mi.

La felicidad viene de la mano de cosas que hoy están devaluadas y no tanto por las posesiones materiales, así que está en uno poder descubrir ese tesoro que todos tenemos a mano.

Brindis, amigos, fotos viejas, tarjetas. Campamentos, lluvias, arena de mar, agua de lago. Cenas con velas, asados, llantos, abrazos, un buen libro. Una piedrita, un pedazo de papel, un moño de regalo, un colgante, una agenda de hace muchos años. Cada uno encontrará en esas pequeñas cosas el valor de la vida y sabrá que no hay otra cosa que la reemplace, que el recuerdo podrá ser el último refugio frente a la necedad.

Una de las tantas cosas que no podemos evitar es el paso del tiempo; entonces el futuro vendrá y se colará como una realidad en nuestras vidas. Deseo (realmente lo quiero) que no importa lo que contenga, lo que tenga para depararnos, lo que nos haga vivir, que sea de lo mejor que nos haya ocurrido en la vida.